Amanece encapotado en Golmud, hoy es un día gris plomizo, sin brillos ni colores, esos que tanto gustaba de captar con la cámara a mi buen amigo Javi. Ayer nos dejó víctima de una larga y penosa enfermedad. Hoy el desierto esta triste.
No por esperada resulta menos triste la pérdida de un buen amigo. Javier Blasco, un luchador por las libertades colectivas e individuales en nuestro país, un lector ávido, una persona muy humana y coloquial, sencilla y honrada a carta cabal. Un excelente camarógrafo de Televisión Española, al que tuve el placer de llevar en múltiples ocasiones durante las retrasmisiones de vueltas ciclistas en España, empeñándose siempre en buscar el plano más original, el mejor encuadre, la noticia. Me agradaban sus críticas a mis trabajos, siempre constructivas y bien razonadas, afianzadas por el peso que le daba su gran bagaje cultural. Entre otras muchas cosas él fue quien me presentó a Sebastián Alvaro, tras una expedición que realizo para el programa Al Filo de lo Imposible, a las montañas de Kyrguistan. Un compañero que me enseño muchas cosas, con el que compartí risas, polémicas y a veces malos momentos.
Salimos con frio y cielo gris una recta monótona, aburrida, el desierto me parece apenado. No hay matices. Avanzamos a buen ritmo pero el ambiente sigue oscuro. Me detengo y busco un pequeño promontorio para estar a solas con su recuerdo. Poco más adelante las nubes no pueden más y llueve; el desierto llora. Va por ti Javi, hasta siempre.