MATIAS HARDY Argentino radicado en México desde hace 7 años e involucrado en el motociclismo solidario, líder de la Fundación Motodestino, dejó todo atrás  para emprender este viaje con una maravillosa misión:  Documentar la problemática del agua potable en África.

«Aquí me he quedado viviendo para darle la vuelta al mundo.  Para poder lograr este sueño, un viaje en moto por África y Europa, hay que comprometerse con él y ponerle fecha.  Dejé a mi esposa prometiendo volver y a mi empresa Motofeel en manos de mis socios, solo tenía que confiar y tener fe que estaba haciendo lo correcto. Ahorre 6 años, estudie las rutas y experiencias de otros viajeros que anduvieron por el continente negro, Pese a sufrir un accidente en moto 1 mes antes de partir, tuve que posponer la partida 3 meses, tenía claro que debía salir y lo hice. Siempre he viajado en motos de media cilindrada, en 2010 desde Argentina a New York en una Honda 600 y en 2015 de México a Alaska en una Ducati Scrambler 800. El viaje por África y parte de Europa llevó más de ocho difíciles meses y 50.000 km, este recorrido lo hice  en una honda CRF 250 Rally que compre en Sudáfrica».

MI viaje por Africa empezó por el este, desde Sudáfrica hasta Egipto. Elegí esa ruta por lo favorable de las visas y la belleza del recorrido.Tome la decisión de montar esta pequeña moto sin conocerla demasiado, solo confié en la marca japonesa, cuando la viy la manejé me enamore inmediatamente, supe que era la indicada, con 10 litros recorre 300 km y una excelente suspensión para los terrenos africanos.

Prepare la moto en casa de quien me la vendió y dió alojamiento. Le sume maletas de lona laterales, maleta de tanque y un tanque extra de 5 litros.Todo este tiempo, pensando en esta aventura, lo que más me preocupaba eran las fronteras y visas.

Tenía que atravesar muchos países los cuales no tenía la certeza de cómo era la política fronteriza y si mi pasaporte era apto para tramitar todo en la misma frontera o debía hacerlo previamente, así que tome el riesgo y partí a recorrer la bellísima Sudáfrica, con mar, desiertos, animales salvajes y parques nacionales, mi sorpresa fue recibir ayuda de los locales dándome casa y comida en diferentes partes del país.

Subí a Sani Pass, un paso a más de 3000 metros, para entrar al  pequeño país de Lesoto, donde para mi sorpresa necesitaba una E-Visa que pude tramitar colgado de un wifi del bar más alto de Africa. Me pase un mes dentro de Sudáfrica, conociendo cientos de lugares, donde los elefantes, cebras y hasta un avestruz corrió en frente de mí y no me dejaba pasar, una experiencia única.

En este recorrido el foco estuvo puesto en entender los problemas con respecto al agua y la carencia de la misma, este mismo foco que ya puse en viajes anteriores. Este problema lo he experimentando en grandes ciudades, como ciudad del Cabo en Sudáfrica, este tipo de problemas se dan por peleas que involucran el poder político y personas que no hacen lo correcto en sus puestos de trabajo.

Este cóctel, es una problemática para los humanos que menos recursos tienen y está aplicado por un sistema perverso que solo beneficia a unos pocos.

Antes de llegar al siguiente país, Namibia, pase por una zona complicada para la obtención de agua limpia, Springbok, donde contacte a un grupo de familias que necesitaban filtros de agua. Compre 10 filtros hechos en Baja California para ir donando por el camino. La experiencia fue maravillosa, comer, convivir, escuchar su dialecto, fue la mejor retribución de la gente Namibia. 

Entre a Namibia mostrando mi pasaporte y la visa previamente tramitada en Sudáfrica, también ya tenía en mi poder un documento especial para viajar con vehículos en África, el carnet de Passage,  en Aduana tienes que dejar el valor de tu vehículo en la cuenta de la organización que la proporciona, la FIA, este procedimiento es para que no vendas tu moto en esos países, es una garantía.

Recorrí 3000 km de sur a Norte, mucha tierra, paisajes increíbles, acampando en lugares salvajes, vi miles de animales, diferentes tribus y escuché diferentes dialectos de personas con las que solo podía comunicarme con gestos. Botsuana por suerte me permitió tramitar la visa en frontera, casi todos los países te cobran unos 50 dólare. El delta del Okavango, me recibió con hipopótamos, muchas aves muy raras, ya a esa altura no veía personas de piel blanca como en el sur.

Siguió Zimbague donde visité las cataratas Victoria, un espectáculo natural único. Mozambique requería visa y tuve que tramitarla previamente, pero fue maravilloso entrar a un país donde hablan en portugués, me sentí más cómodo. En los demás países un poco de inglés y los idiomas locales.

Mi moto se comportaba perfectamente en todo terreno, se conseguía gasolina  mientras sigas rutas conocidas y en cada frontera compraba una sim card para estar comunicado. Lo increíble es que hay señal en todos lados, usan el teléfono para pagar casi todo, enviando mensajes de texto. Me apoye mucho en aplicaciones e información que iba obteniendo de foros y de otros viajeros.Ya estaba en  la África negra y era inevitable observar en todas las carreteras a personas acarreando agua por la falta de distribución de la misma, No es un problema de escasez, sino falta de infraestructura.

Me dedique a donar filtros en Namibia, Botsuana y al entrar a Malawi encontré una escuelita sin pupitres que no tenia agua potable a la cual le instalé uno, el maestro me decía que los cuidaba del cólera. En ese lugar, los besos y abrazos de los niños fueron una sensación única

Malawi es un pequeño país que se situa alrededor de un gran lago, me alojé en un pequeño hostal donde conocí a Dino y Saly, una apareja de Australianos que viajaban en una KTM 950 Súper Enduro y llevaban mi mismo rumbo, platicamos y decidimos continuar el viaje juntos. El viaje había cambiado por que se tornó más divertido y de mucho aprendizaje, ellos ya tenían muchos viajes por el mundo.

Estaba a punto de poner a prueba  que una motocicleta 250 CC, podía ir a  la par de una moto «grande».

A Tanzania entramos los tres unos cuantos kilómetros pese a que era tarde, ya que la política siempre fue no dormir en fronteras, ni viajar de noche. Saly era la navegante, ella proponía rutas que debatíamos en las noches de campamento;  entonces elegimos una ruta que sin saber, se convirtió en durísima con muchísima tierra, lodo y pequeñas aldeas donde parábamos a dormir.

Apuntábamos hacia el Monte Kilimanjaro, cuando lo que vimos nos impactó: una montaña nevada en un paisaje lleno de elefantes y jirafas.  Ya me quedaba solo un filtro de agua, el cual donamos a una comunidad en la frontera con Kenia.

Tantos kilómetros de tierra, arena y lodo descastaron el sproket delantero e inutilizaron la cadena de la moto. Pero no paramos, decidimos ir hacia el Sur, Dar Es-salam es (capital económica de Tanzania), desde allí pasamos a la isla de Zanzibar y a la vuelta recorrimos la ciudad en busca de refacciones en pequeñas tiendas, por suerte conseguimos todo para mi pequeña Honda.

Kenia tiene muchísimo para recorrer, las carreteras tipo rally, paisajes, muchísimos animales… fueron una constante hacia Etiopia, el lago Turkana nos despidió para entrar al país donde se origino el café. Esa frontera estaba muy caliente por la migración de  personas de Somalia, pero pudimos pasar sin problema. Hasta aquí la comida era básica y muy aburrida, arroz, frijoles, carne o pollo, pero en Etiopia los sabores y platos mejoraron rotundamente, lo cual disfrute mucho junto a diez variedades de cerveza.

Llegando a la frontera con Sudan nos detuvieron en la ruta porque habían asesinado al director de la obra hidroeléctrica más importante que maneja el agua del Nilo, un conflicto político el cual estaban buscando responsables y a nosotros también no interrogaron.

Muchos nervios, gente armada y lluvia nos acompañaron hasta salir del país, una experiencia que marca lo importante que el agua resulta, más en esas zonas donde el Nilo da vida en la región. Sudán es un país árabe con calor extremo en agosto, desiertos, pirámides desconocidas y una cultura muy extraña para los occidentales. Fue exuberante y maravilloso, la gente se reúnía a tu alrededor, muy curiosos y amistosos.

No sabía si en la frontera con Egipto me iban a dar la visa, pero me arriesgué y funcionó, lo único es que tarde más de 6 horas en pasar y solo pude hacerlo con la ayuda en un fixer.

Una región majestuosa al borde del Nilo me sorprendió con cientos de lugares históricos, coronamos la experiencia en el Cairo visitando las pirámides. En Alejandría visité a la empresa que envía motos a Europa la cual contacte meses antes.

Subí la moto a un barco por una cantidad de dólares considerable, yo subí a un avión muy barato y mi destino fue Italia. A los pocos días recogí la moto, me dedique a recorrer Italia, Francia, España, Portugal y como último país del recorrido africano, entré a Marruecos.

Este viaje llegaba a su fin, envié la moto desde Madrid a los Ángeles. Pude pagar ese envío con lo que me ahorre de gasolina, desde EEUU entre por Tijuana y recorrí los difíciles caminos de la baja California, pase en ferri y me dirigí a mi destino final: Ciudad de México, donde familia y amigos me esperaban para darme un gran abrazo.

Esta experiencia me dejó mucho aprendizaje, África no es peligroso, se puede viajar en una moto pequeña y la problemática del agua en un tema común en regiones subdesarrolladas, estamos hermanados por los mismos problemas, la vida es un viaje y la filosofía que uno crea y aprende en los viajes, es aplicable en la vida cotidiana, todo pasa por algo y cada día es un ladrillo para construir tu sueño. Solo hay que ponerle fecha de partida y lanzarse con confianza, que el mismo camino te va a enseñar cómo y por dónde ir.

Lo más difícil es salir.

Relato original en https://aliciasornosa.com/relatosmoteeros-agua-en-africa/