Esta es una historia real y muchos de los aficionados españoles al motociclismo habrán conocido a su protagonista. Nuestro recordado Javier Herrero, director de la revista Motociclismo, Formula Moto y otros muchos emprendimientos editoriales y de acción en el mundo de la moto. Era un personaje singular. Por su carácter las anécdotas a lo largo de su vida fueron una constante, como también las broncas en la redacción. Creo que soy de los pocos con el que nunca tuvo una discusión, quizás por mi posición de colaborador, no de empleado fijo, todo tiene ventajas e inconvenientes.

Lo cierto es que nos llevábamos bien, le respetaba y apreciaba como persona hecha a si misma y como agudo y apasionado profesional de la información, aunque a veces su tesón y aún mas cabezonería requería especiales esfuerzos.

La cuestión es que en el año 1995 la multi-nacional de prensa del motor, le acababa de nombrar Editor del Área de Motos, obligándole a dejar su puesto de Director de la revista, que era lo que mas quería. No lo llevaba nada bien. No le servía eso de que ahora era el armador de toda la flota, el quería seguir siendo el capitán del barco. Esta era la ocasión para que se viniera a uno de mis viajes internacionales, podía dejar “la flota” algunos días. Me costó insistir mucho pero al fín cedió y nos fuimos a una de las etapas de la Vuelta al Mundo BMW que entonces estaba organizando con el Club de motos BMW de España. Yo hice muchas etapas en varios Continentes, pero recuerdo especialmente esta de Centro América en la que también nos acompaño Saúl, para pilotar las tres motocicletas BMW R 1100 GS entre San José de Costa Rica y México DF. Aunque ya le conocía no podía imaginar la cantidad de situaciones anecdóticas que Javier era capaz de provocar.

Para empezar me tenía nervioso en el aeropuerto de Madrid Barajas pues se presentó justo para el embarque, alegando como siempre que tenía muchas cosas que hacer y esa mañana claro, tampoco falto a su trabajo antes de ir al aeropuerto. Recordemos que vivíamos en un mundo sin Internet y que por tanto las comunicaciones con América no eran fáciles, solo con carísimas llamadas telefónicas a horas determinadas y el prodigioso casi mágico Fax.

Un vuelo tranquilo, bueno no tanto, pues con cada bache de la aeronave Javier me soltaba alguna historia o pensamiento.

Llegamos a la capital de Costa Rica a primera hora de la tarde y en el taxi camino del hotel se puso a llover como llueve en los trópicos. El cielo parece que se cae y las avenidas de agua inundan las calles, lo normal. Para un tipo de Saldaña, pequeño pueblo del norte de Palencia (España) acostumbrado a las nieves y lluvias persistentes normalmente ligeras, pero no a los repentinos aguaceros tropicales, esto era bastante curioso. Así que le pregunto al taxista.

-¿Cuando dejará de llover?.

-A las 5.

¿Y por qué lo sabe?. Porque siempre llueve hasta las cinco.

Javier me miro extrañado con un gesto de que el taxista era un poco raro.

Tenemos que ir a esta dirección. ¿Sabe donde esta?

Si.

¿Podemos ir?.

No. Es un camino de tierra.

Entonces. ¿No podremos ir?.

El taxista le miró por el espejo interior, como si Javier fuera necio.

Pues sí, claro podremos ir, cuando deje de llover.

Y cuando dejará de llover.

Pues a las cinco.

Vale entonces nos lleva al hotel y daremos una vuelta por los alrededores.

 No se puede.

¿Por qué?

-Porque llueve hasta las cinco.

Nos dejó en el hotel y quedamos para que nos llevara a recoger las motos en cuanto se pudiera.

-¿Entonces podemos ir la dirección que le dije mañana?

-Podemos ir hoy.

¿Cuándo?

Pues cuando deje de llover, a las cinco. Dijo el taxista, ya convencido de que los españoles habían colonizado América solo por cabezonería, no por su inteligencia.

A las cinco y un minuto dejo de llover, a las cinco y diez minutos el taxi estaba en la puerta. Con nuestros cascos en la mano y el chubasquero, por si acaso, subimos al taxi.

-¿Para que llevan los cascos?

-Pues para recoger las motos y ponérnoslos

-Ah, bueno, aquí no se utiliza el casco.

-¿Y esa ropa?. Por si llueve.

No llueve mas, solo llueve hasta las cinco.

Tras un largo tramo de camino de tierra ya con el agua escurrida, llegamos hasta un galpón. Bueno ni eso, poco mas que un corral sin ganado donde se encontraban las motos. Un cartel donde habían pintado a mano un escudo de BMW indicaba que aquel era el destino y allí estaban las motos entre hierbas bajo una techumbre de paja. Entonces, ya dijimos, no había Internet y tampoco ningún concesionario, taller o tienda de la marca en todo el país… ni en los próximos que atravesaríamos hasta llegar a México. Seguramente muy pocas motocicletas de la marca y mucho menos del ultimo modelo GS que no llevaba aun un año en el mercado europeo.

Antes de despedir al taxista de las cinco, pusimos las motos en marcha. Todo estaba bien en las tres motos, una de cada color, solo estaban muy sucias. Estas motos ya habían viajado por Africa hasta Dakar desde Españ Ida y vuelta, y por toda America del Sur desde Sao Paulo hasta Ushuahia y a continuación por la ruta Austral , Chile, Peru, Ecuador Colombia y Panama hasta la capital de Costa Rica. A sus mandos se habían relevado ya 21 pilotos. Todo estaba bien aunque mostraban ya claras señales de un uso intensivo. Todo bien salvo que una de ellas, no tenía pastillas de freno trasero, estaban completamente gastadas, ya tocando metal con metal.

Bueno, dije, yo me llevaré esta moto y no tocaré el freno trasero desde San José hasta México. Total solo son 3.000 km mas o menos. Había que mantener la moral alta del equipo.

Nos dirigimos hasta la primera estación de servicio donde repostamos y con una manguera lavamos las motos para ver otros posibles daños que pudieran afectar, sobre todo a la seguridad. Como muy bien dice mi amigo Luis Oromi, “Un tornillo flojo hoy es una avería mañana”.

Estábamos afanados, cada uno con su moto, cuando un señor se acercó. —Bonitas motos.

Pues sí, ¿le gustan? Si a mi me gustan mucho las motos. Tengo una «be me doble u» igual.

¿Cómo?, ¿Que tiene una moto igual que estas?

Si, exactamente igual, como esa, de color negro.

Aunque el aspecto del señor era el de un caballero tico, yo no estaba del todo convencido que tuviera una moto igual, así que la ocasión la pintaban calva.

¿No tendrá usted unas pastillas de freno trasero para esta moto?

Pues sí, precisamente ayer recibí mi pedido de recambios a USA y me llegaron unas nuevas fibras, que ya me han cambiado. Tengo las otras a medio uso, No me gusta apurar las fibras de freno.

¡No podía ser tanta suerte!

Si quieren se vienen conmigo a mi llantera y allí se las cambian mis empleados.

Y así fue, seguimos a su camioneta hasta un taller de llantas muy limpio y ordenado, donde mandó a los empleados que dejaran lo que estaban haciendo para cambiar las pastillas de freno de la moto.

-Tomen las fibras usadas que cambiaron ayer a mi motocicleta y se las montan a estos señores de España. Yo mientras tanto les invitaré a un refresquito.

Aunque lo intentamos de todas las formas el sr Tico (no recuerdo su nombre) tenía bien entrenado al camarero, al mesero quiero decir y no pudimos pagarle ni un café. La suerte existe y si bien es difícil que te toque la lotería, creo que aun es mucho mas difícil que pase lo que nos sucedió. En la conversación el señor nos confirmó que, por lo que el sabía, la suya era la única GS 1100 de toda Costa Rica, se la había importado personalmente desde USA. Pues eso, la suerte existe.

El viaje empezó bien y continuo mucho mejor. Ningún incidente destacable y creo recordar que ni un solo pinchazo pero si muchas situaciones graciosas, o al menos, así las veo ahora, pasado mas de un cuarto de siglo.

Los momentos con mas interés humano se produjeron, sin duda, en los pasos fronterizos. Nada menos que siete aduanas para las exportación e importación temporal de las motos en las cuatro fronteras ( Costa Rica-Nicaragua-Honduras-Guatemala y México). Lo bueno es que como no había Internet, ni tan siquiera computadoras, cuando conseguías meter la moto en algún país, a base de rellenar un buen numero de papeles pues ya estaba, sacarla era mucho mas fácil al ser de matricula extranjera.

La mejor de todas fue la de Honduras con Guatemala por el paso de El Florido cerca del conjunto arqueológico maya de Copan.   

Hoy es una buena carretera asfaltada, entonces era una pista rocosa a través de la jungla. Unos cuantos kilómetros, no muchos, pero si no hubiera sido por que nos cruzamos con un autobús bien cargado con pocas personas pero bien saturado de mercancías, nos hubiéramos dado la vuelta. Aquel pedregal no podía conducir a un paso fronterizo internacional.

Era domingo y el paso fronterizo estaba marcado por una cuerda tendida cruzando el camino, y una bandera de cada país a cada lado, colgando que no ondeando de cada mastil en la soporífera tarde. Una diminuta caseta y en la puerta un tipo con camiseta de tirantes supuestamente blanca y pantalones cortos que pedían un buen lavado. El encargado del puesto echaba la siesta en una hamaca.

Se levantó el sombrero de paja con el que se protegía la cara de los insectos mientras los cerdos se retozaban en el frescor del barro de una fuente que goteaba a escasos dos metros y las gallinas picoteaban en dos países sin necesidad de pasaporte. 

Lentamente el único humano del lugar, con lo que supusimos que era el pluriempleado policía y aduanero, se levantó de su descanso. Se enfundó unas desgastadas zapatillas y vino hacia las motos.

-Vaya amotos gringos.

-No somos gringos, somos españoles.

-¡Caramba!.  La expresión fue mucho mas fuerte.

-De la madre Patria. Y ¿que hacen por Honduras?

-Turismo.

-¿Turismo?. Eso es de ricos y se hace en carro no en amotos.

Y ¿qué es lo que quieren?. Pues seguir el viaje por Guatemala.

-No sé por que quieren hacer eso. Aquí en Honduras se vive mejor, tenemos comidas mas ricas y mujeres mas lindas. ¿Han estado en Copan?

Lo preguntaba como si el camino donde nos encontrábamos pudiera venir de otro lugar.

-Si muy bonito.

Realmente lo es; mas que eso, especialmente bello e interesante y no tan conocido, ni entonces ni ahora. Muy singular es el campo de juego maya donde se practicaba una especie de futbol, muchos siglos antes de que los ingleses, con sus normas, lo convirtieran en el deporte mas extendido del planeta. Naturalmente nos ahorramos los comentarios sobre las leyendas que aseguraban que la pelota solía ser la cabeza de algún individuo de alguna tribu enemiga.

-Pues nos gustaría llegar a dormir hoy a Guatemala City.

-Eso es imposible, esta muy lejano, según dicen. El colectivo tarda dos días en hacer el trayecto, aunque con estas amotos lo mismo lo hacen en uno solo. ¿Cuanto corren?  

Pues en buena carretera superan los 160 km/h.

Eso no puede ser, a esa velocidad no puede correr ni un carro.

Se asomó a ver el velocímetro y cuando vio que marcaba hasta los 200 km/h. no pudo evitar murmurar. Estos gringos no tienen arrestos para hacer correr ni a una amoto.

-Venga, vamos a hacer los documentos.

Entramos en el chiscón. Los legajos de papeles descoloridos se almacenaban, mejor dicho, se acumulaban hasta el techo.

Saco tres papeles escritos a maquina y otros tres papeles de copia de carbón, tan usados, que dudé mucho que en la copia se pudiera leer algo, por mucho que el oficial apretara el bolígrafo sobre el primero.

Los rellenó meticulosamente mirando los números de matricula en la documentación que le presentamos de cada moto y el papel que nos dieron por cada una en la entrada a Honduras. 

No se complicó la vida en preguntarnos por que el propietario de la moto no era el mismo que el que figuraba en el pasaporte, ni tampoco en el documento entregado a la entrada. No tendríamos problemas, el caso era salir del país.

-Vaya cantidad de documentos que tiene vd aquí.

No levantó la cabeza de los papeles apretando el bolígrafo e intentando hacer su mejor caligrafía.

-¿Y los encuentra todos?

Entonces si levanto la cabeza con firmeza.

-Todos. Esta aduana es muy seria y bien organizada. Lo afirmó con rotundidad, mirándonos con firmeza y la seguridad de ser la autentica y única autoridad, y además de tenerlo todo controlado.

No hicimos mas comentarios.

Acabo con los papeles y a continuación relleno tres papelitos de color amarillento. Donde se leía: Boleta de exportación. 6 Lempiras.

Nos los entregó diciendo: -30 Lempiras.

Javier tomo uno de los papeles y dijo de la forma mas natural.

-Aquí pone 6 lempiras.

El aduanero se levantó con mucha mas agilidad de la que se le suponía con su prominente barriga al tiempo que retiraba todos los documentos de la mesa, incluidos los pasaportes.

-He dicho 30 lempiras. Murmurando; estos gringos imperialistas.

-Ya, si yo no digo nada, salto Javier, y pago lo que nos diga, pero …. Aquí pone 6 lempiras que por 3 son 18 lempiras.

Ahora sí que el policía/aduanero le miró con odio.

-Ustedes los gringos se creen los dueños del mundo. Vienen aquí el domingo y quieren pasar la aduana. No pasan. Y se guardó los pasaportes en el bolsillo de su raído pantalón.

Teníamos un problema.

-Señor disculpe un momento, le dije.

Saque a Javier del cuartucho y le di un un par de dólares para que fuera a cambiarlos a otra caseta de madera que habíamos dejado apenas 100  metros atrás. Un chamizo con donde un cartel anunciaba: Cambio. Queztal/Lempira/Dólar.

-Por favor Javier, ves a cambiar estos dólares por lempiras.

-Pues no sé porqué se enfada, si le pagamos lo que quiera, pero en el papel pone 6 lempiras.

-Que si hombre, que si. Que tienes razón. Ves a cambiar que no tenemos suficiente. Tu tranquilo y ya sabes que el cambio es un dólar 25 lempiras, Si te dicen que 20 también es buen cambio.

Agarro los dos billetes y se fue refunfuñando. Creo que tengo la foto que le hice mientras caminaba por aquel camino.

Saul nuestro compañero era un tipo paciente y esperaba sentado en su moto entretenido con los sonidos de los pájaros de la jungla y espantando los mosquitos hasta que escuchó los gritos del aduanero.

-¿Qué pasa, problemas?

Bueno vamos a ver como lo arreglamos. Vente conmigo tu que tienes cara de inocente y buena persona.

Entramos de nuevo en la caseta. El aduanero miraba con detalle el pasaporte de Javier.

-Perdón señor. Quiero que le disculpe. Mi amigo, esta muy nervioso. La verdad es que se acaba de separar de su esposa y esta intratable. Nos esta dando un viaje terrible.

Fué lo que se me ocurrió en ese momento.

El poli me miró inquisidor. Mantuvo la mirada unos segundos y rompió a reir con una sonada carcajada.

-Ja, Ja, Ja. La Doña lo tiene desquiciado, ja, ja, ja. Que busque otra para relajarse ja, ja, ja.

Saúl que andaba también muy despierto apuntó. – Estamos diciéndole eso todo el tiempo, que mire a las hermosas mujeres hondureñas y que nos deje tranquilos. Ja, ja, ja, ja.

Javier regresó con el puñado de lempiras en la mano. Tan tranquilo, como si nada hubiera pasado, dispuesto a entrar en la caseta de nuevo.  Pensamos que mejor no lo hiciera, no fuera a ser que tuviera otra de sus razonables ocurrencias. Se quedó en las motos.

Pagamos las 30 lempiras solicitadas que se guardó integras en el bolsillo y me entregó los recibos y pasaportes. A continuación sacó un sello y lo estampó en los tres papeles de exportación y los tres pasaportes.

Salimos del cuartucho atestado de papeles y el aduanero, que resultó también ser patizambo, se dirigió renqueante a la cuerda y la dejo caer al suelo.

-Ya pueden pasar.

Pusimos las motos en marcha y cruzamos a Guatemala. Al pasar a su altura con cara risueña nos grito – Gringos búsquenle una doña en Guatemala a su amigo ja, ja, ja, ja. #nosvemosenmoto

Gustavo Cuervo.

#relatosmoteros