Packocho. Harlysta y motoviajero. He tenido la suerte de recorrer en todo tipo de motos carreteras míticas como: Trollstigen, Cabo Norte y Atlantic Ocean Road en Noruega. La Ruta66, la US-1 en Los Cayos (Florida), los parques nacionales de Utah y Arizona en Estados Unidos. Además he rodado por Costa Rica, Córcega, Portugal, Marruecos, Ruta 40 en Argentina y la  Kho Larn en Thailandia.

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A pesar de un montón de km y viajes, no tengo una anécdota que contar, así a bocajarro. Alicia me pide que escriba algo y trataré de condensar mi viaje a Cabo Norte.

En el verano de 2018, no sabía muy bien qué fechas tendría disponibles para las vacaciones de verano. Así que, como quién no quiere la cosa, surgió un destino soñado por cualquier motero en Europa. Al igual que en Estados Unidos es la Ruta 66, en Europa podría ser Nordkapp (Cabo Norte).

No es frecuente ver Harleys en el Círculo Polar Ártico, así que se convirtió en un nuevo reto. Esta vez la moto era una Harley Davidson Road Glide Special. En este viaje, la principal dificultad es, sobre todo, la gran distancia a recorrer (cerca de 10.500 km) en 19 días escasos y por la climatología siempre imprevisible y cambiante. 

Después de varios días anodinos y un montón de kilómetros aburridos, salvo una avería que me obligó a ir a trompicones de París a Colonia con la sonda lambda escacharrada, hice la conexión de Alemania con la Península Escandinava. Se realiza en un ferry desde la Isla de Fehmarn, a la que se accede por un puente desde el continente europeo.

Al norte de esta isla de 13 kilómetros está la pequeña localidad de Puttgarden, donde solo hay un hotel que parece el de la película “El Resplandor”. Da la sensación que te vas a encontrar con el empleadopsicópata que acecha en un pasillo. El hotel estaba  semivacío, con sus puertas blancas y el suelo de moqueta, las duchas con cortinas… _¡En cualquier momento esperaba que Jack Nicholson apareciese con el hacha atravesando la puerta!_.

Pocos días más tarde, en Härnösand (Suecia) sucedería el siguiente capítulo del thriller;  pese a haber hecho la reserva unas horas antes, cuando llegué me encontré con una triste sorpresa, el hotel estaba vacío y cerrado. Tenía pinta de esos de los años 50 americanos, con su gasolinera al lado, como si fuese un típico motel de carretera.

De pronto surgió un nuevo reto: tenía que conseguir la llave como si fuera un juego de scape room. En el cristal de la puerta del restaurante había una nota con un número de teléfono al que había que llamar. Una voz daba instrucciones para legar a un callejón trasero. Allí, tras introducir una combinación numérica en un cajetín que previamente tuve que encontrar entre más de diez iguales,  saqué una llave que abrió una puerta de acceso al edificio y luego la habitación.

No había más huéspedes. Parecía que los psicópatas de cine estaban presentes y nos perseguían. _¿Nos está esperando Norman Bates? ¿Tendría su afilado cuchillo y a su madre momificada en cualquier pasillo?_.

Agotado por el cansancio, perdí la noción del tiempo sin saber si estaba inmerso en una película, aunque me alegró saber que a la mañana siguiente alguien prepararía el desayuno.  Comprobaría que hay vida ahí fuera, como en Expediente X. 

De vuelta por Noruega y sus fiordos, los días amanecieron lluviosos y cada mañana me tocaba vestirme como el Capitán Pescanova para no mojarme, con la pereza que eso me da. Era tanta el agua que al final se me calaban hasta los gayumbos.

Dejé el dejar el Círculo polar Ártico en Storforshei (Noruega) con aguanieve y bastante frío, la siguiente parada seria  en Mo i Rana; una ciudad de cierta importancia pero simple y fea. El reto esta vez, sería entrar en un aparthotel muy céntrico, pero como no, sin huéspedes.

Coger la llave fue otra odisea ya que no había recepcionista y supuso jugar otra vez a las adivinanzas y a las pistas. Otro papel en la puerta de la cafetería clausurada, un número de teléfono…una llamada. Otra vez a la moto y vuelta con el trofeo: las llaves de acceso al edificio y a la habitación.

Unos días después, al llegar a Hannover (Alemania) comenzó otra nueva peripecia. El plan era alojarse en un apartamento de un edificio. _Qué raro, edificio vacío_. Una vez hecha la reserva, recibí un correo electrónico donde te facilitaban un código de acceso al portal que hubo que teclear. Luego hubo que registrarse y sacar la tarjeta magnética a través de un cajero detrás de la escalera. Seguí con la gymkanas , aunque esta vez sin psicópatas de cine. 

Está claro que para ser motoviajero no solo hace falta conducir y tener paciencia. Además, hay que ser resolutivo e imaginativo. Lo malo es que la imaginación, a veces, te juega malas pasadas. Al final, me quedé con la duda. ¿Viaje de cine o concurso …?