MARTA SANCHEZ.Soy diseñadora de experiencia de usuario, de Barcelona pero también me encontrarás por la Cerdanya. Desde pequeñita siempre me ha gustado todo lo relacionado con la naturaleza, esquiar y el offroad son mis favoritas. Me gustan las aventuras, me caigo unas cuantas veces y me levanto otras tantas. Ahora me ha dado por la mini trail, sigue mis historias en Instagram: @martuka41

Siempre me había gustado el offroad, pero no me había planteado tener una moto, hasta que un día decidí aprender a llevar moto de marchas y así empecé en el mundillo del trail con una KTM de 2 tiempos que llevé durante 3 días salteados.

Después me saqué el carné de moto y al año de mi primera experiencia con la KTM, me surgió la oportunidad de ir a Marruecos, como me van las aventuras fuertes, pensé y ¿por qué no?

Me dieron el carné el día antes de ir a Marruecos, así que sin ninguna experiencia me planté en el desierto de Merzouga.

Me dijeron que tendría que ir desde Merzouga hasta Ouzina, no tenía ni idea ni de cuánto tiempo era, ni cómo de complicado, supongo que no me lo dijeron para que no me asustara. Solo sabía que primero sería un tramo de asfalto y luego un camino de tierra.

Empezamos el camino por asfalto, recuerdo ya el sol bastante bajo, intentando agachar la cabeza para que no me molestara, junto con las rachas de aire caliente, con algún que otro remolino que desestabilizaba la moto, el camelback con el agua caliente era lo mejor que podía llevar en la espalda.

Mientras conducía, iba pensando que no sabía ni si llevaba la marcha adecuada, me daba un poco de apuro poner una marcha alta y que pasara algo, que tuviera que reducir marcha y no ser lo suficientemente rápida.

¡Ese era mi nivel de experiencia en moto! Cuando ya llegamos al inicio del camino de tierra, le pregunté a Raquel sobre mis dudas con las marchas y bueno nos estuvimos riendo un poco con mis preguntas.

En este segundo tramo me comentaron que eran dos horas de tierra y que yo iría delante, para tenerme controlada y así no comerme el polvo. Que tirase para adelante, que era un camino de camiones que trasportaban piedras y que no tenía pérdida.

_ ¿Qué camino?_ me pregunté_ ¡Todo es plano!_ Empecé a conducir y veía que Raquel se quedaba lejos de mí para no tragar la arena seca del desierto.

De repente, miré a mi alrededor, me sentía totalmente sola en medio de la inmensidad, le iba dando vueltas a la cabeza, pensando: aquí no hay nada, si me paro estoy sola. 

Era una sensación de soledad, emoción y libertad al mismo tiempo. Miraba por el retrovisor y solo veía una pequeña lucecita de la moto de Raquel, decidí pararme y esperar a que llegara, necesitaba sentirme un poco más acompañada.

Seguimos el camino, vi a lo lejos cómo un camión se acercaba a mí, yo iba mirando el terreno a ver cómo podía desviarme para dejarlo pasar, pero no encontré el momento, ya que por los lados estaba lleno de arena.

Así que me vi tan pequeñita plantada delante de un camión gigante; el conductor mirándome con cara de pocos amigos diciéndome que me apartase del camino. Pero yo no podía, me comuniqué con señas hasta que al final se desvió, con un gesto amable me saludó.

Supongo que no conocía su expresión facial y el señor era más amable de lo que parecía en un principio.

Poco a poco veía cómo se iba poniendo el sol, me dijeron que tenía que ir por el lado izquierdo que sino me metería en un río de arena y ¿qué hice yo?; meterme en el río de arena, por suerte vino Raquel a ayudarme a salir de ahí.

En ese momento pensé _Marta, tienes que ir deprisa, pero si vas muy deprisa con la arena te vas a caer y se hará de noche_así que tenía esa discusión entre darle más gas o ir controlando.

Además no tenía ni idea de cuánto camino quedaba, algo dentro de mí decía que ya estábamos al lado, pero ese momento nunca llegaba.

En este tramo había bastante arena, pero a pesar de ello era capaz de dominar la moto y me sentía orgullosa. Entre una mezcla de emoción pensando que ya llegaba y orgullo por ver que era capaz de poder hacer todo esto a pesar de que se estaba haciendo de noche, empecé a llorar de emoción.

Imaginaos la situación, un camino de arena, ya de noche y con los ojos llenos de lágrimas, empecé a reír, me caí, vino Raquel, le di un abrazo entre ojos llorosos y un no dejamos de partirnos de risa.

Continuamos el camino, nuestros acompañantes nos dijeron que ya estábamos llegando pero que al ser de noche no veían el albergue.

De repente aparecieron dos personas con una Mobylette detrás de mí, miré por el retrovisor y los vi tirados en la arena, mientras no paraban de reír, eran Musta y su hermano, los dueños del albergue que venían a indicarnos dónde era.

¡Por fin habíamos llegado! Entre risas y emoción nos invitaron a tomar el té. Así fue mí primera experiencia por el desierto de Marruecos.