La épica de esta leyenda no estuvo marcada por la dureza del clima y la lucha contra el viento helado. Fue la épica de los abrazos sinceros y llenos de la felicidad de un reencuentro tan añorado como deseado.

La edición de enero 2022 fue sin duda inolvidable y a mi modo de ver diferente a otras ediciones digamos mas normales. Normales porque precisamente lo habitual era verse cada año, pero en esta ocasión el maldito virus nos hizo valorar lo que de verdad vale un abrazo y una charla, o un simple saludo entre apasionados motociclistas, sean conocidos o no. Aunque a ojos de un extraño que se paseara por el campamento de Cantalejo todo le parecería igual, las hogueras, las tiendas y la camaradería lo cierto es que si bien parece lo mismo todo ha evolucionado mucho. Permitirme que, como ya «peino canas» y son mas de cuatro las décadas que llevo asistiendo a concentraciones, os voy a resumir como han cambiado algunas cosas en este tiempo.

 

LOS TIEMPOS CAMBIAN

Durante casi 20 años mi actividad profesional como enviado especial en las concentraciones invernales era más o menos la siguiente. El jueves preparar todo y cargar la moto, con especial cuidado con la cámara de fotos, los carretes y el bloc de notas. Si, estás leyendo bien, artículos que ya no son prescindibles.
El viernes, viaje con la seguridad de pasar mucho frio durante la ruta, aún bien pertrechado con periódicos para el pecho. Durante el trayecto rezos permanentes para que la moto no se parase por cualquier motivo, especialmente si llovía. El viernes tarde, casi siempre de noche, montar la tienda y preparar el fuego. Un puñado de locos arremolinados junto al calor de las llamas. Al día siguiente una jornada completa de caminar por todos y cada uno de los corrillos y asistir a todos las actividades cámara en ristre y carretes en el bolsillo interior para que no se congelasen. Tras los disparos había que apuntar quién era el retratado y muchas veces el diafragma y velocidad con que se había tomado la imagen, que por supuesto, no se vería hasta el domingo por la noche, ya de regreso y tras otro largo proceso. Desfiles, exhibiciones, antorchas, entregas de premios, etc., pero sobre todo muchas fotos de personajes y motos. No se podía escapar ningún detalle ni nada noticiable.

El domingo por la mañana tras la entrega de trofeos, tampoco se podía escapar ninguno de los premiados, salir pitando de regreso a Madrid, pasar fugazmente por mi casa para cambiar la moto por el coche y a la redacción de Motociclismo no sin antes pasar a dejar los carretes en la empresa de revelado.
Hasta más o menos las dos de la madrugada del lunes, unas cuantas horas dándole a las teclas para contar todo lo que había sucedido y por fin, cuando llegaban las diapositivas selección, maquetación de páginas, pies de foto y como a las tres de la madrugada salía de la redacción con la satisfacción del trabajo finalizado, agotado física y emocionalmente y el resquemor de que tenía también que haber incluido esto y aquello, pero no había más paginas, ni tiempo. Se quedaría para la siguiente semana. Esa información seria prácticamente la única que dispondrían los aficionados para ver qué sucedió en la concentración y para ello había que esperar al martes por la mañana y pasar por el kiosko de prensa para comprar la revista.

Entonces nadie podía imaginar que hoy puedes enviar una imagen a cualquier rincón del mundo nada más tomarla, de videos en directo, ni hablamos. Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, sólo más antiguos.

LA ÉPICA DE LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS

Este año el galardonado con el trofeo leyenda de Oro le fue otorgado a Jaime Alguersuari, Fundador y Director de Solo Moto (feroz enemigo profesional de Motociclismo) las únicas revistas, de papel (no había de otro tipo) que cubríamos la reunión. Nuestros respectivos jefes nunca supieron que entre nosotros, los reporteros enviados nos ayudábamos en todo y nos pasábamos toda la información sin tapujos. Lo de pedirnos fotos también lo hicimos, pero más adelante cuando ya había correo electrónico y cámaras digitales. Eramos y seguimos siendo colegas, al fin y al cabo cada uno escribía los textos a su estilo y la misma información se puede comunicar de muy diferentes maneras.
Jaime Alguersuari nunca había estado en una reunión invernal y cuando vivió el fin de semana de Cantalejo repitió en público y en privado que éramos “guardianes de la memoria” y manteníamos la épica del motociclismo. Su emotiva charla impregnada por su enorme sapiencia motociclista atesorada durante decenios, fue uno de los momentos más destacados del encuentro. Nos sentimos como aquellos soldados olvidados en una isla al otro lado del mundo que aguantaron en su plaza hasta que un regate del destino les informó que la guerra había acabado hacia meses.
No sólo a él se le escaparon unas lagrimas, fuimos muchos los que aquella tarde de sábado sentimos ese nudo en la garganta, ese bello erizado y esa sensación inevitable que producen las palabras y recuerdos que tocan el alma.
Como avispado periodista le bastaron un paseo y unas charlas con los que se encontraba, para darse cuenta de que la mayoría de los asistentes superaban los cuarenta años de edad. El relevo generacional no se produce con la intensidad de hace años, como si los últimos motoristas aún no nos hubiéramos enterado de que todo, o casi todo ya ha cambiado.

LO FUNDAMENTAL SIGUE IGUAL

Ya nadie espera ansioso a que llegue el camión de reparto al kiosko de prensa para ver qué pasó en la concentración. El martes por la mañana ya casi todos han publicado fotos y anécdotas en las redes sociales. Miles de imágenes, videos y comentarios. Nadie se reúne con los amigos por la tarde para mostrarles orgulloso que él, o su moto, están retratados en el papel couche, para que se murieran de envidia durante toda la semana. Ya no hay un carrito de la organización con baterías de camión para ir arrancando motos por la mañana, ni colegas empujando motos al amanecer; las motos y el equipamiento han mejorado tanto que tampoco es necesario el periódico en el pecho. Mas todo esto es sólo el envoltorio, lo importante, lo de dentro permanece igual. Todos y cada uno de los miembros del motoclub la Leyenda Continúa, con Mariano y Mayte al timón, pueden estar muy orgullosos de haber sabido mantener la pureza de unas sensaciones únicas. Aún después de dejar dos hijos esparcidos por Castilla que hace ya tiempo que siguen sus propias vidas y que también congregan a un buen numero de motoristas, ellos son los genuinos guardianes del tesoro. Los custodios de un tesoro lleno de joyas que son cada uno de los participantes a los que siguen tratando con el mimo de unos padres amorosos.
La emoción del abrazo, las manos frías, el olor a humo, los pensamientos bajo el casco atravesando la meseta castellana, el escalofrío y hasta las lagrimas en recuerdo de los que nos dejaron durante el desfile de las antorchas. La esencia de las concentraciones invernales se mantiene pura en la Leyenda.

Nunca antes nos enfrentamos a tantos y tan variados retos y evoluciones. Como pasa siempre en la vida, cada año es diferente y en esta edición mucho mas emocionante. Larga vida a los guardianes de la memoria, larga vida a los últimos de Filipinas.
Nos vemos en 2023