Viajar a través de la región de los Grandes Lagos es cruzar el corazón industrial de Norteamérica, el centro neurálgico de la producción y transformación del acero. Con hierro, en inmensos polígonos se fabrican desde tostadoras hasta automóviles y como no, también las motos mas puramente norteamericanas.
Hay muchos viajes típicamente norteamericanos: California y las Rocosas, la Ruta 66 o Florida, son sin duda destinos mucho mas populares, pero nosotros elegimos para esta ocasión una ruta mucho menos afamada, de Chicago en Illinois a Buffalo en el estado de Nueva York, 600 millas mas al este. Siete horas de avión, dos de aduana y una de taxi nos dejaban en el concesionario American Motorcyles, a mitad mas o menos, del conglomerado urbano de Chicago que se extiende mucho mas lejos. Una Victory modelo Las Vegas, color amarillo con maletas de cuero y una pequeña pantalla, preciosa a nuestros impacientes ojos, nos esperaba flamante, entre un puñado de alucinantes Harleys e Indians choperizadas. Sin perder un momento, ante la asombrada mirada de los propietarios y mecánicos del concesionario transformamos nuestro equipaje: de normales pasajeros de avión, a aguerridos ruteros europeos. De inmediato tomamos rumbo sur para introducirnos en el frenesí del Down Town de Chicago.
DE CHICAGO A NIAGARA
Chicago, una mega-ciudad mucho mas del agrado de los europeos que Nueva York, con la que rivaliza en numero de rascacielos y gana por altura con las torres Sears y lo que es mas destacado; con una elegancia y cultura mas próxima al modo europeo de entender la vida. Atravesamos la megápoli y con rumbo este por la Interestatal 90 nos alojamos en el primer motel de nuestra ruta. Viajar por USA es muy sencillo gracias a la ordenación lógica de sus carreteras y además actualmente resulta especialmente barato gracias a la ventajosa paridad euro/dólar. El principio del viaje era casi perfecto, todo a pedir de boca menos el minúsculo asiento que le había tocado a Chelo en el reparto. Una vuelta a la manzana en la plaza trasera de la Victory Las Vegas era una gran prueba de amor, pero lo de imaginarse casi tres mil kilómetros allí sentada seria homologable al mas cruel de los martirios chinos. Nada que no se pudiera solucionar con una almohadilla típicamente americana de las utilizadas en los fuera-borda del próximo lago Michigan. Un cojín de espuma y plástico comprado en rebajas en unos grandes almacenes haría de trono para que el viaje de Chelo cambiara de dimensión. Las cataratas del Niagara, cinco estados mas hacia oriente ya no quedaban tan lejos.
Un largo camino lleno de autopistas y también idílicas carreteras locales. Fuera de las grandes interestatales, donde dominan los mastodónticos camiones, el viajero puede disfrutar sin prisa de las idílicas praderas norteamericanas. Antiguo territorio de búfalos e indios, colonizado hoy por granjas y cultivos, brinda parajes de gran belleza paisajística aún sin necesidad de elevadas montañas que rompan los horizontes. De vez en cuando el infinito paisaje de la región de los grandes lagos se llena con una super ciudad asomada a sus aguas. Detroit, la capital mundial del automovilismo, Cleveland, Búfalo o la mas familiar Toledo ( Ohio ) que aquí es una moderna urbe de medio millón de almas en el extremo oeste del lago Eire. Todas a fin de cuentas buenos ejemplos de la pujanza industrial y comercial norteamericana.
Al final de nuestra ruta hacia levante llegamos a las cataratas del Niagara, uno de los espacios naturales mas apreciados de Norteamérica, y sin duda junto con el cañón del Colorado de los mas espectaculares. Las cataratas que hacen frontera con Canadá brindan a centenares de miles de turistas todos los años un espectáculo continuo. De día y de noche, del lado americano o el canadiense, desde globos por el espacio o en los pequeños barcos que se introducen en sus turbulentas aguas. Niagara es siempre un inolvidable espectáculo y por su excelente promoción uno de los lugares del mundo que deben quedar incluidos en toda agenda viajera.
TATUADO EN LA PIEL
Victory es una marca que presume de ser genuinamente americana, mucho mas pura que las legendarias Harley Davidson, aunque también mucho mas joven, 100 años frente a solo 6, pues la primera custom de la gran V nació en Minneapolis, la capital de Minnesotta en 1998. Polaris la factoría a la que pertenece la marca, una industria americana con cinco décadas de historia, decidió hacer una moto bandera al estilo nacional. Nació con esas premisas Victory Motorcycles, con todos los componentes made in USA, montaje artesanal, estilo propio y pronto fue reconocida y admirada como tal en todo el territorio de la Unión.
Los estadounidenses son tipos simpáticos y a nada que te enrolles un poco, entablan amigable conversación. Como ejemplo la que nos ocurrió en un área de descanso en Pennsylvania. Se acerca un tipo delgado, pinta ejecutivo medio, directo hacia nosotros.
“Hey”. “Que bonita Vegas. Le quedan genial las maletas. ¿De donde venís, a donde vais?”.
Respuestas cortas a todas sus preguntas y a continuación soltó una rápida disertación, que pudimos entender a pesar de su pronunciado acento neoyorkino.
“Soy biólogo y a las motos les pasa lo que al ser humano. Nacieron y evolucionaron hasta llegar a la maquina perfecta. En Europa y Asia el desarrollo sigue buscando la moto ideal. En Norteamérica alcanzamos hace tiempo el “homo-sapiens” de las motos. Esta es la moto perfecta y solo puede haber diferencias en la personalidad de cada individuo. Bueno me marcho. Buen viaje. Bye”.
Se remango la camisa y en su hombro aparecieron tatuadas las alas y la V de Victory.
Adiós. Y es que viajando, te pasa cada cosa.
LA TORMENTA PERFECTA
Mucha suerte habíamos tenido en nuestro viaje, hasta que las nubes comenzaron a cerrarse en el regreso a Chicago. Del azul al gris y al violeta, los grandes espacios se cerraron y el cielo empezó a desplomarse sobre nuestras cabezas. No quedaba otro remedio que buscar con ansiedad la primera salida y refugiarse en el primer techo que la fortuna nos deparara. Y la fortuna estuvo de nuestro lado. Apenas a 100 metros del carril de deceleración una antigua gasolinera reconvertida en restaurante nos esperaba, y no era un restaurante cualquiera. Si puedes imaginarte el comedor con mas ambiente del motor del mundo te harás una idea de lo que se abrió ante nuestros atónitos ojos. Mientras dejábamos un charco de agua en la entrada, la camarera nos mostraba su mejor sonrisa y su mayor comprensión hacia dos “riders” empapados. Del lado del buffet las motos colgadas del techo y del otro “dragster”, y formula NASCAR auténticos sobre las cabezas de los comensales. Entre medias todas las paredes llenos de accesorios antiguos y modernos y los suelos con pantallas de televisión ofreciendo carreras de continuo. Necesitamos unos cuantos minutos para desprendernos de nuestras chorreantes ropas y agarrarnos al primer café con el que calentar las manos, en uno de los rituales mas típicos e imperecederos de todo motociclista. La siguiente sorpresa vino al empezar a leer la carta. Todas y cada una de las especialidades culinarias de tan fascinante “garito” tenían nombres alusivos a las competiciones de motor. No podíamos menos que pedir la mas exquisita de las especialidades de la casa, las alas de pollo, pero… ¿con que salsa?. Descartamos la conocida barbacoa, por suave y la Atomic por el cartel que indicaba a su lado que deberías firmar un documento eximiendo de responsabilidad a los propietarios sobre los efectos que podría producir semejante bomba en tu boca, estomago o animo. Estos norteamericanos son exagerados para todo. Una comida exquisita y una interesante sobremesa despejaron los cielos en nuestro camino de regreso a Chicago, habíamos pasado la tormenta perfecta.
AL BORDE DEL CAMINO
En todo viaje quedan a la vera del camino un buen montón de anécdotas y vivencias que te arrancan una sonrisa al recordarlas. Nosotros dejamos en este viaje a los bordes del camino muchos rincones donde se vive el alma de la moto americana. Pequeños talleres en el estado de New York , concesionarios en Michigan, garages en Ohio…. un territorio donde la utilización de la moto esta muy limitada debido a la climatología. Desde Noviembre hasta Marzo las motos son mimadas, retocadas y pulidas en un confortable rincón a la espera que el blanco de la nieve exterior se vuelva de intenso verde en la primavera y el verano. Tiempo para amar y adorar a las motos antes de empezar a recorrer millas por autopistas de asfalto, de peor calidad que en Europa y aun mas roto en algunos de los tramos de peaje que los gratuitos. Horas para compartir ruta con gigantescos camiones, minutos para pagar en la gasolinera con la tarjeta sin bajarte de la moto, noches para escuchar música country en divertidos garitos y charla entre enamorados motociclistas. Momentos para recordar que la Victory no tuvo ni una tos y jamás perdió una gota de aceite. Instantes para recordar un viaje al mas puro estilo yanqui.