MARIA ELSI «@ELSIRIDER»

Motoviajera.  Ha viajado en solitario a la India, ha recorrido el Cáucaso y el Mar de Aral. Su último viaje, recorrer la Península Ibérica, partiendo y regresando siempre a su campo base, en Asturias.
Su lema “cumpliendo sueños”. O al menos intentarlo.

Me piden que cuente una anécdota de mis viajes en moto, cosa difícil como sabéis todos, ya que cuando te lanzas a recorrer el camino surgen muchas. Pero como alguna hay que elegir, haré referencia a mi último viaje hacia la Península Arábiga en moto y mi paso cerca de la guerra de Siria.

CUANDO LOS MILITARES ME CORTARON LA CARRETERA

Mi intención está vez era llegar a Irán, por el sur de Turquía; el norte y el centro de este país a pesar de que me quedará mucho por conocer, más o menos lo controlo. Me dije a mi misma que aunque estuviese tan cerca la frontera con Siria la zona turca estaría más o menos blindada.

A sabiendas del conflicto en la zona, tenía claro que posiblemente fuese la última vez en atravesar este país que une Europa y Asia y  quería conocer esa parte  de Turquía a la que nadie va.

Hacía frio y llovía, lo recuerdo perfectamente porque me tocó atravesar una primera carretera embarrada por culpa de unas obras. Al llegar a la carretera principal donde se visualiza perfectamente el famoso muro construido por Turquía, me encuentro unos tanques militares, (a la altura más o menos de Cizre) que me impiden el paso.

Miro el GPS y veo unos caminos de montaña que me llevarían a Yüksecova a unos 65 kms de la frontera Iraní, donde tuve muchos problemas, pero eso ya sería otra anécdota.

EL EMBARRADO E INACABABLE CAMINO  Y LA “MOBILLETTE”

La cosa empieza mal cuando en el acceso a uno de esos caminos al subir una cuesta, un camión patinaba y se precipitaba marcha atrás hacia un barranco que casi se lleva al coche que estaba detrás de él esperando. El camión lo intenta una y otra vez, pero aquel tramo era una auténtica pista de patinaje.

Con la mano le indico que espere un momento y con los pies tocando el suelo y muy despacio atravieso aquel paso que deslizaba mucho. Continuó ruta, y un enorme barrizal que no terminaba nos puso a prueba a la moto y a mi. Cuando todo parecía haber pasado, nuevamente más barro y un lugar donde ya no sabía por dónde ir.

Había dos caminos uno con una valla al final y el otro con barro hasta las rodillas, “pero por dónde puñetas paso ahora”, y de repente una mobilette de toda la vida apareció y lo cruzó , así que me dije “si el puede, pues yo también” y con mi moto en modo caracol, poco a poco salí de allí con barro hasta en las orejas debajo del casco.

De repente un chico irakí, aparece y “me pide un selfie”, no me dio tiempo ni a preguntarle por el camino. Poco a poco empiezan a parecer más hombres irakies  lo que al principio me inquieto un tanto.

Al final tras un buen rato sacándose fotos conmigo, con la moto, encima de la moto, al lado de la moto, etc. Me indican el camino por el que tengo que seguir y comienzo a subir por un puerto de montaña en zig zag donde llovía, luego granizaba para terminar nevando. 

EN LA BOCA DEL LOBO

Tras pasar una veintena de controles militares, en el último me indican que estoy en zona de terroristas y el militar que habla un poco de inglés me enseña en su móvil “terroristas que él había abatido allí mismo, en la garita donde estábamos hablando, con un tiro en la cabeza”.

La noche caía y aunque normalmente nunca conduzco de noche aquel día continué hasta Yüksecova por aquella carretera donde de vez en cuando aparecía algún faro por la noche.

Seguía comprobando la crudeza de la guerra e imaginaba a la gente fallecida por aquellas montañas. Había estado días antes durmiendo en Akcakale, donde había escuchado tiros en la frontera con Siria y un escalofrío había atravesado mi cuerpo, pensando en que a seis kilómetros desde donde yo pasaría aquella noche, vidas humanas se esfumaban al otro lado de la frontera ante la aparente tranquilidad turca.

Su objetivo es llegar a ser “una viejecita con historias que contar”.

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