SANTIAGO DE CHILE – USUAHIA

Carretera Austral

Patagonia, Tierra del Fuego, y Ushuaia como punto final, son nombres que conocen todos los aventureros del mundo. América del Sur se rompe en mil pedazos, se fractura en un laberinto de canales, islas y picos, que los navegantes del siglo XVI bautizaron con nombres evocadores: Bahía de La Ultima Esperanza, Ensenada Inútil, Playa de los esqueletos… para llegar hasta el libro de los naufragios que se guarda en el museo de Ushuaia, hay que recorrer un largo y precioso camino. Los legendarios confines de América ofrecen a los aventureros uno de los rincones más insólitos y deseados del planeta. Las leyendas e historia de los navegantes que buscaron el paso a la India perfilando el recién descubierto Nuevo Continente, allá por el siglo XVI, llenaron de relatos fantásticos los libros de historia. Tierras de una belleza solo comparables con su dureza, eran la morada de feroces vientos que asolaban la región y que pronto avivaron la llama de la emoción en los mas osados. Durante siglos y hasta nuestros días, las regiones más meridionales de América han permanecido en la mente de los viajeros como un reto permanente. Actualmente y gracias a su propia fuerza, esta tierra se resiste a ser dominada por la mano del hombre. En la puerta del siglo XXI todavía no hay una vía directa de penetración por la costa del Pacifico, hasta las más lejanas tierras del sur. Aun no hay, ni posiblemente habrá nunca, un camino terrestre que alcance el mítico Cabo de Hornos. Es por tanto Ushuaia, la ciudad mas austral del mundo, la meta de los viajeros modernos que quieran embarcarse a conocer las inacabables maravillas de las tierras de la Patagonia, y más allá del estrecho de Magallanes, de la Gran isla de Tierra del Fuego.

Para realizar este viaje hay que aprovechar el verano austral,(Diciembre, Enero Febrero, Marzo ) no se debe demorar más el viaje pues las nieves, fuertes vientos y hielos asolan el territorio del extremo sur entre los meses de Abril y Noviembre. En Puerto Montt, a mil kilómetros de Santiago de Chile se acababa el asfalto y empieza la aventura. Más de uno de los amigos de toda la vida me siguen preguntando cuando regreso de viaje ¿ qué es lo que he hecho? y solo a los que me conocen bien les digo «Abrir el gas a las 7 de la mañana y cerrarlo a las 8 de la tarde. Si todo va bien, porque si no bien pueden ser las 12 de la noche o en la madrugada de la siguiente jornada». En este viaje la verdad es que hicimos bastante más que «darle al mango», como conocer paisajes inolvidables y degustar las excelencias gastronómicas de los salmones de Chile y las carnes y dulces de leche de Argentina, pero sin duda, lo que más recordamos son las horas que pasamos montando, o mejor dicho, gozando con las motos. ¿Cómo explicar a los no iniciados las delicias de cada derrapada, de las infinitas rectas de la pampa gas a fondo, de la persistente lluvia siguiendo las serpenteantes pistas de piedra y barro entre los glaciares, mares o lagos de la recortada costa chilena? Imposible. Lo único razonable es contarles lo maravilloso que es el glaciar Perito Moreno o las Torres del Paine, los lugares más buscados por los turistas “normales” que visitan estas tierras.

Santiago de Chile , en marcha.

 Cualquier viaje por Chile, tiene su punto de partida en la capital, Santiago. Moderna ciudad, en pleno crecimiento y una de las más agradables de la América del sur, no sufre con tanta intensidad los agobios urbanos de sus otras compañeras, las capitales de países vecinos. Centro de servicios, situada casi en la mitad de la nación, ofrece todos los alicientes que se le requieran como ciudad cosmopolita, pero también suficiente legado histórico como para dedicarle un par de días antes de la partida. La carretera panamericana parte en dos este estrecho y largo país. Una ruta muy transitada, como lógico y único eje vital, que se está transformando en autopista a base de desdoblar la mítica carretera. Entre Santiago y Puerto Montt 1.000 Km por un paisaje similar al de los países mediterráneos. Son campos de cultivo, viñedos, lomas suaves, grandes ranchos y concentraciones industriales en torno a las ciudades; es el corazón económico del país. Al este y muy próximos, los Andes tientan con sus picos al viajero, a introducirse entre sus valles. Desde Santiago por el paso del Portillo hacia Mendoza, desde Osorno hacia San Carlos de Bariloche, la afamada estación invernal argentina, pero en la mente del aventurero la meta está mirando siempre al sur. La carretera plagada de obras está salpicada por continuos controles de radar. La velocidad de 100 km/h es una norma de obligado y muy vigilado cumplimiento en Chile. Los carabineros encargados de la vigilancia de carreteras, acechan continuamente y los conductores chilenos se pasan la seña de los controles basándose en ráfagas. Se atraviesan cuatro regiones: VI o del libertador O’Higgins, VII o de Maule, VIII de Bió Bío y IX Araucania, hasta alcanzar Puerto Montt. Esta ciudad marca el fin del asfalto, empieza el desfile del país natural pacifico-andino. Puerto Montt, capital de la X región o de los Lagos, es la primera urbe con aspecto puramente austral de nuestro viaje. Puerto marítimo de gran importancia, referencia obligatoria para los marinos como punto final a las recortadas costas del fin de las Américas, es el inicio de las aventuras paisajistas. Solo un par de meses en todo el año aseguran buenas condiciones climáticas y aun así, no todos los días se puede disfrutar de sol por estas latitudes australes. Con solo ser paralelo 41º, ósea casi como Madrid en España, pero en versión sur, el clima se niega a brindar días completamente despejados. A partir de aquí el viento es el rey de la meteorología. Él trae y llevan las nubes y los aguaceros, manda sobre nevadas o granizos y azota con fuerza contra hielos, arboles y rocas conformando paisajes fantásticos.

En ruta por la carretera Austral.

Las primeras etapas del viaje puramente austral comenzaron para nosotros en Puerto Montt con una sinuosa y preciosa pista de piedra y barro que se retorcía entre los fiordos hasta alcanzar un par de barcos que superaban los más profundos e intransitables golfos. Hay dos rutas hacia el sur, en ambas es necesaria la intervención del ferry marítimo. La más conocida continua por la isla de Chiloé y muere al sur, en Quellón, último punto de la carretera panamericana. La menos conocida y mucho menos transitada, es la carretera austral, el único camino que sigue por Chile y al oeste de los Andes en busca del sur. Sesenta kilómetros de ripio, nombre que por todo el cono sur se conoce a las carreteras de moderno trazado con firme de piedra suelta y grava, empiezan a introducirnos en un paisaje sublime. Desde este punto se suceden los espacios naturales con consideración de Parque Nacional, el de Alerce Andino, con la mejor población de estos enigmáticos arboles, es el paso anterior al corto ferry que atraviesa el fiordo de Llanquihue. Apenas otros cincuenta kilómetros más y hay que tomar otro barco, en esta ocasión bastante más largo (6 horas) que enlaza Hornopiren con Caleta Gonzalo. La primera semana de Marzo estaba marcada en el cuaderno de bitácora del buque como último viaje de la temporada. Es esta, la parte continental más estrecha de Chile, un escenario natural de elevadas cimas permanentemente cubiertas de nieve, glaciares colgantes, bosques vírgenes y fiordos que ha comprado un ecologista y multimillonario norteamericano. Su motivo, convertirlo en parque natural a fin de evitar su contaminación por la civilización desarrollada. Se trata del polémico Sr.Douglas Tompkins, para la mayoría un benefactor, pues además de conservacionista impulsa programas de desarrollo locales. Para otros «un gringo extranjero» que compra territorios vírgenes y estratégicos pues sus dominios de 270.000 hectáreas van desde el mar hasta la frontera con Argentina. En cualquier caso bienvenidas sean todas las iniciativas cuyo fin sea la conservación de semejantes maravillas naturales.

El barco realizó su travesía en lo que para el capitán apenas eran aguas un poco movidas, pero a nosotros más nos pareció temporal, y tras recoger a unos colonos en una playa en complicada maniobra, alcanzamos Caleta Gonzalo, apenas un puñado de casas que hacen las veces de hotel de temporada. Para concluir la primera jornada de ripio, solo nos restaban 90 Km atravesando el parque natural de Pumalín en un atardecer inacabable, lluvioso y ventoso, inmersos en una naturaleza exuberante. Qué más daba que las nieblas y lluvias no nos permitieran disfrutar a tope con el espectáculo. Entre brumas y claroscuros, los bosques entre los lagos ¿o tal vez esto es un fiordo? y desfiladeros con glaciares colgantes. El caos desborda los sentidos. La vista confunde el blanco del glaciar con el de la cascada o el jirón de niebla; la negra roca desnuda, con el frondoso bosque, el cielo con los lagos, lagunas y fiordos. En la confusión no se puede asegurar si aquella es agua dulce o salada, si la tierra firme es isla, península o cabo, y el liquido desaguadero, río o estrecho. Es el atormentado paisaje del fin del mundo que hay que recorrer para enlazar Puerto Montt con Chaitén y Coyhaique, la carretera austral despliega todos sus encantos sin verse interferida por barco alguno. Son casi 500 Km de puro espectáculo, de pista para disfrutar tanto conduciendo como parándose en cualquier lugar a gozar con la naturaleza. Entre profundos valles, con el cielo recortado por los altos y puntiagudos picachos de los que se desprenden glaciares, cascadas y cataratas, y transitando junto a los idílicos lagos rodeados de frondosa vegetación, la pista se gana el título de una de las más bellas carreteras del mundo. Este humilde viajero busca en sus archivos mentales intentando encontrar parecidos en los más de sesenta países visitados y solo consigue llegar a una hipotética conclusión: solo un maestro del más puro aire paisajista sería capaz de meter en el mismo saco las montañas canadienses, los fiordos noruegos, los lagos suizos y los glaciares himalayos para tener como resultado este indescriptible paisaje patagónico. A lo largo de dos días y más de 1.000 Km íbamos a ser los asombrados viajeros de un mundo fantástico, de uno de los tramos más bellos del mundo, surcados por una carretera que colmaría las inquietudes del más exigente de los mortales. Ripio, tierra, barro, charcos y una lluvia incesante no rebajaban en lo más mínimo nuestro asombro. Lejos de borrar el entorno, la lluvia y las cambiantes nubes enredándose aquí y allá entre las cimas, descubriendo ahora y tapando rápidamente valles y bosques, precipicios, lagos y ríos, ventisqueros o neveros, nos hacia disfrutar de cada metro del camino. Intentar imaginar este territorio con días de brillante sol fue una fantasía que todos evocamos, al igual que apuntar en nuestros cuadernos de viaje con letras destacadas. «Algún día volveremos a principios de Enero para intentarlo». El fin del verano austral comenzaba a enseñar las uñas de un largo invierno en la Patagonia.

El lago de color mutante

Coyhaique, la capital de la XI región o del General Carlos Ibáñez del Campo, nos recibía con frío intenso. «Si hoy hiela mañana no lloverá» aseguraban los nativos, y efectivamente un amanecer casi completamente despejado nos invitaba a ponernos otra vez en marcha. Apenas unas decenas de kilómetros asfaltados, siempre en dirección sur, antes de volver al ripio, para rodear el lago General Carrera, recomendado en todas las guías paisajísticas del mundo. Camino de tierra o mejor dicho de grava, ripio que llaman por aquellas tierras sería de principio a fin el piso sobre el que rodaríamos. Sus aguas son de colores turquesa, azules, verdes, negras, incluso rojas, todo depende en este lago de la incidencia del sol, su profundidad y los filtros con que las nubes quieran manchar el paisaje. La RN-7 envuelve por occidente este espectacular lago de aguas de mutante color elegido a capricho de nubes, vientos y luces. La carretera serpentea a sus orillas, labrada en la pura roca en algunos tramos, en los que hay que extremar la precaución. Zorros y liebres, además de ovejas, vacas y caballos de algunas haciendas próximas que se asientan en los estuarios creados por los desaguaderos, y algún cóndor solitario sobrevolando las cimas adornan el camino. Cada recodo exige la parada invitando a la contemplación silenciosa e intima del paisaje. Cada kilometro ofrece innumerables posibilidades fotográficas, cada tramo es un escenario diez para disfrutar de la conducción.

Chile Chico, en el centro sur del Lago y marcando el limite con Argentina es el ultimo paso fronterizo posible. Mas al sur por territorio chileno la ruta continua hasta Cochrane y se amplia actualmente en busca de Puerto Yungay, pero nunca podrá avanzar mas, pues los inmensos campos de hielo patagónico se lo impiden. A la tarde alcanzamos la frontera con Argentina, los tramites meticulosos pero ágiles gracias a la absoluta soledad de los aduaneros. Actualmente la única ruta terrestre hacia Ushuaia pasa por realizar un mítico tramo argentino: La RN-40. Esta inacabable pista de notable anchura y bien mantenida enfila directa el sur atravesando la Pampa seca. Es el territorio de los ñandúes (avestruces americanos) pero también de los implacables y continuos vientos que asolan la región. La sequedad y el viento mantienen completamente deforestada y despoblada esta gigantesca región donde uno se siente pequeñito, pequeñito, donde la distancia entre pueblos se cuenta en cientos de kilómetros y además estos no pasan de ser un pequeño núcleo de casas. Debíamos pues cruzar la frontera y los Andes e introducirnos en otro paisaje muy distinto, el de la pampa seca argentina. Entre la ciudad de Perito Moreno y la de El Calafate, median más de 650 kilómetros de pista de ripio, con una anchura mínima de cuatro carriles, magníficos arcenes y horizontes infinitos. Es la mítica ruta 40, la vía de penetración más afamada entre todos los aventureros del cono sur. Aquí encontrarás a los mas esforzados ciclo-aventureros, retándose a sí mismos en las infinitas estepas, batiéndose el cobre contra su más feroz enemigo, el viento constante que a más de 80 km/h es su habitante permanente. Algún ñandú, versión americana del avestruz africano, huye a nuestro paso en veloz carrera. No es terreno ni para haciendas ovejeras. Tierras estériles y secarrales que el hombre solo puede aprovechar puntualmente cuando surge una solitaria laguna protegida de los vientos. Es el territorio del «gas a fondo», sobre inacabables rectas, pero con especial atención a las esporádicas y solitarias curvas de sorprendente radio que ayudadas por Eólo y amparadas en la monotonía , pueden acabar con el viajero  fuera del camino. Carretera de ripio bien mantenida pero que a pesar del lago Cardiel y el desvío hacia el monte Fitz Roy, solo es una etapa de enlace en busca de paisajes más australes y espectaculares.

En el glaciar Perito Moreno. 

 El Calafate, a orillas del lago Argentino casi 700 km. al sur es la única gran ciudad. Aspecto de estación invernal tirolesa con coloristas comercios para caminantes, montañeros y escaladores, es el punto de referencia para visitar el Glaciar Perito Moreno. Esta maravilla natural, solo un brazo del grandioso campo de hielo patagónico, es homologable a espacios naturales tan admirados como el Cañón del Colorado o las cataratas de Iguazú.

A poniente del cono sur americano y entre los paralelos 46 y 52 º los campos de hielo dominan el paisaje. Las inmensas cantidades de nieve caídas a lo largo de su inacabable invierno de 10 meses y durante miles de años, han convertido la orografía de los Andes meridionales en todo un espectáculo. Los glaciares gigantescos y los más pequeños en tamaño, denominados ventisqueros, toman aquí todas las formas posibles. Disfrutar de su contemplación es una experiencia inolvidable. De entre todas las lenguas glaciares, el Perito Moreno en Argentina, es por su propia singularidad, y la facilidad de sus accesos el más conocido. Avanzando dos metros al día, su frente acaba justo en el ápice del lago Argentino, donde cada pocos minutos se desmoronan las paredes de hielo con atronador sonido. En la actualidad el glaciar no crece tan rápido como hace unas décadas, y hasta 1988 cada tres años se producía un fenómeno natural de dimensiones colosales. El glaciar dividía en dos el lago, con lo que el nivel del extremo sur comenzaba a aumentar de nivel. Cuando la presión del agua sobre la barrera de hielo era mayor que su propia resistencia, se fracturaba todo en un cataclismo que sembraba el lago de témpanos flotantes. Por tierra (trekking) agua (navegando por los lagos) o aire, el panorama que ofrecen los campos de hielo patagónicos es sin duda uno de los mayores espectáculos de América. De sus elogios y su vida, pues el hielo es además una naturaleza bastante animada, te cuentan montones de curiosidades y datos las guías turísticas y las agencias de viajes que tienen aquí un foco de primera magnitud en territorio argentino. Es fácil emocionarse  en la contemplación de este mágico campo de hielo en el azulado atardecer, dejando que Morfeo regale la imaginación con las fantasías ya cercanas de las torres del Paine, el estrecho de Magallanes y la isla Grande de Tierra del Fuego. El duermevela entumece los sentidos, donde se mezclan y confunden el trueno de la tormenta, con el retumbar del bloque de hielo al caer sobre el lago, el viento soplando sobre el ventisquero con el rumor del bosque. Son los sonidos del paraíso sur que deleitan el espiritu. 

Las Torres del Paine 

En la siguiente jornada después de un forzoso rodeo de 200 km. por la Pampa Patagonia argentina regresamos a Chile, entrando directos hacia el corazón del paisaje más espectacular de América Austral. Con las imágenes del glaciar Perito Moreno grabadas para siempre en nuestra memoria, continuábamos viaje rumbo sur. Debíamos regresar a Chile y el camino lógico pasa por las impresionantes pistas que serpenteando entre los Andes australes enlazan en apenas un centenar de kilómetros con el Parque Nacional de Torres del Paine, pero por esas cosas de la política internacional, se encuentran cerradas al público. No quedaba más remedio que penetrar de nuevo en la inacabable pampa seca argentina para descender un centenar de kilómetros al sur por la afamada ruta 40 y volver a penetrar hacia el este en busca del paso fronterizo de Cancha Carreras. Nosotros como buenos amantes de la conducción off road, sentíamos no poder disfrutar de las retorcidas pistas que enlazan estos dos parques, pero a cambio disfrutamos pensando que teníamos mas kilómetros por delante para abrir gas. Es la Pampa seca, un espacio de inmensas llanuras, escasas precipitaciones, fuerte insolación y permanentes vientos, contrasta con la fuerza de los elementos climatológicos que se enseñorean de los picos y valles de se enfrentan al Pacifico por poniente. Los ñandúes, avestruces americanas cruzan la pista o pastan tranquilas a los bordes pero huyen a la mínima ocasión en cuanto te detienes. Ya desde lejos las majestuosas cimas del macizo del Paine levantan sus agudas agujas sobre las llanuras, llamándonos con sus cantos de sirena. Los trámites aduaneros no son excesivamente complicados. El nulo tráfico de viajeros de la frontera nos permitía charlar distendidamente con los aduaneros y de paso sacar algo de valiosa información sobre el estado de las pistas. Cabalgando por las secas llanuras se recortan al horizonte unos agudos picos que se pierden en las nubes. Cuando de repente llegas al centro de estas montañas tu admiración se desborda. Para describirlas habría que incluir los más efusivos y grandilocuentes adjetivos. Cualquiera que le guste la montaña queda aquí irremediablemente enamorado. Para nosotros además, lo mejor es que se puede transitar libremente por las pistas, dentro del parque nacional, entre guanacos (pequeñas llamas muy abundantes) lagos y cataratas. Son varios los refugios y albergues para montañeros que invitan al descanso decenas los lagos que requieren contemplación sosegada, centenares los rincones inolvidables y miles los guanacos que se cruzan por los caminos en nutridos rebaños. El Parque Nacional de Torres del Paine que nunca tuvo población estable humana gracias a su terrorífico e impredecible clima, tampoco escapa a las barreras del hombre. Un ganadero adquirió un gran territorio antes de la declaración de espacio natural, precisamente el que abarca el lugar por el que habría que salir para que el parque tuviera más de un acceso y a su criterio personal solo permite el paso de ciclistas, alguna vez motoristas y prácticamente nunca automovilistas así que lo único que se puede hacer es describir un gran lazo por la cara norte y oriental del macizo y volver a pasar por Villa Cerro Chico para continuar el viaje hacia el sur.

Más alla del estrecho de Magallanes.

Cerca del mar concretamente del Seno de La Ultima Esperanza, la pista zigzaguea entre bosques y estancias. Algún cartel a los bordes del camino avisa del peligro de minas y uno no sabe muy bien si se trata de la falsa amenaza del granjero de turno o es realmente el triste recuerdo de los militares por estas regiones australes, mejor no salir de dudas. Para finalizar la jornada Puerto Natales, una ciudad que no pasa de ser un pueblo grande con aspecto puramente austral. Fueron los navegantes españoles Pedro Sarmiento de Gamboa y Juan Ladrillero los europeos que primero visitaron estos confines en busca de un paso hacia el Pacifico, pero el nombre con que bautizaron este largo y sinuoso canal dice bien a las claras su resultado. Los belicosos indios y el clima arruinaron las incursiones europeas hasta el siglo XIX cuando se estableció el explorador alemán Hermann Eberhard creando una gran estancia para la cría de ganado ovino. Hoy la lana y la pesca siguen siendo las principales por no decir únicas fuentes de ingresos de esta zona, pues ni el descubrimiento de un prehistórico Milodón congelado en una cueva de las proximidades consigue retener a los escasos turistas mas de unas pocas horas. El ferry hacia Puerto Montt mantiene abierta la comunicación semanal con Puerto Natales y aseguran que el viaje entre los canales es un espectáculo inolvidable. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que las casas aquí están bien pensadas para aguantar los rigores de sus muy largos inviernos. La nieve, pero especialmente el viento helado son los dueños absolutos. Con la caída de la tarde alcanzamos Puerto Natales un pueblo con puerto que abastece a toda la región en el más puro estilo austral. Parecidas casas a las de Alaska y a las de Siberia, distintos lugares pero similares adaptaciones contra el frío y el viento.

Continuamos rumbo sur para atacar la Isla Grande de Tierra del Fuego, y es isla por que la América Continental acaba en el estrecho de Magallanes. Durante más de 100 Km viajamos paralelos a la costa norte del famoso estrecho de Magallanes, un lugar de leyenda para un canal por el que pasó, de la mano de España, la historia de la humanidad en el siglo XVI. Cruzamos el estrecho con el ferry que en apenas media hora hace el paso por la llamada Primera Angostura notando como la fuerza de la corriente entre el Atlántico y el Pacifico hace parecerse a este canal a un ancho y caudaloso río. Primero los españoles y más tarde los ingleses navegaron por estos canales en busca de pasos sencillos hacia el Pacifico y las Indias. La colonización no se materializó hasta bien avanzado el siglo XIX. Hasta entonces dos tipos de población indígena eran sus únicos habitantes. Los pueblos de las canoas, (Yamanas, y Alacalufes) nómadas que vivían de la pesca y caza de mamíferos marinos y las terrestres (Ona y Haush) dedicadas a la caza del guanaco. Fueron los Yamanas, que vestían muy poca o ninguna ropa, a pesar de las inclemencias climáticas los que dieron nombre a esta región. Utilizaban constantemente el fuego, incluso cuando viajaban en canoa, para mantener sus cuerpos calientes, y los navegantes europeos no encontraron mejor nombre para bautizar esta región que el de Tierra del Fuego. Cuando declinó el imperio español, los británicos tomaron las riendas y su respeto por las tribus aborígenes pasó a la historia como una de las páginas más negras de la colonización americana. En 1834 el científico Charles Darwin que pasó por este canal en su famoso viaje de exploración escribió que la diferencia entre los indios fueguinos «las más abyectas y miserables criaturas que yo nunca vi» y los europeos, era más grande que entre los animales salvajes y los domésticos. Una epidemia de sarampión y la caza del indio, desatada por los colonos ovejeros acabó con la extinción de la población indígena en apenas medio siglo.

En la Isla Grande de Tierra del Fuego 

A la salida del ferry, superado ya el estrecho de Magallanes y en la isla Grande de Tierra del Fuego, de nuevo gas a fondo por las anchas pistas. Podíamos viajar por estos amplios y bien trazados caminos mucho más allá de los prudentes 120 km./h que manteníamos de crucero, pero no teníamos necesidad de luchar contra el reloj y no estábamos dispuestos a que un pequeño error de pilotaje o una oveja descarriada diera al traste con la expedición. Pasamos la última frontera entrando de nuevo en Argentina y alcanzamos Río Grande. Activa ciudad, puerto franco libre de impuestos, gasolina subvencionada, cuenta con un moderno parque automovilista, donde puedes encontrar circulando todos los últimos modelos de 4×4 americanos, europeos y japoneses. Sería nuestra última parada antes de alcanzar Ushuaia. A la salida un cuartel militar recuerda la no muy lejana, guerra de las islas Malvinas, un contencioso que finalizó con la reconquista por parte de las tropas británicas mandadas por la dama de hierro Margaret Teacher y la caída del gobierno de los generales argentinos.

Y al final Ushuaia

Ushuaia esta mas allá de Río Grande, superadas las ultimas cadenas montañosas al sur de la Tierra del Fuego, donde se guarecen los lagos Fagnano y Escondido. Cuando se trata de turismo una de las normas básicas de los responsables de la promoción es buscar una frase que defina los alicientes de la región, y que sea capaz por sí sola de seducir a los turistas a visitarla. Ushuaia no es una excepción y han acuñado la llamativa frase de la ciudad del fin de mundo. Su latitud en el paralelo 55º sur (equivalente a Copenhague o Moscú en latitud norte) no es excesiva, pero más allá no hay mas tierra que las islas del Cabo de Hornos y el inmenso sexto continente, la Antártida. Es su aspecto lo que realmente la califica como uno de los últimos rincones del globo. La dureza del clima solo permite la visita turística entre los meses de Noviembre y Marzo y aun en pleno verano austral los fuertes vientos son una constante. Fundada en 1870 por colonos ingleses, fue entre 1884 y 1947 cuando Argentina mantuvo aquí una de sus más terribles prisiones para criminales y presos políticos, (hoy visitable) cuando empezó a ganarse su fama de remoto lugar. Desde 1950 una importante base naval y en las últimas décadas el desarrollo de las industrias de ensamblaje electrónico, la pesca, la madera y el turismo alentados por el subsidio estatal argentino han contribuido al boom económico. El Parque Nacional Tierra del Fuego, el museo del fin de mundo, el ferrocarril austral, las colonias de pingüinos, el esquí y el senderismo son los alicientes para los turistas. Los rompehielos rusos explotados por empresas norteamericanas tienen aquí su principal base de operaciones para los viajes eco-turísticos a la Antártida. Nosotros alcanzamos nuestro objetivo en el tiempo previsto. En el largo viaje de regreso a España en el avión, sentía la satisfacción de la ilusión cumplida, pero también la inquietud de nuevos objetivos.

Datos de viaje. 

Fecha:  Marzo 1999

Vehículos: 2 KTM 640 LC4, 1 BMW R-1100-GS. 1 4×4 Pick-up Chevrolet

Total kilómetros: Santiago-Ushuaia 4.830 km. Tierra: 3.530 Km.(73%) Asfalto: 1300 Km (27 %)

Gasolina consumida: 1.528 litros. ( 1 Coche y tres motos).

Averías: Tapa balancines moto, por caída. 1 Pinchazo trasero KTM

Etapas: 1ª Santiago de Chile- Chillan: 450 km. Asfalto.

2ª Chillan- Puerto Montt: 650 km. Asfalto

3ª Puerto Montt- Chaitén: 250 km. Tierra, piedra, barro.

4ª Chaitén – Coyhaique: 570 Km. Montaña, tierra, piedra.

5ª Coyhaique – Perito Moreno: 620 km. Tierra, montaña.

6ª Perito Moreno (ciudad) Glaciar Perito Moreno: 720 km. Ripio

7ª Glaciar P.M.- Torres del Paine – Puerto Natales: 570km.Ripio

8ª Pto. Natales – Río Grande: 680 km. Ripio

9º Río Grande-Usuhaia.320 km. Asfalto, ripio.

Pasos aduaneros: 3 (Chile – Argentina) Chile Chico – Los Antiguos, Cancha Carrera- Cerro Castillo, San Sebastián- San Sebastián.

Feries: 3. Lenca -Aulén 1 h. Hornopirén- Caleta Gonzalo 6 h.)Estrecho de Magallanes 30 min.