Roberto Peregrin, 1963. Murciano de nacimiento y madrileño de adopción. Roberto ha hecho de su pasión por los viajes su profesión. Trabaja en turismo desde 1983 en el sector de agencias de viajes, con alguna incursión en el mundo de la hotelería.Por necesidades de su trabajo, domina 4 idiomas y chapurrea en otros 4 más, lo que facilita mucho la comunicación en sus viajes en moto, sobre todo en el paso de fronteras ‘complicadas’.No se considera un piloto ‘racing’, prefiere las rutas asfalto y trail sin demasiadas complicaciones.Ha recorrido España y Portugal, buena parte de Europa hasta Rusia, casi toda Sudamérica y Africa desde Ciudad del Cabo a EL Cairo. Disfruta igual en un gran viaje de 12.000 kms que en una escapada de 3 días por España y Portugal, pero siempre que puede vuelve a Marruecos buscando nuevas rutas. Le encanta compartir experiencias y aprender de otros motoviajeros.

Parecía que nunca llegaría el día de iniciar nuestra aventura…

pero el tiempo no se detiene y allí estábamos todos, en la Plaza de España de Barcelona, listos para zarpar rumbo a una nueva experiencia en moto: la vuelta al Mediterráneo. Con las ultimas noticias de Libia, algunos estaban inquietos pero finalmente decidimos mantener el viaje y, una vez en la frontera de Egipto y Libia tomaremos la decisión.

Las sensaciones en un viaje de esta envergadura son muy curiosas, sobre todo como van cambiando con el tiempo, al principio, mucha emocion con los preparativos y alguna preocupación con los posibles problemas, de ahí pasas al miedo y la incertidumbre, que se convierte en euforia el día de la salida, seguida de una especie de calma de ‘por fin ya estamos en marcha’. Luego vuelven los nervios y empiezan los fallos y torpezas de los primeros días; se rompe la radio o no funciona, no encuentras las cosas, una moto que falla, pierdes o se te olvida algo… todo esto va pasando poco a poco según avanza el viaje hasta llegar al punto en que todo esta en su sitio, recoges la habitación rápido y sabiendo donde esta cada cosa, todos estamos listos a la misma hora y empezamos a funcionar como un reloj, disfrutando del compañerismo y la camaradería que hacen de estos viajes una experiencia maravillosa que provoca una estado de euforia y que te recarga de energías cuando ves las cosas que se pueden conseguir con ganas y trabajo en equipo… ¡yes we can! Obama dixit.

Aprovechamos nuestro fugaz paso por Roma para dar un paseo con las motos a primera hora: el Vaticano, el Coliseo, el Foro y… a la carísima autopista italiana, rumbo a Bari, directos al ferry que nos llevaría a Igoumenitsa, frente a la isla griega de Corfú. Los camarotes son diminutos, tanto que nos recuerdan la famosa película de los Hermanos Marx… ¿¿Donde estará Groucho??   A dormir!!

Desembarcamos y directo a la ruta, pero hace frio, mucho frio y decidimos parar a desayunar en el único bar abierto, a ver si sube un poco el sol y calienta algo. Según ganamos altura, el termómetro cae a plomo hasta los 8 bajo cero. Es un frio atroz, que solo aliviamos al pasar por los túneles, donde la amplitud térmica pasa de -8ºC fuera a +12ºC dentro del túnel mas largo. La nieve empieza a aparecer, el asfalto esta lleno de sal, asi que decidimos parar en un punto con buenas vistas a tomar unas fotos, momento que todos aprovechamos para corretear y hacer flexiones tratando de recuperar el calor perdido.

El sol empieza a calentar y los kms caen deprisa ya que la autopista es moderna y barata: 3,8 eur en total por mas de 600 kms. Además, las motos pagan la mitad que los coches, no como en España que pagan lo mismo.

Decidimos dormir en Alexandroupoli, una ciudad mediana con hoteles de playa. Nuestro hotel está a pie de arena y dejamos las motos en la puerta de la habitación, cosa que se agradece a la hora de descargar el equipaje, radios, GPS, bolsas y demás aparejos.

Para cenar, nos acercamos a una taberna típica griega. El simpático dueño apenas nos entiende, así que decide meternos a todos en la cocina y empieza a abrir cámaras frigoríficas con pollo, cerdo, verduras, ensaladas, quesos… y elegimos ‘a dedo’ lo que vamos a tomar: brocheta de pollo y otra de cerdo, rico y muy especiado.

Al dia siguiente tiramos rápido hasta la frontera turca. La salida de Grecia son 10 segundos pero en el lado turco, la cosa es mas compleja: enseñamos la docuentación de la moto y pasaporte en 5 sitios diferentes antes del llegar al cartel de ‘Welcome to Turkey’.

Paramos a repostar y nos quedamos helados al ver que la gasolina cuesta 2 euros el litro. Nuestro presupuesto se consume a gran velocidad por culpa de los altísimos precios de los combustibles.

Vamos rumbo a Estambul por la orilla Norte del Mar de Mármara, no es lo mas rápido pero si la ruta mas bonita. Paramos a media mañana a tomar un aperitivo que incluye jamón ibérico y queso manchego que todavía nos queda y que, al borde del mar sabe a gloria…

Llegamos a Estambul, superando su caótico tráfico, nos instalamos en el hotel, cenamos y nos tomamos un gin-tonic mientras esperamos a Julian Randle, que llega sobre las 23:40 directo desde Buenos Aires a tomar el relevo de una de las motos.

Tras un rico desayuno, salimos temprano en dirección a Agyasofya o Santa Sofia. Llegamos  gracias al GPS, con muchas calles cortadas por obras. Aparcamos en la puerta para tomar unas fotos y aparecen unos policías en unos triciclos eléctricos, tipo Segway. Eduardo, fiel a su estilo, pasa al ataque y en 5 minutos esta paseándose con el juguete del policía mientras hacemos unas fotos. Al acabar, el poli nos pregunta que si tenemos tiempo para tomar un café. Nos dice que le acompañemos y nos lleva al despacho del capitán de la policía turística, que tiene unas vistas fabulosas sobre la Gran Mequita Azul. Nos ofrecen un té y agua; que buena es la hospitalidad turca!! Dejamos las motos aparcadas y nos dirigimos a Santa Sofia para visitarlo por primera vez sin andamios en su interior; resulta todavía mas hermoso y sobrecogedor, parece increíble que este edificio pueda tener mas de 1.500 años.

Según avanzamos, los días son más cálidos y soleados, el frío parece dejarnos un respiro.

Esta mañana Edu Camps se vuelve a Barcelona, Julián y Eduardo lo han acompañado al aeropuerto. Salimos mas tarde de lo previsto, lo que nos supone ir con el tiempo justo de llegar a Izmir con luz de día.  Los kms caen entre paradas en bares de gasolinera, tomando té, café y una buena comida a base de sopa de garbanzos y brochetas de cordero. Por la tarde paramos en esos puestos de venta de frutas y productos típicos. Es de una familia muy humilde que vive allí mismo con sus niños. Ninguno habla otra cosa que turco, pero son amables y siempre están dispuestos a regalarte una sincera sonrisa. Buena gente que vive de la venta de sus productos: miel, higos secos, alcaparras, aceite de oliva, aceitunas enormes y unas salsas rojas que no sabemos lo que son.

Comemos higos secos con almendras, nueces, chocolate… y dedicamos un buen rato de charla, frente a las motos, calentados por el suave sol de la tarde, que poco a poco se va acercando inexorablemente a la línea del horizonte.

Llegando a Izmir, encontramos unas pocas curvas cerradísimas y con gran pendiente. Jordi Sirera se emociona dando unas buenas tumbadas para ‘pulir’ los laterales del neumático, que ese nos esta quedando cuadrado de tanta autopista.

Izmir es la tercera ciudad de Turquía, con 2 millones de habitantes. La circulación no es tan caótica como Estambul pero tampoco resulta fácil moverse.

El sol sigue bendiciéndonos con su presencia. La temperatura va subiendo día a día según bajamos hacia el Sur.  Salimos por la autopista de peaje, saltándonos los controles porque no hay nadie y desconocemos como se paga: No hay ticket, no hay para pagar ni con visa ni con efectivo. Al salir de la autopista encontramos un ‘peaje habitado’. Como somos buenos ciudadanos pagamos lo que tocaba y nos dieron una tarjeta magnética que debe ser con lo que se paga mas adelante. Poco a poco empezamos a tocar la costa sur, con unas formas recortadas, acantilados y playas se suceden ante nuestros ojos. La carretera va serpenteando, subiendo y bajando continuamente, con unas pendientes del 10 al 15% que en algunos casos resultan vertiginosas.

Llegamos a Marmaris, que junto con Bodrum es la capital de las goletas turcas de alquiler. En Marmaris se nota la influencia del turismo, es una ciudad limpia y cuidada con un paseo marítimo flanqueado por docenas de goletas esperando clientes. Pere Vicens localiza un restaurante para comer pescado, situado en una galería comercial cubierta y no podemos dejar las motos solas, asi que nos metemos por la galería con las motos como si nada y las dejamos en la puerta del restaurante. Tras un delicioso almuerzo a base de pescado fresco, seguimos ruta a Fethiye buscando un hotel que nos recomendó el dueño del restaurante. La Bahia de Fethiye es muy cerrada, con aguas calmas y rodeada de montañas.

El hotel es sencillo, con habitaciones diminutas y pensado para el turismo ingles barato, pero está limpio y nos cobraron 27 Eur por persona con cena y desayuno incluido. Que más se puede pedir?

La siguiente etapa salimos un poco mas temprano para tener mas tiempo en las paradas. La ruta sigue siendo preciosa, con miles de curvas, a cual mas peligrosa, ‘son su aceite y todo’… Pero somos prudentes y disfrutamos con la conducción y el paisaje. Las motos van bien aunque la de Sirera hace mucho ruido de distribución, suena como el motor Diésel Perkins de un viejo Seat 1500…

Almorzamos en Finike, otro pueblo costero, menos turístico, donde seguimos la ‘dieta’ de brochetas y mezze a precios populares.

Por la tarde atravesamos Antalya y se nos pierden Sirera y Julián. Nos mantenemos todos en ruta y mandamos un SMS a Jordi citándolos a la entrada del destino de la jornada: Alanya. Llegamos y nos estaban esperando en la gasolinera lavando las motos. Nos informamos y reservamos un hotel de 4* moderno por 33Eur con cena y desayuno incluidos… ¡Vamos mejorando!

Iniciamos la que será la etapa mas exigente del viaje… por ahora. Aunque no son demasiados kms, nos divertimos con mas de 300 kms de curvas, subidas y bajadas como una montaña rusa, pero siempre junto al maravilloso y tranquilo Mediterráneo. El día es claro y en algunos momentos adivinamos la silueta de la isla de Chipre, situada a menos de 70 kms de la costa turca, recortada en el horizonte. Todos disfrutamos de lo lindo, pero hasta lo bueno cansa y pasadas 5 horas de curvas estamos agotados y paramos a comer. Por la tarde incluso agradecemos unos kms de autopista antes de lo previsto, lo que nos permite hacer una buena tirada hasta Adana.

Cada día salimos mas temprano, en poco menos de una hora alcanzamos el golfo de Iskenderun (Alejandreta), el lugar mas oriental del Mediterráneo. Seguiremos un poco mas al Este hasta los 36º30’E para luego tomar rumbo Sur.  La salida de Turquía es sencilla pero lenta.

Llegamos al lado Sirio y es una locura con poca información, gente que se cuela, mil trámites para entrar con las motos y un personal que no entiende nada. Tras 145 minutos… Welcome to Sirya!. Tomamos rumbo a Aleppo, los GPS aquí no funcionan y nos guiamos por las escasas señales de trafico. Rodamos despacio, la ruta es mala y el trafico peligroso. Al llegar a Aleppo empiezan las tensiones: intentamos ir a un hotel a negociar precio o informarnos y los GPS nos meten por calles prohibidas y cambian la ruta, hasta que, cansados de dar vueltas, pedimos a un taxi que nos guie, lo que hace con una sonrisa y sin cobrar nada; ¡simpáticos estos sirios!

El cansancio empieza a hacer mella en el grupo y hay que aflojar el ritmo. Nos damos un paseo por la ciudad, el bazar y la ciudadela de Aleppo, que es impresionante, no tanto por su tamaño medio sino por su excelente conservación y su ubicación, rodeada de la ciudad antigua. Las calles de Aleppo todavía guardan edificios de la época colonial francesa, la mayoría muy decadentes pero que mantienen como pueden su ‘elegance’ de los años 20 del siglo pasado. Cenamos en el mejor restaurant de Aleppo, con vistas a la ciudadela, atendidos por un personal amable que nos sirve unos platos enormes y muy bien presentados, que no somos capaces de acabar. Agradable paseo hasta el hotel, situado a un par de kms, para bajar la cena y… a dormir!

Salimos muy temprano hasta la ciudad de Homs, donde tomamos desvío direccion Tartús hasta encontrar la impresionante fortaleza cruzada de ‘Crac des Chevaliers’. Esta situada en una enorme atalaya a la que subimos por unas curvas con pendientes del 18%, algunas en 1ª marcha. Dejamos las motos en el parking, a cargo de un ‘vigilante’ local. La visita, con guía es muy interesante y agradable. Desde las torres de puede ver el Mediterráneo, situado a unos 45 kms. Esta fortaleza es la mejor conservada del mundo de las cruzadas y lugar estratégico en la época de Ricardo Corazón de León. Tras la visita y la preceptiva foto con las motos frente al castillo, almorzamos en un restaurante con vistas, atendidos por un camarero sarasa, simpatiquísimo y ‘sospechosamente cariñoso’ con Jou… El tipo lo mismo hablaba en español que en japonés, alemán o ruso. En un momento había en el restaurante 150 personas y el atendía todas las mesas, con ayuda de camareros, pero sin apuntar nada!. Todo un show inesperado mientras disfrutábamos una de las mejores comidas del viaje, todo ello con unas hermosas vistas sobre Crac de los Caballeros.

Seguimos rumbo a la frontera libanesa. La parte Siria es pesada, con los mismos trámites y tasas de aduanas: de salida, de tráfico, de no se que… pero vamos mas rápido pues ya conocemos el proceso. El tipo de las tasas era un gordo, calvo, feo y de paisano que tomaba te en un bareto cutre junto a la aduana… Los aduaneros eran más simpáticos y nos invitan a un té, que parece mate argentino. Julián, emocionado, saca la cámara de video para grabarlo y casi lo matan… NO CAMERAS!!

Ya en Líbano tomamos algo fresco y seguimos ruta a Beirut. El paisaje es feo, con edificaciones cutres y muchos coches Mercedes 300D de los años 70, hechos polvo y con conductores suicidas que van derrapando y haciendo chillar las ruedas siempre que pueden. Nos avisan que hay manifestaciones del partido musulmán de Hariri, en Trípoli, en nuestra ruta, y que nos preparemos para atascos monumentales. No mentían; 19 kms antes de Trípoli encontramos un caos de tráfico descomunal, gente gritando con banderas y coches literalmente empapelados de carteles de Rafik Hariri, asesinado por terroristas pro-sirios, y su hijo que fue primer ministro de Líbano hace unos años. Las motos se vuelven a calentar… y los nervios también. Nos saltamos la mediana y rodamos en dirección contraria, esquivando el trafico que viene de cara a no mas de 10 kms/h. Retomamos la derecha y no hay forma de avanzar, buscamos posibles alternativas pero es difícil. Finalmente hablo con un joven, le pido que nos ayude y nos pone a un chaval con un ciclomotor para guiarnos a la salida de la ciudad por calles menores. En cualquier país este servicio te costaría dinero, pero aquí la gente lo hace por gusto, también es verdad que las motos despiertan simpatía y solidaridad. En Alepo, el taxi que nos llevo al Sheraton tampoco cobró nada… solo recogió un par de pasajeros por el camino. Buena gente!.

En 10 minutos estamos fuera y rodando relajados… pero por poco tiempo. Llegamos a la circunvalación de Trípoli, que también esta colapsada. Busco un desvío que nos lleva al puerto, donde nos encontramos, de cara, con otra manifestación pequeña de gente gritando y con banderas. Nos miran con curiosidad y nos sonríen, algunos se hacen fotos con nosotros y siguen su camino.

Llegamos a la autopista y todo cambia. Parece que estemos en otro pais: buena carretera, gasolineras… y publicidad occidental por todas partes. Parece que la ‘pseudo frontera’ es Tripoli, que ya es una cuidad moderna y limpia.

Damos gas a fondo rumbo a Beirut, el sol se pone sobre el Mediterraneo a nuestra derecha, estamos a unos 4000 kms en linea recta de la costa española.

A solo 12 kms de Beyrut, otro atasco!! Como vamos muy cansados, decidimos buscar hotel. Acabamos en uno que sus 4 estrellas se van apagando poco a poco por falta de limpieza, mantenimiento y por un uso ‘mixto’ de las habitaciones. Prostitutas rusas se pasean por la recepción, jugueteando con adinerados clientes libaneses y de otros países árabes, que tienen en Beirut uno de sus burdeles favoritos.

Al día siguiente decidimos ir a desayunar a la famosa ‘corniche’ de Beirut. Encontramos una ciudad moderna, sin huellas de la guerra salvo algún edificio roto. Los hoteles y apartamentos de lujo se suceden por todo el paseo marítimo. Pasamos por la ‘Rodeo Drive’ de Beirut; una calle, replica de la misma en Hollywood, California, con tiendas y boutiques de gran lujo en una zona de preciosos edificios modernos de estilo árabe en piedra, incluyendo un ancho bulevar con unas flores primorosamente cuidadas y todo limpísimo.

Al salir de Beirut, los GPS van locos y no encuentran nada. Conseguimos salir de la ciudad, tras varias vueltas y errores, a base de marcar un punto en la ruta de Damasco y navegar hacia el. Las vueltas nos confirman lo que ya suponíamos: Beyrut es una ciudad fea, si exceptuamos la famosa Corniche, que a estas horas esta llena de gente paseando y haciendo deporte, es lo que en mi pueblo llamamos ‘el paseo del colesterol’.

La ruta hacia la frontera asciende violentamente a las montañas, con muchísimas curvas, pendientes salvajes, asfalto rayado, con un poco de agua… y el habitual desfile de psicópatas, asesinos en potencia y suicidas al volante… Esto sí es una actividad de riesgo! Con mucho cuidado salvamos la situación. Al empezar la bajada encontramos un trailer enorme que va haciendo ‘interiores y exteriores’ a todo el mundo; coches, otros camiones, furgonetas… y todo eso a una velocidad disparatada para las curvas que hay y un ‘aparato’ de 40 toneladas. Con mucho cuidado nos deshacemos de él. Llegamos al paso fronterizo, muy concurrido, y los oficiales libaneses son bastante amables. El tramite no lleva demasiado tiempo… pero ya llegaremos a Siria, tras rodar unos 3 kms, los sirios nos esperan para sacarnos la pasta por tercera vez, pero no será la ultima…

Conocemos el proceso de la aduana y las tasas, asi que rechazamos la ayuda de un ‘fixer’ o ‘arreglador’ de aduana. El tramite se termina en un rato y entramos en Siria por segunda vez. Gas a fondo rumbo a Damasco y, llegando a la ciudad, nos cruzamos con un loco en una moto deportiva, rodando a unos 140 Kms/h, en una rueda, con pasajero, camiseta y… los dos sin casco!  Aquí la vida humana vale menos que en Europa.

Bordeamos Damasco. Estamos cansados de ciudades caóticas y preferimos los espacios abiertos.

Salimos de Siria por segunda vez. Por alguna razón incomprensible, el tramite es rápido y no tenemos que pagar tasa de aduana. Llegamos a Jordania donde parece que todo es mas rapido; error!  Necesitamos más de dos horas.

Según vamos bajando hacia el sur y se notan los días más largos, como nos queda poca luz y no tenemos ganas de meternos en otra gran ciudad, nos saltamos Amman para llegar al Mar Muerto… literalmente muertos de cansancio. Allí nos quedarmos 2 noches a recuperar fuerzas… y calmar los ánimos; el cansancio empieza a sacar algunos gritos y discusiones absurdas cada vez que las cosas se complican. Si no descansamos, acabaremos todos cabreados. Es momento de parar un poco, recuperarse y seguir disfrutando de la ruta y el buen compañerismo que nos ha traído hasta aquí.

Algunos toman habitaciones individuales para dormir mejor, ya que todos emitimos ‘ruidos varios nocturnos’ que oscilan entre una batidora, una motosierra, una Montesa Impala, una Ducati  o una MV Agusta Brutale cortando gas a la entrada de una curva en circuito…

Julián decide irse al mar Rojo a bucear y quedamos en encontrarnos en Sta. Catalina, (Sinaí) o en Nuweiba, en la costa del mar Rojo.

El resto del grupo nos fuimos a visitar Petra, una antigua ciudad del pueblo de los Nabateos, con 2000 años de antigüedad. La ruta de ida transcurre inicialmente por la carretera que bordea el Mar Muerto dirección sur. En previsión de las altas temperaturas que anunciaban, salimos temprano y así nos salvamos de pasar excesivo calor. También nos ayudó un cielo encapotado, que hacía más soportable el “paseo” de tres horas. A la llegada a Petra, nos encontramos con una parte del aparcamiento en obras. Eduardo fue a la Policía Turística y les pidió poder aparcar las motos en su recinto, cosa que amablemente aceptaron, eso nos permitió dejar los cascos encima de la moto sin atar. Fuimos a sacar las entradas y nos sorprendieron “negativamente” por su importe, unos 50 €. El inicio transcurre por una estrecha garganta de roca, el ‘siq’, dejándonos sorprendidos al ver la fachada de un Templo con columnas de estilo griego, el Templo del Tesoro. La mayoría de las casas y tumbas están excavadas en la roca. Como fin de visita, subimos los 725 escalones que conducen a la edificación mas espectacular de Petra: El Monasterio. El esfuerzo vale la pena, el lugar es hermoso y las vistas son espectaculares.

De regreso al hotel, decidimos probar los baños de barro a orillas del Mar Muerto, donde la sensación de flotabilidad es extraña, te puedes, literalmente ‘sentar’ en el agua con medio cuerpo fuera, o tumbado sobre tu espalda, los brazos estirados en la nuca y los pies y media pierna fuera del agua. Después del baño, te embadurnas todo el cuerpo de una barro negro como la mina de un lápiz, lo dejas secar y te quedas ‘acartonado’, luego te metes en el mar para aclararte, sin meter la cabeza bajo el agua ya que la gran salinidad irrita mucho. Julián se capuzo todo y salio con los ojos ‘color salmorejo’.

El tramo mar Muerto – Jerusalem, sobre el mapa, es un recorrido corto… o eso pensábamos. Vamos directos al puesto fronterizo de Alenby, situado a pocos kms del hotel. Los policías jordanos se sorprenden que 5 motos quieran pasar por allí y nos dicen que no podemos pasar con vehículos, que ese es solo un paso para palestinos y que tenemos que ir a otro puesto, 70 Km. al Norte. Es absurdo, tenemos la ciudad de Jericó a la vista pero tenemos que hacer 150 kms para llegar hasta allí. Cumplimos ordenes y nos dirigimos, siguiendo el valle del río Jordan, hasta el Sheikh Hussein Bridge donde la salida de Jordania es relativamente cómoda, a la sombra, policías amables que, como siempre, escriben en el ordenador con un solo dedo…

Cruzamos el puente sobre el río Jodan y empiezan las emociones. Israel te recibe con una barrera deshabitada y un cartel que dice que esperes a que se abra. A 100 metros un tipo con metralleta me hace señas de que avances despacio. Al llegar a su altura, desde el interior de una garita de hormigón armado, nos pide que aparquemos las motos bajo un toldo, piden pasaportes, hacen preguntas, rellena un papel rosado con datos de las motos, nos ofrece agua y dice que esperemos. Al cabo de un rato, nos dicen que sigamos, solo 4 motos, hacia otra barrera y, cuando se abra, todo a la derecha. Avanzamos hasta llegar a una caseta donde hay mas gente armada, varias son mujeres, donde enseñamos los pasaportes, los sellan, hacen mas preguntas al ver tantos sellos de países árabes, especialmente el visado de Líbano y dos entradas a Siria. Hay unos baños y nos ofrecen más agua, hace calor. Nos piden que aparquemos las motos a la puerta de lo que parece un garaje cerrado, que saquemos todo el equipaje para ponerlo en unos carritos y llevarlo al scanner. Mientras pasamos una rigurosa inspección del equipaje, se llevan las motos al garaje cerrado, donde suponemos las están revisando y escaneando también. Alguno hace bromas diciendo ‘nos podían cambiar, de paso, aceite y filtros…’

Revisan toda la documentación y nos emiten un permiso para conducir en Israel. Todos los policías van con un sencillo polo blanco y un pantalón azul. Son amables y educados, te indican en todo momento lo que has de hacer. El tiempo pasa y al final hasta resultan simpáticos. Después de casi tres horas, nos dirigimos a la ultima barrera, que nos abre una guapísima soldado morena de labios carnosos y acento argentino. Que se diviertan!!

¡Welcome to Israel! Shalom!

El paisaje cambia radicalmente; ahora todo es verde, limpio y cuidado en esta orilla. Descendemos el valle del Jordan, por una bonita carretera de curvas suaves, atravesando paisajes verdes con cultivos intensivos muy avanzados que me hacen recordar los Almería. Israel, junto con Almería y Murcia, son los lugares donde la agricultura está más desarrollada a nivel mundial, existiendo estrechas relaciones con intercambio de tecnología de riego. Al llegar a Jericó, la ruta comienza a ascender hasta llegar a Jerusalem. Jou toma la delantera, pues navega mejor que nadie en ciudad, y nos lleva al hotel Alcazar. Al llegar, caras de sorpresa: no tiene ni cartel, es un edificio cutre típico del barrio donde estamos. Entro a investigar y descubro que si, que es un hotel, que esta abierto, que incluso hay algún turista y… que es muy cutre! Pero Jerusalem es muy caro y vamos muy pasados de presupuesto. El personal, palestino, es muy amable y nos ofrecen te y café mientras esperamos las habitaciones.

Subimos a nuestros cuartos con sospechas de que este edificio eran oficinas pues el techo es de corcho, la luz es una pantalla fluorescente descascarillada, y la moqueta tiene polvo y suciedad de la época de Jesucristo…

Estamos cansados y cenamos con los restos de comida española que nos quedan. Hace mucho frío y nos vamos a dormir, la calefacción no funciona…

Al día siguiente empezamos pronto para visitar a pie la ciudad vieja de Jerusalem; un recinto amurallado pequeño, muy bien conservado por el tipo de construcción, todo en piedra, y por las sucesivas restauraciones. Jerusalem es un lugar al que todo el mundo debería venir al menos una vez en la vida. Es la ciudad santa de las tres principales religiones monoteístas; Judíos, Cristianos y Musulmanes.

Paseamos por sus calles de piedra haciendo fotos a placer, la ausencia de vehículos hace que resulte especialmente agradable, además hay muy pocos turistas.

Tras el preceptivo control de seguridad, llegamos a la ‘zona caliente’: el Muro de las Lamentaciones, que linda con la explanada de las Mezquitas. Hay bastantes judíos rezando junto al muro y leyendo la Torá, su libro sagrado. Las juntas de roca del muro están llenas de papelitos con mensajes y oraciones, algunos colocados a bastante altura.

Sorprende ver incluso soldados de uniforme rezando, con el fusil colgado al hombro y armados hasta los dientes. A estas alturas, ver gente con armas no nos llama la atención. Pasamos otro control donde tienen banderas y bufandas del F.C. Barcelona. Las risas y las bromas no tardan en salir, con fotos incluidas: nuestro grupo, los soldados, el scanner y… la bandera del Barça!!

Paseamos a placer por la explanada de las mezquitas, donde se originó la segunda ‘intifada’ palestina. El lugar esta tranquilo con algunos turistas y varios corrillos de musulmanes, junto a la mezquita de Al-Aqsa, escuchando charlas religiosas a la sombra de los olivos.

Por la tarde nos acercamos a Belén, o Bethelem o Beit Lehem, donde está la iglesia de la Natividad, construida en el lugar exacto donde nació Jesucristo. Para esto hay que pasar a la zona administrada por la Autoridad Palestina, atravesando el impresionante muro que Israel ha construido. El control es atendido por jóvenes soldados judíos y, al otro lado, los policías palestinos. El muro impresiona por su altura, unos 15 metros de hormigón armado, coronado por una alambrada y varias torres de vigilancia.

La iglesia de la Natividad son en realidad tres, una Católica, una Armenia y otra Ortodoxa. Hay una cola de turistas para entrar, la mayoría parecen rusos ortodoxos que al llegar al interior se arrodillan y besan el lugar. Algunos rompen a llorar de la emoción. Son personas mayores conmovidas por la fuerte religiosidad del lugar.

Fuera de la iglesia, una plaza con una mezquita y un grupo de palestinos protestan con música y banderas. Sorprende que los palestinos son gente amable y educada, las mujeres van mucho menos tapadas que en Marruecos y, aunque son religiosos, no da la impresión de estar en un lugar donde se ‘cuecen’ atentados islamistas radicales. Ese radicalismo se lo han dado Irán, Siria y Hezboláh en Líbano. Seguramente si los dejaran reclamar sus derechos por otra vía mas pacifica y menos religiosa, las cosas les irían mucho mejor.  Saliendo del muro, volvemos a pasar el control israelí, donde una bellísima soldado de ojos verdes y uniforme militar registra las maletas de la moto de Jou. Yo no tengo ‘tanta suerte’ y no me registra…

Salimos de Jerusalem muy temprano bajo un chaparrón y bastante frío. Las dos cosas desaparecen rápidamente según descendemos hacia el Mar Muerto para tomar la carretera de Eilat a la altura de Jericó. Recorremos toda la orilla occidental del Mar Muerto para entrar después en el desierto del Negev, un lugar muy parecido alas imágenes que conocemos de Marte. En esta zona los israelíes realizan practicas de tiro y mantienen los arsenales nucleares que dicen que no tienen…

En dos ocasiones nos pasan por encima aviones de guerra, volando a muy baja altura, el ruido es tremendo incluso con el casco puesto y la moto en marcha.

Llegamos a Eilat, la Marbella israelí. Una ciudad limpia y cuidada con muchos hoteles. Estamos al final del Golfo de Aqaba y en apenas 40 Km. de costa hay 4 países: Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudí, por este orden de Oeste a Este. La salida de Israel, con mucha seguridad, es cómoda y relativamente ágil, pero al otro lado nos están esperando los ‘funcionarios depredadores’ de Egipto que nos las harán pasar putas.

El proceso, que dura más de 5 horas, es agotador y en el lugar no hay donde comer ni beber, hace calor, esta sucio… Tras descargar todas las motos, pasar las bolsas por el scanner (para impresionar) registran las bolsas, una a una, buscando no se qué, pero revolviendo todo el equipaje. Nos piden el pasaporte dos veces y marean bastante. Al terminar, nos mandan a sellar pasaportes (ya tenemos el visado desde España) y.. no hay nadie. Llamamos y aparece un poli que mira los pasaportes varias veces y nos manda a sellarlos a otro sitio donde hay varios tipos, todos de paisano menos uno, que sella los pasaportes. Volvemos a la caseta y… vuelve a estar vacía!! A lo lejos, desde una silla y con cara de cansado, el poli de turno nos dice que pasemos. Vamos a la aduana… para empezar, en árabe y de muy malas maneras nos piden:

3 fotocopias del pasaporte, 3 del visado y sello de entrada, 3 de los papeles de la moto, 3 de las tapas del Carnet de Passage y otras 3 del interior… Total 75 fotocopias que un repugnante oficial nos hace a precio de oro en otro edificio del recinto. Regresamos a la aduana y me piden que rellene un formulario, todo escrito en árabe, no logro adivinar lo que hay que poner y escribo lo que me parece; me invento teléfonos, direcciones y todo lo que se me ocurre. El tipo rellena 2 formularios con 4 calcos cada uno, se queda con algunas fotocopias y nos pide 350 Eur. por todo. Luego vamos a contratar el seguro, donde otro tipo rellena otros dos papelotes con más calcos azules y nos saca otros 7 Eur. al menos el seguro es barato. De ahí a otro despacho donde, con gran parsimonia, el tipo de los seguros nos matricula las motos en Egipto y nos hace un permiso de circulación en árabe y carnet de conducir, todo plastificado, rellena dos formularios más, nos pide que traigamos las motos a su puerta y nos da las placas de matricula escritas en árabe.

Mientras las colocamos, los aduaneros tienen la desfachatez de pedirnos propina de forma insistente…  Después de 5 horas de puteo, me pides propina?  Empiezan a poner mala cara y nos vamos. A la salida del recinto nos paran en la barrera, nos piden el pasaporte por enésima vez y nos dejan ‘macerar’ al sol con las motos unos 5 minutos antes de abrir la barrera. Y… welcome to Egypt??  Noooo!!

A 500 metros hay otra barrera, con tipos de paisano armados con fusiles, delante de un cartel que pide 75LE por persona y 35 por vehículo como tasa de no se qué. Nos cabreamos. No nos quedan libras egipcias, ofrecemos Euros o Dólares y de malas maneras nos dice que NO. Vuelvo a la aduana a cambiar al banco, para lo que necesito mostrar mi pasaporte otras 4 veces antes de volver al control donde me esperan los demás. Pagamos, nos dan 10 papelotes y, por fin estamos en ruta. De camino a Nuweiba pasamos 3 controles inútiles, como todos los de Egipto, donde piden pasaportes, permisos de circulación y hacen preguntas estúpidas. En uno de ellos el policía no sabe leer; mira mi pasaporte por la pagina del visado de Turquía y le parece estupendo…

Llegamos al destartalado Hilton Nuweiba y, más control en la puerta, pasaportes y permisos de circulación egipcios. Cuando estamos aparcando, el de seguridad nos pide también el carnet de conducir español!!  Lo mandamos a la mierda los 5 a la vez, estamos muy cabreados y hartos del mamoneo y que nos saquen dinero de forma continua, antipática e insaciable.

De Jerusalém a Nuweiba hemos invertido 5 horas en ruta y otras 5 de aduanas y controles. Desesperante!

En la cena acordamos descansar a la mañana siguiente y partir al Monte Sinai después de comer.

Dedicamos la mañana al relax, tomar el sol, leer o hacer mecánica. Algunos nos bañamos en el mar Rojo por primera vez. Almorzamos pronto y salimos hacia el centro del la Península del Sinaí, donde se encuentra el Monasterio de Santa Catalina. Según vamos ganando altura el paisaje cambia drásticamente, con enormes rocas de arenisca talladas por el viento y bastante arena por todas partes, recuerda mucho al Wadi Rum de Jordania, algunas zonas del Akakus de Libia o a Catamarca en Argentina. Hay curvas donde se han formado pequeñas lenguas de arena en la carretera a causa del viento, por suerte no hay trafico y las esquivamos pasando por ‘lo negro’; nuestras pesadas motos no son lo mejor para rodar sobre arena. Encontramos algunos beduinos y le damos toda la comida que llevamos a un niño con un camello. Se marchó tan contento.

Llegamos a la ciudad de Santa Catalina; apenas unas cuantas casas esparramadas por las laderas de un valle, rodeado de rocas inmensas que alcanzan los 2.000 m. De altitud. Estamos a 1535 m. sobre el nivel del mar, hace bastante frío y fuertes ráfagas de viento intermitentes. Nos alojamos en el hotel ‘Morgenland’ cuyo horrible nombre significa ‘la tierra del amanecer’ en alemán. Una de las principales actividades aquí es subir al monte Sinaí a ver amanecer.

Salimos muy temprano para hacer una visita privada del monasterio ‘arreglada’ por Julián ya que es viernes y solo abre de 11 a 12 de la mañana. Nosotros tenemos que estar en Cairo antes del anochecer y de otra forma no lo hubiésemos visto. Conseguimos entrar al interior del recinto amurallado y dar una vuelta, sin entrar a la iglesia principal ni a la biblioteca, una de las mas importantes del mundo en libros religiosos. También pudimos ver la ‘zarza que no se consume’ que encontró Moisés, según la Biblia. La planta, con aspecto de zarzamora silvestre, todavía sigue viva y, aunque dicen que no se consume con el fuego, le han puesto un extintor al lado… por las dudas… Tomamos unas buenas fotos de todo el monasterio amurallado desde un punto elevado al pie del monte Santa Catalina. El monte del otro lado es el Monte Sinaí o Monte Moisés o Gebel Musa para los árabes. Al poco tiempo empezó a nevar. Caía una especie de hielo duro, del tamaño de granos de arena, al principio poca cantidad pero enseguida empezó a ‘llover arena de hielo’… en pleno desierto del Sinaí. Bueno, estamos a 1.816 m sobre el nivel del mar. Por seguridad agarramos las motos y salimos, rapidito, en dirección Cairo, buscando el otro lado de la península del Sinaí, por el golfo de Suez. La carretera, desierto de montaña con algún oasis, es bonita hasta que llegamos a la costa, donde ya abundan los camiones conducidos por los habituales psicópatas egipcios, instalaciones industriales y, en la lejanía, se ven los pozos de petróleo del Mar Rojo.

La entrada a Cairo, caótica como jamás hemos visto nada. Julián se perdió y nosotros tomamos una autopista por el Sur de Cairo hasta llegar a las pirámides y nuestro hotel, no sin antes arriesgar la vida en varias ocasiones….

Mientras cenábamos llegó Javier desde Barcelona. Se une al grupo con la moto de Julián Randle que vuelve a Buenos Aires. Le contamos las novedades y nos vamos a dormir.

Salimos pronto a visitar las pirámides, que las tenemos a 10 Km. del hotel. Tras el habitual pago de tasa y registro policial absurdo, entramos en la zona de las pirámides. El corazón se me acelera al rodar, sobre mi moto, ante 5.000 años de historia. Una sensación de haber llegado a un lugar tan importante, después de un estupendo viaje por tierra. Qué emoción!

Hacemos una buena sesión de fotos y video, paseando a placer por las pirámides y la esfinge, antes de regresar al hotel a dejar las motos y tomar un minibus para visitar la ciudad. Nos dirigimos a la Plaza Tahrir ahora llamada Plaza de la Revolución, esperando encontrar algo de ‘ambiente’ y no queda nada, solo un edificio quemado, gente paseando, mucho trafico y una mujer con una gran bandera egipcia. Seguimos la visita a Khan el Kahalili, el mayor bazar de la ciudad. Contratamos un guía local para no perdernos y para que ‘espante’ a los demás guías espontáneos. Tomamos un té en el famoso café El Fishawi, un lugar encantador y muy agradable si no fuese por las docenas de vendedores, pesadísimos, que entran a probar suerte con nosotros. Cansados de tanto follón, seguimos la visita, algunos hacen compras. Buscamos comprar un backgammon bonito y nos llevan a otro barrio donde no hay tiendas para turistas, solo un mercado de verduras y frutas local, panaderías, talleres, una mini imprenta y dos artesanos del backgammon.

Los tipos hacen un trabajo delicadísimo, incrustando miles de piezas de nácar en la madera hasta conseguir unos mosaicos muy bonitos. De regreso al punto de encuentro, entramos en una mezquita, cuyo nombre impronunciable no soy capaz de recordar. El lugar es tranquilo y apacible, sin turistas. En el patio central de la mezquita la gente pasea, charla, se hace fotos con los amigos o simplemente medita en una esquina, como una bellísima mujer que vimos, en estado de trance. Parecía de algún país como Uzbekistán o Kirgyzstan por sus rasgos asiáticos suaves. En la zona cercana al Mihrab, la gente rezaba de rodillas, mirando al cielo, meditando… en definitiva, hablando con Dios, seguramente buscando consuelo y ayuda a sus problemas de cada día. Discretamente hacemos fotos sin molestar y a nadie le llama atención nuestra presencia.

Despedimos a Julián, en medio del caótico trafico cairota y regresamos al hotel para repasar aceites en las motos y entregar herramientas, teléfono satélite y demás enseres a los 3 valientes que se quedan: Rubio, Vicens y Javi.

Desayunamos pronto y con las despedidas de nuestros compañeros acabamos saliendo a las 07:20hrs. Al iniciar ruta volvimos a ver la espeluznante imagen de una mujer mendigando, con una niña discapacitada en silla de ruedas, en medio del atasco de una autopista de 4 carriles, caminaba en sentido contrario al tráfico, esquivando a duras penas los camiones de 50 toneladas que le pasan a solo centímetros de distancia. Conseguimos entrar en la ‘Alexandria Desert Road’, una autopista que discurre por fuera del delta del Nilo, es de peaje pero en Egipto las motos no pagan, que suerte! En cuanto el trafico se despeja un poco, damos gas a fondo, rodando a 150-160 durante un buen rato. Llegando a Alejandría, paramos en una gasolinera a llenar los tanques, que a 0,23Eur el litro, resulta muy conveniente. El numero de curiosos que viene a vernos es enorme, tocándolo todo y haciendo miles de preguntas: ¿cuanto cuesta la moto? ¿cuanto corre? ¿de donde eres? ¿de donde vienes? ¿a dónde vas? ¿cómo te llamas?… Agobiante! Salimos ‘pitando’ hacia Alejandría, ya llegamos tarde a recoger los billetes a la naviera.

Al llegar al puerto nos esta esperando un delegado de Visemar para franquearnos la entrada, donde nos ponen un policía de escolta para guiarnos por el recinto. Los trámites de pasaporte y aduana son lentos pero mas ágiles y eficaces que la entrada. Todo se hace en el mismo edificio y los egipcios se encargan de pasarse los papeles entre ellos. La cosa se salda con apenas 2 horas y nos vuelven a escoltar junto al barco, donde pasan las motos por rayos X antes de embarcar.  Coincidimos en el viaje con 3 alemanes en moto que tomaron este mismo ferry a Tartús en Siria y han recorrido Siria, Jordania y Egipto en dos semanas, regresando con nosotros. En total un viaje de 3 semanas bastante interesante. También embarcamos con una pareja de franceses en un Land Cruiser de camping, que llevan 8 años dando la vuelta al Mundo. Acaban de subir desde Ciudad del Cabo, cruzando el Sudan recién asfaltado. Ellos tardaron una semana en entrar a Egipto por Wadi Halfa.

El barco Visemar One, de 186 metros de eslora, esta impecable, tiene restaurante, cafetería y unos camarotes bastante amplios, a pesar de que su negocio principal es el transporte de ‘rolling cargo’, RO-RO. Solo tiene 69 camarotes. Cenamos unos deliciosos ‘rigattone’ con salsa de tomate, verduras y pechuga de pollo empanada. A dormir!!

Matamos el tiempo de navegación charlando sobre el viaje y tomando unas clases magistrales de Jou, que nos enseña el uso avanzado del GPS. Nuestro barco navega a 21,6 nudos sobre un Mediterráneo de color azul intenso y plano como una tabla, apenas se nota que nos movemos a pesar de los 40 Km/h de velocidad.

Llegamos a Venecia, desembarcamos y salimos directos al puerto de Civitavecchia para tomar el ferry de Grimaldi que nos llevaría hasta Barcelona esa misma noche.

ALGUNOS DATOS DEL VIAJE:

24 días de viaje. 07-31 de Marzo de 2011.

6 Motos, 2 BMW 1200 GS Adventure, 2 BMW 800GS y 2 KTM 990

7.500 kms desde Barcelona y 8.800 desde Madrid.

Unas 100 horas de conducción, velocidad media de 78,2 km/h.

5,9 l x 100/km de consumo medio. 2.500 litros, de 80 a 96 octanos y de 0,23 a 2 Eur x litro.

4.150 Eur de gasto por persona incluyendo todo, todo, esto es 172 eur por día de viaje,  muy alto por los ferris, carnets de passage, visados, seguros y la gasolina de Turquía a 2 eur el litro.

110 hrs de navegación, 6 noches, 4.300 km, repartidos en 4 ferrys.

1.900 metros de altura máxima en Sta. Catalina, Sinaí.

400 metros bajo el nivel del mar en el Mar Muerto.

9 países, 12 pasos de frontera. 35 horas.

5 horas de espera en la peor frontera, Egipto, Taba.

4 seguros de moto Siria, Líbano, Jordania y Egipto, total 78 Eur. El mas caro, Líbano, 35 Eur.

+32º C de temperatura máxima, -8ºC  de minima.

37º E, punto mas oriental alcanzado.

4 Mares, Mediterráneo, Adriático, Muerto y Mar Rojo.

Velocidad máxima en GPS: No declarada…