La Familia Cuervo
En esta página extraemos el capítulo Moteros Madrileños. Libro Madrid en moto. Editorial Cúpula.
Genealogía Motera
“De casta le viene al galgo” dice el refrán, y no quería acabar este libro sobre Madrid sin rendir un homenaje a mi familia, como ejemplo de una de tantas que han dedicado sus pasiones y esfuerzos a las motos y su mundo.
Creo que mi abuelo paterno, y digo creo, pues yo apenas tengo muy vagos recuerdos de él, fue un apasionado que le toco vivir una época histórica cuando las ideas políticas de la ciudadanía se defendieron con auténtico romanticismo para escribir la historia de Europa. La primera mitad del siglo XX fue cruel y dramática para Europa, España y Madrid en particular. Tiempos de revueltas sociales, de guerras y miserias, cuando el valor de las ideas se erigía por encima del hambre y los bienes materiales de tal manera, que mi abuelo acabada la penosa guerra civil española, con su capital, nuestro Madrid, destruido y arruinado, se fue a Rusia a seguir peleando por su causa. Allí la moto entró en su vida, como medio de locomoción del ejército en el gélido invierno ruso y sobre dos ruedas vivió intensamente viajes a ambos lados del frente, amén de cruentas batallas.
Madrid se recupera de la Guerra Civil
Mientras los cuarenta avanzaban Madrid resurgía de sus cenizas, y mi padre dejaba crecer su infancia montado en bicicleta hasta que la juventud le llevo a la moto. Entro muy pronto en el ambiente de la motocicleta madrileño. Entonces era un vehículo de transporte personal habitual, pero también ya entonces de competición, y en cuanto pudo, incitado por aquellas carreras que se celebraban en el parque del Retiro, se saco el carnet y mal que mal, se compro sus primeras motos.
Empezaron los viajes y las carreras, conoció a una chica y no sé cuantas veces ella, mi madre, me ha contado aquel viaje siendo novios en una Mobillette 50 c.c. hasta Navacerrada. Era un velomotor con tan poca potencia que se tenía que bajar para subir las cuestas y mi padre, muy galán, subía la moto, la dejaba arriba y bajaba andando para acompañarla. Pienso que quizá me lo relate tantas veces por que hoy resido en Navacerrada y apenas tardo un ratito en llegar aquí por una autopista de cuatro carriles en cualquier moto de más de 100 CV.
Hasta aquí lo que me contaron ya que mis primeros recuerdos salpican la memoria con los traslados en una Montesa Brío con sidecar y toda la familia saliendo y entrando en un embarrado y entonces muy aislado y lejano barrio de San Blas. Apenas recuerdo poco más de esa época, si acaso vagamente, un enfado familiar cuando nació mi hermana Maite y mi padre se encontraba de viaje con su moto para asistir a las 24 horas motociclistas de Montjuic en Barcelona y que para tardar menos, al enterarse de la noticia, regreso a Madrid por Valencia porque, según argumentó “había mejor carretera”.
Si que recuerdo ya muy claramente el sótano de nuestra siguiente vivienda, donde con mi padre hermanos y amigos pasábamos todas las tardes reparando y preparando, con más voluntad que medios nuestras pequeñas/grandes motos. Vivíamos en la Colonia del Manzanares, barrio entonces no menos aislado, pero afortunadamente atrapado entre La Casa de Campo y el parque del Oeste. Dos parques, dos paraísos atravesados por el rio de la felicidad, el Manzanares. El Edén para unos niños que con ansias de aventura y emociones aprendimos a saltar montañas en nuestros ciclomotores por la Casa de Campo y sus improvisados circuitos de moto-cros trazados por nosotros mismos.
Nos criamos en la cultura de la moto, conociendo y asumiendo las desventajas de un medio de transporte que entonces ya perdía todas las batallas frente al desarrollo industrial de España y su símbolo más notable, el automóvil, representado por el legendario SEAT 600. Mi padre fue ¡cómo no! también el primero en tener coche del barrio, lo que no quitó para que las motos siguieran siendo algo fundamental en la historia de nuestra familia. Todos los hermanos , en cuanto tuvimos la edad, los deseados 14 años, nos sacamos la licencia, aunque naturalmente conducíamos desde mucho antes, y disfrutamos con las competiciones de todo terreno, trial y moto-cros, de “nuestro parque”.
La Casa de Campo de Madrid, cita dominical obligada
La Casa de Campo era por entonces cita dominical obligada de todo motorista madrileño con rueda de tacos. Fue una década tan memorable y emocionante como difícil, pues la moto y los que la usábamos pasamos de ser en algo normal para la sociedad madrileña, a convertirnos en unos presuntos delincuentes que solo hacíamos ruido con los “tubarros “de las motos de dos tiempos “trucadas”. A mi madre le gustaban las motos negras que hacían chuf – chuf, así que mi padre se busco primero una NSU y después una BMW R-27. De Vallecas salió Ángel Nieto que se fue a Barcelona en busca del pan que ofrecían las entonces gloriosas fábricas de motos españolas y darles a cambio títulos mundiales, y a España con el Real Madrid, presencia internacional en el deporte. Nació el circuito del Jarama donde acudíamos toda la familia para admirar a los nuestros grandes héroes, los españoles Nieto, Palomo, Tormo…los europeos, Barry Sheene, Sarron… y los americanos Steve Baker, Kenny Roberts…
La Sierra de Madrid, en trial y el enduro
Fuimos creciendo y llegaron las competiciones de motocross, trial y enduro por las Sierra de Madrid, El Escorial, Robledo de Chavela, Cercedilla…y los viajes por España y Europa con las mismas motos, las legendarias Montesa Enduro, Ossa Pioner, Bultaco… Luego las motos “más gordas” las BMW R-75/5 y las magnificas R-90 S Daytona. Mi hermano mayor Jóse, el más motero de todos, se lió la manta a la cabeza y se fue un verano a cruzar el desierto del Sahara con otro amigo y sus dos BMW de carretera llegando hasta Tamarranset y regresando con un turbante en lugar de la manta por sombrero. Nuestra fama en “los madriles” de motoristas empedernidos se extendía y nos llamaron de TVE para hacer la Vuelta Ciclista llevando a los cámaras. ¿Cómo se iban a negar mi padre y mi hermano? ¡En moto por toda España y además cobrando!. Desgraciadamente la joven vida de mi hermano mayor la truncó un automóvil la madrugada del año Nuevo de 1984 cruzando una calle madrileña caminando, pues mi madre nos prohibió utilizar las motos aquella trágica Nochevieja.
Chelo y yo ya nos conocíamos y como novios viajamos por toda Europa en moto, así que en su memoria nos fuimos ese verano al desierto, y lo más lejos posible, hasta Egipto cerca de la frontera con Sudan, donde entre dunas enterramos su querido pañuelo.
Las revistas especializadas y Motociclismo
Yo empecé a escribir en revistas especializadas de motos, como Motociclismo y de turismo y con el paso de los años a montar diferentes empresas todas relacionadas con el mundo de la moto y los viajes. Abandoné mi cómoda y aburrida plaza de funcionario, y los viajes fueron los que llenaron desde entonces la despensa de mi propia familia. La Casa de Campo, Madrid, España, se quedaron algo pequeñas y viajamos por Europa, África, América, Asia, Oceanía,……el mundo entero empezó a desfilar frente al manillar de mis motos. Hoy vivo con mi esposa e hijos en la Sierra de Madrid, un paraíso para todo aficionado a la naturaleza y la motocicleta, donde instalamos nuestro personal km.0. Mis hijos y todos mis hermanos siguen montando en moto y mi padre, en cuanto nos despistamos, nos quita las llaves para darse una vuelta.
Gustavo Javier Cuervo
José Luis Cuervo Fernandez. Falleció el dia 1 de Octubre 2016 en El Escorial ( Madrid -España ) . D.E.P. Puedes leerte este artículo que escribí tras la muerte de mi padre.