SERGIO MORCHÓN «DRJAUS» Conocido en redes sociales como DrJaus, este catalán licenciado en Medicina y Cirugía ejerce como tal en el Hospital Universitario de Bellvitge. Amante de las motos desde muy joven, su primer sueño fue viajar en solitario hasta Cabo Norte (2010) con su F800GS. Desde allí continuó con su pasión por el viaje en equilibro. Ha esta do ya 4 veces en Nordkcapp  y también ha recorrido Europa Norte, Balcanes, Barcelona-Estambul… De su pasión por este punto al norte de Europa nace su libro «Rumbo al Norte» que pronto se reeditará, una libro de aventuras junto con una guía para llegar hasta ese especial punto del planeta. Ha participado en varios libros con rutas y relatos y fue uno de los pilotos que viajo en pleno invierno para cazar una #AuroraBorealis.Puedes encontrarlo en Instagram y redes como @drjausFacebook o leer su interesante página web TheLongWayNorth.null

Comencé a ver señales de tráfico que indicaban la dirección hacia Nordkapp. Sentí un vuelco en el corazón. Faltaban algo más de cien kilómetros. Llevaba más de ocho mil desde que salí de casa y era la primera vez que notaba que estaba a punto de cumplir un sueño.

La carretera circulaba cerca de la escarpada costa, hacía sol y la temperatura era casi agradable. ¿Qué máspodía pedir? Llegué a Skarsvåg donde tenía reservado el hotel. Desde allí sale una carreterita  que únicamente lleva al Cabo Norte.

Por un momento pensé en ir al hotel a dejar los bártulos y tomar posesión de mi habitación, pero deseché rápidamente la idea. ¿Quién en su sano juicio podría dejar de acercarse primero hasta Nordkapp, cuando solamente te encuentras a trece kilómetros? Afronté en solitario esos últimos kilómetros. Una soledad silenciosa me envolvía dulcemente.

En todo el viaje no había experimentado tanta soledad. La carretera, caprichosa, iba sorteando pequeñas colinas y atravesaba vastas
praderas de  hierba. Pequeñas subidas y bajadas me llevaban como en volandas sobre la tundra, ya rala y sin árboles.

Los renos pastaban a sus anchas, y en ocasiones alguno cruzaba la carretera a pocos metros. Alargué la cabeza en varias ocasiones, intentando encontrar el complejo de Nordkapp. La cuenta atrás en mi GPS iba descendiendo cada vez más lentamente. Parecía que los kilómetros fueran cada vez más largos, quizá los más largos de todo el viaje.

Notaba cómo se me aceleraba el corazón. Era consciente de que estaba a pocosminutos de mi sueño. Dulces pero a la vez amargos, así son los instantes anteriores a conseguir una hazaña. Con la miel del triunfo en los labios, pero con laamargura de la impaciencia.

Deseando que no pasara nada y que pasara todo. Deseando acabar.  Deseando comenzar de nuevo.

Llevaba los auriculares apagados, pero en mi cabeza resonaba una música desconocida. Música dulce, acompasada con mi ritmo, sinfónica. Música triunfal que indicaba el inminente desenlace. Al remontar un repechón, me vi casi sorprendido por las cabinas de peaje de la entrada del complejo.

No me importó lo exageradamente cara que era la entrada. Tampoco me importó mucho descubrir que había adelantado a los italianos voladores que llegaron a Nordkapp justo detrás de mi. No era momento de nimiedades. Estaba a punto de vivir uno de mis sueños. Y no, ¡eso no pasa todos los días!

Esperaba ese momento con una mezcla de emoción y de tristeza. En el mismo instante que observara la esfera de Cabo Norte comenzaría el retorno.

Quería continuar viajando en busca del norte, estuviera dondeestuviera ese norte imaginario. Quería vivir navegando siempre hacia adelante, nunca retornar, buscando algo imposible, sea lo que fuera. Fue en ese preciso instante cuando me di cuenta que viajar en moto era lo que quería hacer el resto de mi vida.

Era una convicción fuerte, sosegada y sincera, que me salía de lo más profundo de mis entrañas. Pensar en cómo me ganaría la vida y otras nimiedades quedaron en un segundo plano. Estaba descubriendo algo mucho más importante. Me estaba descubriendo a mi mismo.

Paré en el parking y me dirigí hacia el edificio turístico. Intuía que detrás de él estaría la esfera que marcaba el fin del mundo. Y el viaje en solitario se  desmoronó en mi cabeza, como si una tonelada de explosivos hubiera estallado en sus cimientos. En ese momento tuve la imperiosa necesidad de compartirlo, de saborearlo en compañía. Cogí el teléfono y marqué un número.

_Hola, Belén. Estoy entrando en el Cabo Norte_dije con voz trémula_.No pude decir mucho más. Acababa de entrar en el complejo comercial y vi la salida hacia el otro lado. Un nudo en la garganta me atenazaba. Casi no podía oír lo que me decía Belén desde miles de kilómetros de distancia.

Estaba abrumado, atontado, apabullado por la importancia del momento. No podía mantener una conversación coherente. ¿Quién podría hacerlo en esos momentos?

_Luego te llamo, un beso_ acerté a decir finalmente.

Atravesé una enorme cristalera. Estaba nuevamente en el exterior. Y entonces la ví. La bola. Enorme, más grande de lo que la imaginaba. En ese momento me vinieron a la mente mil instantes que me habían hecho llegar hasta ahí. Recordé ese reportaje en la revista con las tres BMW posando bajo esa misma bola.

Escuché claramente en mi mente el alarido de la moto de mi vecino mientras yo  iba al colegio. Me acordé de la ilusión de mi primer viaje al Delta del Ebro. Vi de nuevo los ojos de la muerte mientras recordaba ese tremendo accidente cayendo de un puente. Noté el tacto del mapa del National Geographic mientras ponía una chincheta en Nordkapp.

Todo eso era yo. Todo eso era el por qué de este viaje. Todo eso era lo que yo quería ser. Las lágrimas inundaron mis ojos, mientras un acúmulo de sensaciones y emociones me desbordaban el pensamiento. Ocho mil kilómetros, 5 mesesde preparación, horas y horas de ilusiones frente a un mapa, los amigos que me  acompañaron a la salida, mi primo, Belén,…

Mi madre, que sufre en silencio para que yo disfrute… En mi cabeza todo eso daba vueltas como en una coctelera mientras yo daba vueltas como un tonto, paseando alrededor de la gigantesca esfera de acero.

_¡Lo he conseguido!_pensé. Todo había comenzado con una alocada idea hacía  unos meses, cuando dejé que un recuerdo de juventud me volviera a encandilar.

Esa vez no podía permitir que se perdiera la ilusión. Durante años un maligno sentimiento de responsabilidad había cercenado cualquier brote de locura, esa  bendita locura que te hace volver a ser un crío que abre los ojos con ilusión ante cualquier posibilidad de aventura.

A partir de ese instante no dejé que esa ilusión desapareciera de mis ojos. Pero tuvieron que pasar años para darme cuenta que  eso. Estuve allí varias horas. Entré en la tienda de souvenirs, en el bar, en la estafeta de correos,… Disfruté del magnífico documental sobre Nordkapp y las estaciones.

Me maravillé al ver en pantalla cómo era en invierno, aún más mágico. En ese momento, me prometí que intentaría verlo con mis propios ojos.
Sonreí. Había encontrado un nuevo norte que explorar.

No sé cuántas veces volví a salir al exterior para volver a acariciar la bola. Mi bola. Tenía tal magnetismo que me arrastraba constantemente a su
lado, como si no quisiera separarme de ella. Nordkapp. N71º10’21”. Me senté al pie de la esfera, mirando hacia el norte, como buscando algo más allá.

Pero solamente vi el mar. Me parecía imposible haber llegado a lo más alto. Un día clavé una  chincheta en el mapa, señalando un destino y un deseo. Y allí estaba yo,  justamente en ese lugar. Cumpliendo mis sueños.

Mirando hacia el norte comprendí que mi objetivo no era llegar hasta allí. El camino recorrido, la superación, el tesón y el empeño son más importante que el destino en si. Si algo había aprendido en ese viaje, es que podemos conseguir todo lo que nos proponemos. Pero que independientemente de que se consiga o no, la grandeza está en intentarlo.

Son los últimos 100km antes de llegar a Cabo Norte de mi libro. Ahora agotado pero ya casi está ultimado que habrá una segunda edición en papel completamente actualizado.

SERGIO MORCHON