Mausoleo Mohamed V, Hassan II Rabat Marruecos

Cambio de destino y de ferry trocamos Tarifa-Tanger Ville, por Algeciras-Ceuta. Adelanto del horario realizando la travesía al amanecer con mar en calma. Pasamos por Ceuta como nunca en mis viajes.

Aduanas solitarias y trámites rápidos de documentaciones para la entrada de las motos de alquiler, las propias y las de empresa. Todas las modalidades posibles, en fin el rollo de las documentaciones de importación que solucionamos con premura, hasta llegar a deleitarnos con el primer té a la Menta en Castillejos. (Fnideq, Marruecos).

Me sabe especialmente bien el primer té en Marruecos. Será por es el que me libera de la tensión de las fronteras y me introduce en el mundo de la libertad de rodar por África. Por más que lo he intentado, con el mismo té y la hierbabuena recién cogida del jardín no me sabe igual en casa. Sin duda es el lugar.

El tramo de carretera que enlaza Ceuta con el puerto de Tanger Med, bordeando la punta de Africa, con la vista en el horizonte de las montañas de Cádiz, justo al otro lado de un cordón azul del realmente estrecho de Gibraltar es de una belleza sublime. Dos continentes bien diferenciados separados por un hilo de mar, que fue y sigue siendo clave en el movimiento de la Humanidad. Un hilo permanentemente engarzado de buques de todas las nacionalidades y con todo tipo de cargas que buscan puertos tan lejano como Odessa en Rusia Alejandría, La Habana, Buenos Aires, New York o Panamá. El estrecho marítimo mas transitado de la Historia.

Las chicas el grupo.

La carretera de dos carriles en subida y bajada incita a acelerar, pero el piso lleno de goma y salpicado ocasionalmente de combustible debido al intenso trafico de camiones, incita a la moderación y el amplio margen de seguridad. No es la primera vez que me doy una derrapada en algún tramo. Esta vez no.

Fin de etapa en Rabat, la capital política de Marruecos que siempre luce especialmente bella y cuidada pero sobre todo cuando el Rey Mohamed VI se encuentra en su residencia oficial. Tramo largo de autopista para llegar a visitar temprano en Rabat el Mausoleo de su abuelo Mohamed V primer rey de Marruecos independiente y su padre, Hassan II. Buen lugar para la primera foto de grupo.

Cruzando el Atlas

Suelen pensar los viajeros menos informados que en Marruecos nada mas cruzar el Estrecho te encontrarás en el desierto del Sahara. Pues no. Ni al aterrizar en Nairobi tienes leones y jirafas en la puerta, ni al llegar a Sevilla tienes los «tablaos flamencos» ocupando la sala de llegadas.

Hasta que no superas las tres sierras que componen el Atlas marroquí; Atlas, Atlas medio y Anti Atlas, no llegaras al desierto así que, hay terreno para disfrutar de la cara menos conocida del reino Alauí. Campos de labor que los últimos días del invierno ya enseñan la primavera pintando de colores los paisajes. Lomas y llanuras, curvas suaves y rectas largas por carreteras de doble sentido de circulación perfiladas por hileras de arboles destinados a dar sombra a los viajeros. La modernas carreteras han acabado con los arboles que las bordeaban. Aumentan la gravedad de las lesiones en caso de salida del carril de los modernos vehículos. Nadie imagino esto hasta hace poco mas de 50 años. Los arboles a los bordes de las vías de comunicación servían, y sirven para dar sombra y protección a los viajeros. Claro que no es necesario para los automóviles con aire acondicionado, claro que es fundamental para los peatones y los carros de tracción animal. Estos, los usuarios mas humildes de las carreteras aun son frecuentes en las rutas locales de Marruecos, y por tanto las carreteras en la deliciosa sombra generada por sus legiones de frondosos arboles.

Finalizadas las llanuras recalamos en Bin el Ouidane. Hotelito frente al lago tras superar un divertido puerto de montaña y la tranquilidad de un buen viaje que por ahora cumplía todos sus objetivos sin mayor incertidumbre.

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