Articulo publicado en la revisa digital Motoviajeros nº 86 Junio 2022.

Asisto estupefacto a la proliferación de pegatinas colocadas sobre señales de tráfico. Como una infección se está propagando viralmente por todas las señales de puertos de montaña de España y también contamina ya cualquier otra señalización pública o privada. Es una moda que me incomoda mucho.

No sólo me incomoda a mi, lo hace a cualquier persona que circule por las vías y llegue hasta un punto determinado señalizado como un hito de importancia geográfica, artística o de tráfico de cualquier tipo y se la encuentre llena de adhesivos. En los casos extremos las pegatinas ni tan siquiera dejan leer lo que indica la señal.

Me llamó mucho la atención y expresé mi opinión de forma pública, privada y mediante comunicados a las instituciones que yo creía estaban implicadas, el ver la fachada principal de la catedral de Santiago de Compostela tapada con unas mallas de color verde y andamios durante los años que duró su restauración. Me ponía en el pellejo de un peregrino venido desde Nueva Zelanda para hacer el Camino, para lo que tenía que darse una vuelta completa al mundo, y tras la caminada de mas de mil km, encontrarse con semejante adefesio. Imagino su decepción, imagino la cara de sus amigos y familiares cuando mostrara sus fotos al otro lado del planeta. ¿Y para ver un andamio has dado la vuelta al mundo? Seguro que peor publicidad no se podría hacer de uno de los monumentos mas representativos de España. De nada sirvió mi pataleta. No recibí respuesta de nadie. Durante mas de 700 días por las incompetencias de unos y otros y por la desidia de todos y la miseria de no destinar unos miles de euros a decorar esas mismas lonas con la imagen de la fachada que tapaban, miles de peregrinos enseñaron al mundo un burdo entramado de tubos; eso sí, con su correspondiente cartel del constructor encargado de la obra. Penoso.
Claro que en este caso es muy fácil echarles la culpa a las administraciones de toda índole y comprobar, con razón, que no merecen el sueldo que cobran sus responsables. Pero nunca pasa nada, ni unos se dan por mentados ni los visitantes pueden hacer nada. En este caso se aplica muy bien el refrán: “Con la iglesia hemos topado”.
Mucho mas fácil es hacerlo bien con el tema de las señales de trafico. Es muy simple. NO pongas tu pegatina sobre las mismas.
Cierto que la humanidad en genérico y el individuo en particular tenemos un sentimiento de pervivencia y que hay muchos modos de expresarlo y dejar huella. Desde nuestros orígenes, ya sea mediante petroglifos en las cuevas a los grafitis en las ciudades o pasando por los libros, las esculturas, la música y cualquier tipo de creación humana, tienen en sus genes el deseo de pervivencia de sus autores. Por eso se grababan corazones en los árboles, algo que afortunadamente ya pasó de moda, o más recientemente se colocan candados en puentes y vallas de lugares emblemáticos. Por idéntico motivo los turistas entonces llamados visitantes, grababan nombres y dibujos en las pirámides de Egipto o las columnas del templo de Sunion en Grecia. Con el crecimiento y desarrollo del turismo la cosa fue a mayores y las multas incluso con prisión en ciertos países, a los que dejaban su impronta en monumentos, se implantaron en los sitios históricos de todo el mundo. Eso al margen de una vigilancia extrema algo imposible de aplicar en todas las señales de tráfico.

La moda de colocar pegatinas en lugares singulares empezó ya hace varios decenios con los anglosajones y germanos como pioneros. Las primeras agencias de viajes marcaban con sus logotipos establecimientos seleccionados y así podías comprobar antes de entrar si un hotel bar o local estaba recomendado. Poco a poco fueron los motoclubes y viajeros de toda índole los que copiaron la actividad. Con el paso del tiempo pasó a latinoamérica donde ya se empezaron a colocar en carteles o lugares simbólicos. Al principio fueron lugares aislados en mitad de su inmensa geografía o gasolineras míticas como la de Bajo Caracoles en Argentina, las que empezaron a poblarse se recuerdos moteros o motoqueros como por allí se denominan en forma de “stickers” . De ahí como un virus que pasa del murciélago al hombre, saltó a las señales de trafico. Desde América, como las patatas, se importó la moda. Sinceramente esperaba que no llegaran sus influjos hasta España pero como el tabaco también llegó desde el otro lado del Atlántico.
Dejar huella de tu hito no es exclusivo de occidente, solo que las formas son diferentes en Asia. En oriente los budistas colocan banderas de oración en los pasos de montaña desde hace siglos y viajeros de cualquier religión papelitos con rezos y deseos entre las rocas. Los norteamericanos se centraron más en concentrar sus huellas exclusivamente en lugares únicos y limitados, como el bosque de las señales en Watson Lake, Yukon ( Canadá), creo que más que por respeto, por las fuertes sanciones que se llevaron los primeros que empezaron a marcar las propiedades públicas o privadas sin permiso. No verás muchas pegatinas en la Ruta 66 fuera de los lugares autorizados para tal menester.

Lo último y lo que ya me ha empujado a escribir este articulo es lo que he dado en llamar la guerra de las pegatinas. Mucho mas que estupefacto seguí las primeras líneas de un debate entre dos supuestos moto clubes que se acusaban de que habían tapado sus pegatinas poniendo las suyas encima de las que ya estaban colocadas. Piensa en lo absurdo y te quedarás corto. Yo cometo un acto ilegal punible y tu otro superponiéndote al mío, de al menos la misma gravedad, pero tu no tienes derecho, yo sí. Argumentos fantásticos sin duda alguna para un acalorado debate.
Si, he escrito ilegal, pues delito es en España según el articulo 385.1 del Código penal realizar deterioro de las señales de tráfico. ¿Te imaginas a al Guardia Civil de tráfico o a la administración titular de la señal enviando sanciones a todo el que haya puesto una pegatina en un cartel? ¿Podrían hacerlo?. Pues sí. Es tan fácil como localizar al autor de la obra, aquel que precisamente ha dejado sus datos bien claros en la pegatina correspondiente. Una búsqueda en internet y listo, ya podrían enviar la sanción correspondiente. Entonces si que clamarían algunos sintiéndose acosados. ¡Nos persiguen!

Yo creo que como en tantas facetas de la vida si utilizas la empatía habrá actos que nunca harías, o al menos, te lo pensarías antes de realizarlos. ¿Te imaginas que se pusiera de moda entre, por ejemplo los ecologistas radicales, colocar pegatinas en todas las motos que vieran por la calle? ¡A no, eso no, que la moto es mía!.

Si vale, criticar es fácil pero… dame soluciones. Pues si, mira voy a apuntar sólo un par de ellas dejando a la imaginación de cada uno las otras muchas formulas que seguro hay para evitar plantar tu pegatina en una señal.
Primera: Publica en Internet. Hay redes más que suficientes para mostrarte conquistando el hito de referencia y no dejar huella material sobre un bien público.
Segunda: Si eres propietario o responsable de un motoclub, bar, hotel establecimiento abierto al público en general, pon un tablón en blanco o destina un espacio e invita a que todos los que quieran pongan allí su marca del “yo estuve aquí”. Así ya de paso venderás mas refrescos o habitaciones por ejemplo y si se convierte en referencia, siempre tendrás motoristas dispuestos a viajar hasta tu local o como moto club, conseguirás hacer muchos nuevos amigos.
No pongas pegatinas en las señales de tráfico. Por supuesto ponlas en todos aquellos lugares que desees con el consentimiento de su titular, hay muchos repartidos por todo el planeta, o sigue colocándolas donde te de la gana y no te quejes cuando llegues al cartel que indica “Fin del planeta Tierra” y te lo encuentres tan tapado de cartelitos que no se pueda ni leer. Tu decides, tu asumes.