El Tíbet es sólo para viajeros intrépidos. Hay que tener ansias de aventura, experiencia y un buen fondo físico para viajar en moto por la mayor altiplanicie del planeta. Pero no sólo eso, también hay que tener suerte. 

Pastoras de yaks tibetanas

Cruzar la tierra de nadie, administrada por China y reclamada por India, nos volvió a poner a prueba con una  difícil travesía. Hasta Ngari llegamos sin grandes complicaciones tanto Claus, Anna y yo, como el coche TT de asistencia. Ser un equipo pequeño y transitar por  el asfalto nuevo hasta Ngari permitían aumentar mucho la media de viaje frente a meses anteriores teniendo margen de tiempo para alojarnos en el mejor hotel de la ciudad al estilo occidental, nada que ver con la casa de citas del viaje anterior. Esta vez casi todo era diferente. Seis motos con expertos y curtidos amigos, más un buen número de coches, frente a dos motos más el coche de asistencia.

Claus, prototipo de aventurero en moto alemán, era  grande alto, fuerte, organizado, metódico, eficaz y excelente fotógrafo. Médico de profesión aunque su verdadera vocación era la aventura,  dedicaba gran tiempo a viajar en moto por los lugares más extremos del mundo con su BMW R GS 1200 HP que enviaba a cualquier lugar del globo en una caja específicamente diseñada para su  transporte. En China importar un vehículo es demasiado complicado y caro, así que esta vez viajaría con una de nuestras motos BMW F 800 GS.  Anna, su pareja,  era un mujer resistente y sensible, emprendedora, empeñada en realizar videos de naturaleza para lo que se inició en este viaje consiguiendo tomas excepcionales, a veces incluso en los momentos más difíciles,  sin duda, la  pareja con la que viajar al fin del mundo,  y eso era precisamente el lugar donde nos íbamos a meter.

  Almuerzo en ruta

Arrancamos  temprano de Ngari con la incertidumbre de la jornada y una extraña avería en la moto de Claus, la  cual  requería rellenar el agua del radiador como máximo cada centenar de kilómetros. Revisamos todo y aparentemente estaba bien. No había fugas pero la moto evaporaba agua, poca, pero de forma continua. Le quitamos el termostato, para que tuviera flujo continuo de refrigeración pero no mejoró,  seguía igual. Así que continuamos  por camino de tierra, pertrechados con botellas de agua para ir rellenando. A una de malas también podríamos tomar agua de los ríos o lagos,  claro ¡siempre que rompiéramos el hielo!.

LOS CUATRO GRANDES RÍOS DE ASIA

Desde esta gigantesca Mesa de Dioses elevada hacia el cielo, del tamaño de dos veces más un tercio de España y bordeada en sus orillas por las cordilleras del Himalaya, el Karakórum y el Kunlun surgen los más grandes ríos de Asia. Más de un tercio de la población del mundo está relacionada con alguno de estos cuatro cauces. Sobre el verde y blanco tapiz brotando de sus glaciares, ven la luz  el Amarillo, el Yangtsé, el Mekong y el Indo. Cada uno toma caminos bien diferentes en dirección a los cuatro puntos cardinales. El primero hacia el norte, el segundo hacia el Este, el tercero hacia el sur y el cuarto hacia el oeste.

El río Amarillo, sexto cauce más largo del mundo, cae de las faldas del Kunlun e inicia el viaje más divagante de cuantos ríos hay en el mundo. Primero viaja hacia el norte, dejando amplios deltas interiores y numerosos meandros debido a la escasa pendiente de la altiplanicie tibetana. Después, tras descender abruptamente se dirige, con rumbo: este-oeste-norte-este-norte-este-sur-este y noreste. Dibujadlo en un papel y os sorprenderá el trazado de circuito de carreras en sus principales direcciones que abarcan 5.465 km de siluetas regando la China hasta el mar de Bohai. Su color amarillo es por obvios motivos, el  arrastre, en la mayoría de su curso de lodos amarillentos que tiñen sus aguas.

El Yangtsé, tercer río más largo del planeta tras el Amazonas y el Nilo, cuenta con sus 6.300 kilómetros, siendo puramente chino de principio a fin y el más determinante de su cultura y economía.

En Tibet los charcos se congelan cada noche aun en pleno verano.

El otro gran río, el Mekong es el más internacional. Nace en Tíbet cerca de Nagkan al noreste de Lhasa bajo el nombre de Lancang y enfila hacia el sur para apretarse entre profundas gargantas en la provincia de Yunán para continuar  por Myanmar (antigua Bírmania) hacer frontera con Laos y marcar la triple frontera Myanmar/Laos/Tailandia, zona conocida como el Triángulo de Oro.

Su aguas, separan durante muchos kilómetros las fronteras del país de la sonrisa y Laos, continuando por Camboya y acaba vertiendo sus aguas en el mar de la China meridional, cerca de Ho Chi Minh en Vietnam.

4.880 kilómetros de recorrido para el octavo río más largo del mundo que se apaña para recorrer de norte a sur todo el sudeste asiático y regar las principales ciudades de cinco países diferentes.

El Indo se busca un paso entre el Himalaya y el Karakórum para atravesar las cordilleras más salvajes del planeta, adentrarse en India y continuar por Pakistán. es el río León, que surca un majestuoso desaguadero por el caótico valle siguiendo su trayecto por la mítica Karakórum Highway, Dramática carretera de la que hablaremos en otro artículo. 

Todos estos ríos y muchos más, nacen en la gran meseta tibetana donde su superficie está congelada gran parte del año. Fluyen por túneles horadados bajo densas capas de hielos y nieves brotando desde del corazón de los glaciares.

  Dependiendo de la hora del dia o la noche los torrentes son imposibles o fáciles de atravesar.

LOS IMPETUOSOS RÍOS MENGUANTES

Otra peculiaridad muy impactante de los ríos y torrentes de estas altas cordilleras, es que, en las primeras estribaciones de sus faldas, por donde se trazan las pistas, en función de las horas del día,  resultan imposibles de atravesar debido a la fuerza del agua propiciada por las fuertes pendientes. Desde medio día hasta las seis de la tarde aproximadamente, no se pueden atravesar. Los  torrentes arrastrarían la moto como si fuera un barquito de papel. Sin embargo, durante  la noche y hasta avanzada la mañana están secos, no hay caudal. El cambio drástico de temperatura en las cumbres, con heladas nocturnas diarias y fundición en cuanto el sol aprieta, hacen que los neveros milenarios suelten o retengan el agua líquida y bravía o sólidamente congelada.  Por este motivo se limita el tiempo de poder cruzarlos,  siempre con  moto de trail,  tacos y experiencia  a las frías mañanas, los oscuros y rápidos atardeceres y la más que temeraria noche. Y como ya está bien de aguas, lo de los lagos, lo dejamos para otra ocasión. Vamos con la pista perdida.

UNA LUZ EN EL HORIZONTE

El objetivo no podía ser otro que llegar lo más lejos posible y en un lugar adecuado, protegido de los vientos y montar un campamento. Esa era la teoría. No era posible hacer la travesía Ngari- Mzha más de 800 km en un solo día, ni siquiera en moto.  La realidad fue que le sacamos tanta distancia al coche que, sin encontrar abrigo al gusto de Claus, avanzamos más de 400 km, cayendo la noche.  Seguíamos lentamente la luz de los faros hasta que vimos una pequeña luz artificial en el horizonte. Una bombilla, situada a más de 5 kilómetros. La transparencia del aire en este desierto de altura es prodigiosa. Era el primer signo de vida humana que encontramos en más de 250 km. Una parada de camioneros en mitad de la nada. Uno de los alojamientos más humildes y agradables, ruinosos y  hogareños… que he conocido en mi vida de viajero. Si sólo tuviera que ponerle dos adjetivos lo denominaría cutre y acogedor.

Variopinta comunidad de viajeros en el techo del mundo

Nuestro coche, al que no habíamos visto en todo el día, llegó tres horas después. Un puchero de verduras y unos jergones, una mesa, cinco chinos, tres tibetanos, un alemán de dos metros, una chica europea rubia brillante y un españolito feliz se unían, al  calor de la chimenea alimentada con excrementos de yak, el abrigo del viento que ululaba entre los cristales rotos, la luz de un par de bombillas y el monótono sonido del generador. Además,  los chistes y bromas, las risas y expresiones de la variopinta comunidad, el ambiente humano en el techo del mundo, todo era significativo. Cuando te tumbas en el jergón y el ronroneo del generador se detiene, la oscuridad más absoluta lo inunda todo. Escuchas los ronquidos de la comunidad asiática y los desconectas de tu cerebro. Sueñas que descansas. Como te pide el cuerpo. Fuera no sabes que hay y te intriga. Desolación seguro. Descansas, sueñas y velas, piensas confuso, razonas en delirio, como sucede al dormir a estas altitudes. Estas bien aclimatado, caliente y con el estómago lleno. Estas en un hogar en la cima del mundo.

  Anna en la parada de camioneros junto al lago Quanshui. Un agradable lugar para pernoctar.

EL DIA DE LA VERDAD 

Amanecimos en la suciedad de un lugar de paso, perdido en tierra de nadie. El cadáver del perro que anoche nos saludó al llegar, estaba siendo devorado por los cuervos junto a la pista. El único camión que oímos pasar acabó con su miserable vida. Mis tocayos de apellido también se han adaptado a sobrevivir en estas tierras desoladas. Neumáticos destrozados, hierros corroídos, plásticos por doquier, un lugar deprimente bajo el sol más radiante, el  brillante lago Quanshui y la inmensidad rocosa del páramo más agreste.

Es el Tíbet en las disputadas tierras de nadie, la boca de entrada a la colisión de las faldas norteñas del Karakórum, con las sureñas del Kunlun. Lo imaginado, pura desolación. Naturaleza extrema.

  Dureza extrema en el techo del mundo.

Nos aplicamos al trabajo temprano. Revisión de motos, repostamos a tope con la gasolina de nuestros bidones transportados por el automóvil TT y persistente problema de pérdida de agua en la moto de Claus. Arrancamos bajo un  frío intenso, bajo cero, a pesar de la alta radiación solar que obliga a  llevar gafas muy oscuras. La luz quema. Iridiscentes lagos, bordeados de hielos, ríos de pura nieve congelada, planicies musgosas. Horas, días, sin ver ni un árbol, no hay insectos. Avanzábamos  rellenando el agua de la moto en cada parada. Comemos sobre un mojón de la ruta, con los guantes y el casco puesto por el frío. El hito kilométrico nos recuerda que aún quedan muchas horas de dura pista rizada. Frío, frío, frío. La pista es de tole ondule que dicen los franceses, «calamina» en Sudamérica y rizado no sé en dónde. ¡Hasta los huevos, de cómo se quiera llamar!

Y con el viento, sin parar  avanzamos. En cada parada rellenábamos agua en la moto. El siguiente repostaje de agua debería ser junto a un arroyo fluido, ya que no tenemos reserva. Descendíamos un largo puerto de montaña con una buena colección de horquillas. Seguíamos  por un cañón, atravesando desaguaderos, arenales, pedregales,., y así íbamos avanzando. No había nadie, ni nada.

Sobrecogedora naturaleza mineral

Hacía horas que no veíamos yaks. El Karakórum afila sus primeros dientes en esta parte del mundo. Nos aplasta con la fuerza descomunal de sus precipicios vertiginosos y sus torres inalcanzables.

  El choque de las cordilleras del Kunlun y el Karakórum produce los paisajes más abruptos de Asia.

DECISIÓN ERRÓNEA 

Aterido, cansado, hacía ya días que procuraba ir de pie sobre los estribos el menor tiempo posible,  agota más y ahorrar  la energía vital me lo pedía mi sexto sentido. Con las últimas luces llegamos a Mazha, a sus ocho casitas de ladrillo donde en una de ellas se encontraban los esperados barriles con gasolina. Mazha es una diminuta referencia fundamental en la aproximación al K2. Es el último asentamiento humano antes de comenzar a caminar durante una semana hasta alcanzar el campo base del K2 que con sus 8.611 metros, es el numero dos en altitud del mundo tras el Everest y también el segundo en peligrosidad con un 29 % de fallecimientos entre los que lo ascendieron.  De su dificultad baste decir que hasta febrero de 2021 nadie había conseguido subir a su cumbre en invierno. Su cima la han pisado (hasta mayo 2021) 306 personas en tanto que el Everest ha sido hollado por 5.656 escaladores.  El K2 está en territorio administrado por Pakistán y reclamado por China e India.

Repostando en Mazha. Frio intenso

Sabía que nos quedaba poco para alcanzar la frontera, mejor dicho el control policial con la región autónoma del Xinjiang, en la que ya habíamos entrado hacía unas horas. Sabía que allí había camas, comida caliente y menor altura. Llenamos combustible cuando apenas quedaba luz, situándonos ya a solo treinta kilómetros por el paso de montaña de Kargilit.  Hacía solo unos meses había cruzado también de noche y sin faros, ahora parecía más fácil. Sin contratiempos, tendríamos una hora de ruta. Esta vez hacia más frío. Cuanto antes partiéramos mejor. Y salimos remontando horquilla tras horquilla en plena noche.

LA NOCHE MAS LARGA

Media hora después Claus se detiene y dice:

-«La luz de temperatura lleva ya demasiado tiempo encendida».

Olvidamos coger agua tanto para la moto, como para beber nosotros.  Tenemos  que seguir.  Creo, y sobre todo deseo, que la moto llegue hasta arriba y luego la bajada a motor parado, sólo arrancando para los repechos. Con este frío se refrigerará rápidamente. Tampoco  podemos hacer otra cosa que seguir, y cruzar los dedos.

Pero no. El motor sobrecalentado dice basta y se para, gripado.

– “No podemos quedarnos aqui”.

El frío aumenta, estamos  administrativamente en el Xinjiang muy cerca de las fronteras con Pakistán e India y no demasiado lejos de Afganistán. Tierras de límites difusos donde la ley resulta muy difícil de aplicar. Bandoleros, delincuentes, traficantes, etc.,  son formas de vida frecuentes a caballo entre las fronteras de todo los países. Aquí en uno de los rincones mas extremos salvajes y disputados territorialmente del orbe, demasiado frecuentes.

-«Marcharos en mi moto y cuando lleguéis, decidle a alguien que suba a por mí. Yo, si no tengo ayuda antes esperaré a nuestro coche” dije a Claus y a Ana.

Anna llevaba todo el día congelada, me resultaba increíble que no hubiera entrado en hipotermia. Claus tan enjuto como fuerte y alto aguantaba de forma estoica,  pero sabía que estábamos en una situación limite.

Veo el piloto rojo de mi moto que se aleja hasta desaparecer en la negra noche. Escucho el sonido de la moto resonando entre las estrechas paredes del valle durante algunos minutos más. Cada vez más lejos. Me quedo completamente solo.

  Apurando las últimas luces del dia en la soledad mas absoluta.

Cuando el eco del sonido de la BMW F 800 GS cesó de reverberar entre las montañas y se extinguió, me di cuenta que me encontraba clavado en la soledad negra más absoluta. El cielo se llenó de nubes, que viajaban rápido dejando ver en huecos las estrellas. No se veía la luna. Nevaba. La moto tenia batería, sí ¿pero? Una luz encendida llama la atención, para lo bueno y también para lo malo y seguro que por aquí, y a estas horas, no hay nada bueno.

Administratívamente, el Xinjiang, república autónoma de China, de religión musulmana tiene un histórico y en ocasiones sangriento enfrentamiento con el poder central de Pekín. Muy cerca  Pakistán y una gran franja de montañas y valles reclamados por ambos. Más allá igual, pero con la India y no demasiado lejos Afganistán. Un territorio con las montañas orográficamente más vivas e indomables del planeta. Por aquí no puede haber mucho bueno y seguramente, sí bastante malo. Las luces apagadas.

¿Y los animales? Sí, hay manadas de lobos en toda esta región y leopardo de las nieves, y no me preocupan. Supongo altamente improbable que a los lobos les de por comerse a un motorista de colorines. Joder que frío hace. Me agarro al motor aun caliente y al tubo de escape.

Ese calor me viene mejor a mi que al lívido aire del Karakorum.

La pregunta clave es ¿Cuándo llegará nuestro coche? ¡Si es que llega! No nos vemos desde la mañana temprano a la salida de la parada de camiones del lago. Más de 14 horas. Vendrán seguro ¿Seguro? ¿Y si han tenido algún problema mecánico y están parados? En el mejor de los casos en estos 430  km de etapa les hemos sacado fácilmente 4 horas. Me fijo como hora limite que estén aquí a la una de la madrugada. Mientras tanto me toca  aguantar. Son las nueve de la noche. Nieva, sopla el viento. Las nubes viajan deprisa,  las estrellas se asoman fugazmente de vez en cuando.

  Cae la noche entre las cordilleras del Kunlun y Karakórum

El reloj se detiene. Los minutos pasan lentos y la temperatura desciende rápido. No puedo dejarme atrapar por una hipotermia. Tengo que calentarme. Tengo encendedor y navaja, pero sé que no hay ni una brizna de paja entre este roquedal para hacer una fogata. Pero tengo gasolina, el deposito de la moto prácticamente lleno. Y tengo una moto para quemar.  La primera vez que lo pensé me sorprendió, pero de inmediato me di cuenta que era lo normal en la situación, desmontaría al rueda trasera para empezar y quemaría la moto por partes empezando por los neumáticos. Con esto suponía que  tendría calor para algunas horas.

¿Y la luz de las llamas? no quedaba otra que arriesgarse. Los «malotes» podrían verme, o no, lo que era seguro es que me congelaría si no me calentaba de alguna forma.

No tengo mucho más para quemar. Rebusco en la mochila. Una botella de agua vacía, el frontal y la cámara de fotos. Toda la ropa la llevo puesta, incluido el chubasquero. Con la mochila solo tendría para unos pocos minutos, pero seria lo primero en arder. También hay un puñado de papeles en chino llenos de sellos. Las autorizaciones para poder viajar.

Klaus y Anna se habían marchado sin sus documentos, tendrían suerte si les dejaban pasar el control. Quemarlos nos causaría muchos problemas en los numerosos controles policiales y tampoco darían muchas calorías. Descartado.

Me resisto a quemar la moto, pero también la veo como la única tabla de salvación

Empiezo a dar vueltas en torno a la moto como un oso en un zoológico. Tengo que mantener la sangre en circulación en unas arterias y venas cada vez más contraídas. Doy palmadas continuamente con los guantes puestos, incluso saltos, pero no muchos, enseguida me agoto por la altitud. Y pienso. Pienso en las cosas realmente valiosas. La familia, las personas más queridas, lo que tenía que haber dicho, hecho, en ciertos momentos y que no me atreví. Ahora todo tiene otro valor. El valor que se siente en las situaciones extremas, no repentinas, esas que se recrean, sin prisa en el tiempo, mientras el protagonista puede llegar a sentir cómo se acerca el aliento de la muerte.

Las montañas, los desiertos, el mar no son peligrosos de por sí. Solo están ahí y van a su propio ritmo, no les importa lo más mínimo la vida de quien se atreve a retarlas. No harán nada, malo ni bueno, contra él. Solo seguirán indiferentes, es quien los reta el que debe tener la capacidad de poder superarlos, que nunca dominarlos. Y yo he cometido un grave error. Continuar desde Mazha donde repostamos que había población humana abrigo y calor, por muy cutre que fuera el lugar. Ahora quedaba demasiado lejos, si, sólo 15 Km de mi posición, más o menos como al otro lado del mundo.

Joder que frío. No puedo más.  No me voy a rendir, no me voy a estar quieto. Voy a empezar a quemar la moto. Abro el asiento para sacar las herramientas. Eso es, el asiento primero. Sin asiento se puede seguir usando la moto en cuanto se repare.

Qué difícil es quitar las presillas de los pasadores con guantes y manos temblorosas a la luz del frontal.

Un ruido. Una luz sobre la ladera. Es un auto, son ellos. Cierro el asiento. Espero. El ruido se aproxima lentamente mientras la luces van dibujando siluetas en la laderas. Son ellos. Son ellos. Por fin aparecen dos faros en la revuelta. No es un coche, es un camión.

¡Da igual me ayudarán! Enciendo las luces de la moto y los warning. El camión se acerca, me pongo en mitad de la pista haciendo señales con los brazos. Me han visto seguro, pero… no, no paran, me tengo que quitar o me atropellarán. El camión pasa sin detenerse. No puede ser. Según se aleja lo entiendo. Nadie pararía aquí a un extraño con una moto en mitad de la nada. Seria una trampa para perpetrar un asalto, seguro. Sólo he visto a un acompañante que miraba discretamente apenas girando la cabeza embuchada en un verdugo.

Ni ellos se podían imaginar que sólo era un extranjero con una avería, ni yo sus circunstancias.

Imposible saber porqué un camión sin carga hacía ese peligroso trayecto a estas horas. Algún motivo muy importante tendrían para hacerlo. Dias después ya con la mente lúcida supuse que como bien dice el refrán  «el miedo guarda la viña», en este caso el camión.

La adrenalina me ha dado ánimos, un soplo de vida, vuelvo al asiento. Lo desmonto y lo sitúo junto a la moto en el suelo. Con un esfuerzo titánico subo la moto al caballete para poder volcar algo de gasolina sobre el sillín  y escucho un nuevo ruido lejano. Ellos. No, es uno de los frecuentes derrumbes, avalanchas típicas de estas montañas, pero hay más. Es un vehículo. La luces vuelven a proyectarse en la ladera. Son más de las doce de la noche. Sí, podrían ser ellos, mis queridos chinos y tibetanos. Por si acaso, voy a poner la moto atravesada en el camino. Así tendrán que parar, ¿o no?. Si es un camión podría pasarla por encima sin problema. Las luces se acercan con mas celeridad. No es un camión es un coche. Doblan la esquina y me deslumbran son sus luces. Me han visto y me dan ráfagas. Sí, son ellos. Estoy a salvo. Me abrazan.

-«Gustavo Gustavo» y unas largas parrafadas de las que no entiendo nada más que su cariño, labrado tras muchos viajes juntos por toda China, el Xinjiang y Tíbet. Me meten en el coche con gran dificultad, estoy aterido mis músculos no reaccionan, tiemblo compulsivamente, pero estoy muy contento. Ponen la calefacción a tope, me tapan con una manta y me dan el té caliente que mejor me ha sentado en mi vida.

Uff otra más para contar y esta vez estuvo muy justa.

Fotos. Claus Possberg / Anna/ Gustavo Cuervo

Memorias del 29 de Septiembre de 2010

P.D. Muchas, muchas más aventuras más nos esperaban los días siguientes por la Ruta de la Seda China aunque no tan arriesgadas. Habíamos superado otra vez al Karakórum, habíamos tenido suerte. La avería resultó ser que la turbina de la bomba de agua estaba completamente gastada. El fenómeno físico de la cavitación se había comido literalmente las aspas.Un fenómeno que se acrecienta con la falta de presión debido a la altitud donde el agua entra en ebullición a menor temperatura.

Capitulo I ,Capitulo II, Capitulo III ,Capítulo IV, Capítulo V, Capítulo VI, Capítulo VII.