Trasteando por Google Maps se aprende mucho, se recuerda más y hasta se sueña infinito.

Me gusta esta herramienta que permite ver la geografía del mundo. Si estás habituado a leer los mapas, o mejor dicho la cartografía digital fotográfica de satélite, tendrás casi infinita información en alta resolución y además actualizada cada pocos meses.

Cielos, nubes, montañas y roca. La travesía del Tíbet es un viaje épico.

El caso es que puestos a recordar las dos veces y media que he realizado la travesía del Tíbet por la cara norte del Himalaya, me entretuve mirando en Google Maps, las carreteras chinas que unen Lhasa, la capital de la Región Autónoma del Tíbet, con Kashgar, segunda población de importancia y capital histórica de la Región Autónoma de Xinjiang. Las carreteras numeradas G 318 y G 219.

Ambas regiones el Xinjiang y Tíbet son las regiones autónomas más beligerantes con su pertenencia a la República Popular de China. Esta ruta de 2750 km corre por la cara norte del Himalaya, en el piedemonte de las más altas cumbres del planeta. Surca la altiplanicie tibetana, a una altitud media de 4500 metros sobre el nivel del mar. Viaja paralela a las fronteras con Nepal, India y Pakistán, y los limites fronterizos entre estos países tienen algunos territorios reclamados entre todos ellos. Uno solo de estos espacios en conflicto tiene 62.500 kilómetros cuadrados, el tamaño de Cataluña y Aragon juntos, se disputa ente Pakistán y China. Este espacio está atravesado por la G 219. Mirando con detalle el mapa fotográfico de satélite se ve perfectamente como la ruta ya está asfaltada casi en su totalidad, justo hasta los límites de este territorio. Tierra de conflicto. Tierra de disputa de montañas y cielos añil en la esquina de un territorio hostil, sin presencia humana. Cielos limpios y brillantes, oscuros y feroces, de tormentas repentinas, arcoíris sucesivos, reflejos y rayos filtrados por doquier. El cielo en la tierra. Aire lívido, vegetación absolutamente rala, colores orogénicos, picachos, salares, glaciares, ríos helados, lagos esmeralda y gris, verde plano, roca y nubes, suelo congelado permanente… El Tíbet en su pura esencia.

Lago Paiku. Tíbet. Parque Nacional del Shishapangma. Septiembre 2010.

El confín del mundo debería ser, como la naturaleza se empeña con su dureza, territorio libre. No hay presencia, ni rastro humano de ningún tipo, ni tan siquiera nómadas en enormes extensiones, solo manadas de yaks salvajes, marmotas, gacelas, lobos y leopardos de las nieves.

O, así debería ser. Pero no.

Los militares chinos tienen sus puestos de control y vigilancia en los confines de la tierra. En el nudo Gordiano donde se enredan las más colosales cordilleras del planeta, el Himalaya y el Karakorum, y se vigilan y apuntan tres potencias nucleares: China, Pakistán e India. Así que…. la pista ha desaparecido de Google Maps.

El Monasterio de Potala Lhasa. Viaje grupo Hungría/Rumanía. Mayo 2010.

LHASA Y EL TIBET AMABLE.

Antes de llegar a esta pista que ha desaparecido de la cartografia de Google Maps conviene situarse primero en el Tíbet que yo llamo “amable”. En su capital, Lhasa, aclimatarse a la altitud y preparar el cuerpo y el ánimo para salir desde los pies del Grandioso Palacio de Potala, con rumbo oeste hacia Shigatshe. En un aire puro dejarse seducir por las sinuosas curvas del puerto de Yamdrosktso, con sus 70 km de longitud con asfalto regular o malo desde que lo conocí en 2009. En el paso del puerto de montaña a 4700 metros sobre nivel del mar, la vista del lago esmeralda, azul intenso luminoso, rodeado de colosales montañas de cimas nevadas. La maravilla natural de los lagos del Tíbet tiene aquí uno de sus más bellos ejemplos. El ánimo empieza a disfrutar de los amplios horizontes, la pureza de estar muy cerca del cielo, los pulmones a aclimatarse a esa falta de oxígeno, que castiga agotando el cuerpo con los rápidos movimientos. Perfilando el lago y superando un collado de Nagarze aparecen los glaciales colgados próximos al valle por el que penetra la sinuosa ruta. Un hilo apenas entre colosales montañas, derrumbaderos descomunales y perfiles infinitos.

Lago Yamdrok. Tíbet. Octubre 2019.

El glacial de Noinjing Hsagan es uno de los mas fáciles de apreciar desde la misma ruta, atrás muy cerca, quedó el glaciar Quiagnhinquo. El blanco radiante del hielo milenario cae en cataratas sólidas. rompiéndose en bloques y grietas hasta unos centenares del mismo asfalto. El ánimo sigue sumando impresiones fantásticas. Llegan a continuación las llanuras donde la historia del Tíbet tiene sucesos legendarios y desiguales  batallas. Luchas contra ejércitos europeos, y comunistas chinos. La fortaleza de Gyantse en lo alto del pico es un lugar para la memoria de todo un pueblo. Acaba la jornada en Sighatse cuyo monasterio merece capítulo al margen.

Glaciar Noijing Kansang.

El monasterio de Tashilhunpo es el broche completo para una jornada plena de emociones, visiones inolvidables, aromas permanentes, sensaciones mágicas. El espíritu del Tíbet empieza a dominar tus sentidos, pero cuidado esto es el Tíbet «amable». Todo se irá complicando en el techo del mundo. Quedan más de 2000 km hasta su último rincón, la pista perdida.

Continuará.

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FOTOGRAFIAS. Possi, Ana Posberg, Gustavo Cuervo.

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