Luis Sainz. Natural de Alcoy (Alicante). 46 años, trabajo en ventas.Viajar me ha gustado desde bien joven aunque lo hacía en coche. Desde hace 4 años lo hago en moto. Mi gran sueño es poder darme una vuelta al mundo sin fecha de retorno en cuanto despeje 3 X de la ecuación de mi vida . Una de ellas ya está despejadas, solo quedan dos.
El día que me propuse realizar un fin benéfico en el viaje al Monte Ararat, tras darle muchas vueltas- ya que muchas son las enfermedades que nos asolan-, me fue muy difícil decantarme por una en cuestión. Pero una mañana, en mi hábitat natural-las montañas-, mi cabeza se emborracho, de innumerables recuerdos, y es en ese momento cuando lo vi claro. La enfermedad de Alzheimer iba a ser la elegida. Y aquí, en Alcoy, tenemos una Asociación que desde hace 25 años, presta su labor desinteresada para ayudar no solo a los enfermos que la padecen, sino a sus familiares. Presidida en la actualidad por Lirios Aracil.
Creo que una persona como me considero, con un interior rico, y que me dejo guiar en la vida por mis experiencias y vivencias, es de vital importancia retener en la mente todo tipo de recuerdos, ya sean buenos o malos, pues son los que te ayudan a ser mejor persona y a poder tomar las mejores elecciones.
Recuerdos que me invadieron desde el primer momento del viaje, el encuentro en la Plaza de Dins de Alcoy, rodeado de amigos, familiares y de los que prestaron su ayuda como German y Mauro con esas cervezas frías que a buen recaudo estuvieron con las altas temperaturas de aquel 4 de Agosto. Rafa de Somos Monos y su montaje audiovisual, como no, Jose Miguel de El Taller de Piñero, artista reconocido en muchos ámbitos de la geografía nacional, los medios de comunicación de nuestra querida Alcoy, Aramultimedia, El Nostre, Diario Información y TVA.
El abrazo de mi hijo y sus profundas palabras que me acompañaron todo el recorrido de ida y vuelta, fresco en mi menoría el recuerdo de su rostro la noche que regrese, fue el primero que vi, y quedo grabado en mi retina por siempre.
El sentimiento de libertad, cuando tras ser escoltado durante los primeros km por amigos con sus monturas, solo me encontré, con la carretera por delante, mi mente y mi moto.
Recuerdos y más recuerdos, la incertidumbre de si todo saldrá bien, como lidiare con las eventualidades que seguro me acosaran en el camino, como será entrar en un nuevo continente, (me viene a la mente ese primer día en Turquía, tras cruzar el Estrecho de Dardanelos desde Eceabat a Canakkale, donde mis sueños empezaron a ir más lejos. Conocer en el barco a Aykut Erda, que viajaba rumbo a Mongolia, me hizo visualizar mi próximo viaje, todavía ni siquiera a mitad del presente). Esa primera noche donde tuve que buscar donde dormir, en la localidad llamada Ezine, me invadía el miedo, no por mí, sino por la inseguridad que sentía. Ver que mi BMW iba a estar en la intemperie me dejo lleno de dudas.
Cuanta ignorancia tenemos, ya bien por nosotros mismos o por la manipulación de los medios que nos hacen creer cosas que no son. Desde esa noche donde me recibieron con los brazos abiertos, hasta el final, cuando deje atrás Estambul 12 días después, Turquía y su gente me dejo le mente llena de recuerdos que jamás podré olvidar.
Viaje por el País Otomano, desde la Península de Gallipoli, hasta el Monte Ararat, pasando por los Montes Taurus, Anatolia y el Kurdistán. Regrese por los Montes Pónticos hasta Estambul, y he de decir que en ningún momento me sentí solo o en peligro. Incluso, me sentí tan protegido que me atreví a recorrer el país por las zonas más angostas y solitarias, pues en mi interior sentía que nada me iba a pasar, salvo las eventualidades que pudiese darme mi montura, que incluso estaba tranquilo pues solución le daría.
Juzgamos a las culturas, razas o religiones por defecto. Opino que hay que abrir la mente, viajar, conocer y luego juzgar.
Recuerdos de un padre que me dejo hace 9 años, en aquella mañana ascendiendo el Paso Soganli en la famosa D915 Road, escuchaba su voz con sus eternos sermones; recuerdos imborrables cuando tras un rasante se alzaba aquella majestuosa montaña con su cima nevada perpetua( Agri DAgi- Monte Ararat). Donde invadieron mi mente recuerdos de malos momentos en mi vida, que se superaron con tesón y ganas por vivir, que me hicieron recordar la importancia de la vida, de no desaprovechar ni un solo instante.
Situaciones que ahora repasas, si fue una locura. Como atravesar aquellos 60 km entre Tunceli y Pulumur, zona de posibles actos terroristas. Que en ese momento, los escasos 20 minutos en los que tome la decisión no son suficientes para analizar a conciencia la posible repercusión de lo que vas hacer.
Qué importancia es tener memoria, o al menos yo se la doy, hace apenas 3 meses que regrese, y no hay día que no vea alguna foto, algún video. Me detengo en la imagen, cierro los ojos, y recuerdo minuto a minuto todo lo que mis ojos vieron y todo lo que mi mente procesaba.
Memoria, para recordar aquel momento donde el móvil se tomó un respiro y me dejo tirado, perdido en medio de la nada, donde ni con los mapas de papel sabía donde me encontraba. Nada de nervios, tienes una tienda de campaña donde dormir, agua y comida, así pues…. Nada que temer. Recuerdo escuchar los balidos de ovejas en la lejanía, que se acercaban a mí con lentitud, y allí, en medio de solo Dios sabe donde, un pastor, un servidor y con gestos encontré el camino que me llevaba a una aldea llamada Karakol, que todavía a fecha de hoy no logro encontrar en el mapa su ubicación.
Momentos de tener tan cerca la historia de la humanidad, como recorrer una ruta llamada Kemaliye Tasyolu, donde a tu lado trascurre parte de su recorrido “ El Rio”, aquel día de infernal calor, se suavizaba con sentir que estás ahí, viendo el Éufrates mientras recorres un lugar de belleza sin parangón. O ascendiendo el Gran Sasso en Los Apeninos dirección al Campo Imperatore, donde estuvo preso en la Segunda Guerra Mundial El Duce. Sin olvidar Gallipoli, lugar tristemente recordado por el mayor desastre de la historia bélica. Más reciente, la Guerra de los Balcanes, atravesar Mostar y ver todavía restos de semejante barbarie.
Nunca podré olvidar aquel amanecer llegando a Split desde la cubierta del barco, que por fin dejaría el mar para adentrarme en tierra firme y llegar a Turquia atravesando los Balcanes, Rumania y Bulgaria.
Incluso recuerdo la música en mis oídos debajo del casco, cada canción, tenían vida propia, sabían en que momento debían de sonar, o…simple y llanamente, era mi subconsciente el que iba por libre y se dejaba llevar por las melodias.
He reido, he llorado, baile, me derrumbe, añore, pero ahí están, siempre en mis recuerdos.
Muchos serían los recuerdos a detallar, pero me llevaría a una descripción infinita del viaje, me quedo con que los tengo, que son míos, y que espero jamás perder. Luis Sainz
“Muere con recuerdos, no con sueños”