Fecha: 4 a 16 Septiembre 2006. Pilotos: J. M. Benavente, X. Olivé, F. Nuñez, A. Alabau.

Países: Costa Rica, Panamá, Colombia. Longitud: 3.000 km. Entorno: Sierras, Selva tropical. Terreno: Asfalto, tierra

El hotel Meliá Cariari en las cercanías de la ciudad de San José, capital de Costa Rica, sirvió de punto de partida de la etapa número 11 de la Vuelta al Mundo BMW cuyo destino era la ciudad de Bogotá. Las cuatro motos que tras un inmenso aguacero fueron traídas por los propios pilotos la noche anterior desde el concesionario de la marca alemana, esperaban quizá ansiosas a sus nuevos cuatro amigos que habrían de llevarlas desde Centroamérica a Sudamérica. Montar el equipaje por primera vez resulta siempre emocionante: maletas laterales, rulo, bolsa sobredepósito… Como primer destino la aduana, pues los papeles de importación temporal de las motos deben ser cuidados en países de estas latitudes y dado que los conductores que las introdujeron fueron otros, era requisito imprescindible para evitar retrasos en las siempre tediosas y excesivamente burocráticas zonas fronterizas. Tras la foto oficial de salida con todos los integrantes del concesionario oficial BMW en San José -Motos Bavarian, cuya dedicación, amabilidad y colaboración fue realmente proverbial- ponemos la ciudad de Cartago como primer destino; de ahí por pistas a comer al lado del volcán Turrialba a más de 3.000 m de altura y descenso hasta una hacienda cafetera -hoy hotel de encanto mágico- llamado Casa Turire adonde llegamos empapados tras el que empieza a ser un ritual de la etapa: tremendos chaparrones vespertinos. Cena, piscina e hidromasaje con los compañeros de la etapa anterior que están con nosotros hasta mañana, acompañándonos en un todo terreno en un acto de convivencia entre pilotos digno de resaltar. Las motos tras la revisión en San José se comportan perfectamente y responden impecablemente sobre cualquier tipo de superficie. Es el primer día y estamos encantados con las Adventure, lo cargan todo sin resentirse.

Los cuatro días siguientes fueron destinamos a conocer lo más posible el exuberante territorio de Costa Rica, un país erigido en destino turístico de miles de personas y cuyos encantos son tantos y sus atractivos tan variados que poco podíamos recorrer y visitar en tan corto período de tiempo. Conocedores de esto, nos dispusimos a no perder ni un minuto. La vegetación sorprendente y los puentes de hierro alternaban con carreteras de mediocre asfalto y pistas de todo tipo; el calor se acrecienta y la humedad y ambiente tropicales también, los mosquitos inician su saludo en nuestras pieles. Limón y Puerto Viejo con su sabor tradicional a pesqueros antillanos fueron destinos que nos sedujeron, nuestras GS 1200 fueron miradas de arriba abajo y decenas de veces al día tuvimos que explicar a quién nos lo preguntaba el origen de nuestro viaje y el periplo en el que estábamos inmersos. Del Atlántico y casi volviendo sobre nuestros pasos nos dirigimos hacia la costa del Pacífico a entroncar con la carretera Interamericana en San Isidro. Rumbo a Panamá, optamos por no cruzar la frontera por el sitio clásico de Paso Canoas y elegimos el casi olvidado de Río Sereno, más al norte y entre montañas, más auténtico y con mayor sabor de aventura. El acceso, bajo la lluvia habitual y por embarradas pistas no resultó fácil aunque las BMW y nosotros pusimos todo de nuestra parte para que la salida de Costa Rica fuera lo menos cansada posible. El problema fue que la encargada de aduanas de Panamá ya se había ido a su casa y hasta el día siguiente no habría paso. Lo que no fue óbice para que nos fumigaran las motos -también lo hicieron los costarricenses en la frontera con Nicaragua- y que nos consiguieran una pensión en el pueblo fronterizo para pasar la noche y esperar al día siguiente. No tenía agua caliente y los baños eran comunes, pero casi nos habíamos garantizado la entrada en Panamá y esto ya era suficiente después de casi 11 horas de moto.

Ya en Panamá con todo en regla nos introducimos, desde la frontera hasta la localidad de Volcán, por una preciosa carretera de impecable asfalto y cuya recta más larga no llegaba a los 150 m, quizá los 80 Km. más bonitos de toda la etapa. Con sol y pronto por la mañana, la entrada al país del istmo nos dejó un dulce sabor de boca. Descenso de nuevo para incorporarnos a la interamericana y rumbo por ésta hasta la ciudad de Santiago, arribando casi de noche y empapados, tras pagar una “mordida” por un supuesto exceso de velocidad en la carretera que recorre América. Las motos siguen comportándose magníficamente, su manejo y respuesta nos da la confianza necesaria para que el ánimo no decaiga ni un ápice. No hemos tenido ninguno de los cuatro ningún contratiempo con las monturas.

También nos propusimos conocer las dos costas -cada vez más cercanas entre ellas- de Panamá a la búsqueda de esa playa paradisíaca en la que tomar el sol y pegarnos un baño, pero el turismo en este país no está tan desarrollado y los buenos lugares son privados, patrimonio exclusivo de gente con mucho dinero. La entrada a la ciudad de Panamá la llevamos a cabo por el Puente de las Américas, gigantesca estructura de hierro bajo cuya silueta inicia la entrada al canal de Panamá por el Pacífico. Para localizar un hotel adecuado a nuestras necesidades y las de nuestras BMW recurrimos a un español que encontramos en una gasolinera, quién con su Gold Wing de suspensiones bajas nos llevó hasta lo que buscábamos. La visita a las exclusas del Canal de Panamá -que separa las dos Américas- era obligada y a todos nos impresionó esta magna obra de ingeniería. Colón en la costa del Caribe nos deprimió por la pobreza exhibida en sus casas y calles y hasta la propia policía en bicicleta nos avisó de la peligrosidad de circular por sus arterias. Nombre de Dios, Miramar, Playa María Chiquita, Playa Isla Grande, Portobelo, Gorgona o Playa Coronado fueron preciosos lugares visitados de Panamá en esta Vuelta al Mundo BMW. El concesionario y club de la marca de la ciudad nos invita a cenar en Amador, lugar desde el que se divisa el impresionante Skyline de la Panamá City y podemos intercambiar vivencias moteras entre los asistentes. Ya llevamos casi 2.500 Km. de etapa y las Adventure siguen resultando ideales para este viaje; llega el momento de embarcarlas en avión con destino a Colombia.

Ya desde España habíamos indagado como cruzar el llamado Tapón del Darién, esa estrecha franja de terreno que supone la entrada a Suramérica y en la que la carretera interamericana -de Alaska a Tierra del Fuego- queda cortada por la selva, lugar de negras crónicas tomado por la guerrilla prácticamente imposible de cruzar por tierra. Por barco es posible, pero para nuestra etapa tiene tres inconvenientes: uno el no disponer de días fijos de salida y entrada de los cayucos que hacen el recorrido; dos, que éstos no son lo suficientemente grandes para llevar cuatro motos como nuestras BMW y tres, que es ilegal entrar en Colombia motos por este país por la falta de registro y visado, lo que sería un serio inconveniente cuando estas fueran a abandonar aquellas tierras. Así que el método más idóneo era el avión, en un vuelo de Panamá City a Bogotá que la compañía Girag se encarga de realizar casi todos los días. Gracias a la colaboración de Bavaria Motors -concesionario BMW en Panamá- arribar hasta la zona de carga del aeropuerto con las motos fue más fácil. Tras cuatro horas de papeleos, desmontar los espejos y las cúpulas, pesar las motos y estibarlas adecuadamente en palets (sin mencionar el no pequeño costo del trayecto de nuestras ahora gigantescas compañeras de dos ruedas), las dejamos en la panza del avión para tener que recogerlas al día siguiente en Bogotá, Colombia. Vuelta al hotel y regreso con el sol al aeropuerto para tomar nosotros un vuelo a la mencionada capital y encontrarnos con nuestras monturas.

Las aduanas han sido en esta parte del mundo un pesado lastre del que sin embargo fue imposible deshacerse, supone en general una tremenda pérdida de tiempo y energías. Así que tratar de sacar una vez en Bogotá las BMW de la aduana no resultó ni fácil ni rápido. Casi cinco horas que hubieran podido ser más si Jorge Riveros -del club BMW de Colombia- no nos echa una mano y nos ayuda a salir de allí, bajando con las motos las escaleras de las oficinas, rumbo al hotel que previamente nos había reservado. Como en Colombia además los motoristas deben llevar chalecos con la matrícula, Jorge nos los tiene preparados para ponérnoslos. El recibimiento fue espectacular: más de 50 motos aguardaban en una gasolinera de la ciudad de Bogotá y todos juntos realizamos una salida nocturna que nos llevó por las mejores carreteras de los alrededores de la ciudad y nos permitió divisar las mejores vistas de la capital desde lugares de privilegio. Después nos sumergimos en la noche y amanecimos como y donde pudimos.

El desplazamiento a Medellín resultó largo -400 Km. de una curva tras otra incluido un puente de madera que hay que atravesar empujando las motos- pero sumamente emocionante: los últimos kilómetros hubo que recórrelos de noche, con mucho ejército colombiano patrullando la carretera. Por fortuna, la gente de BMW en Medellín (Ruta 40) salió a buscarnos y nos acompañó hasta el hotel. Colombia nos resultó un país agradable, limpio y seguro a pesar de la imagen que en el exterior pesa sobre él; los alrededores de Medellín, sus restaurantes, miradores, pueblos coloniales como Santa Fe, puentes colgantes, ritmo nocturno y sitios culturales como la plaza Botero, hicieron que nos quedáramos encantados con la ciudad, aunque aún más con todos los integrantes de Ruta 40, cuya hospitalidad nos impresionó. Iván -de Ruta 40- y Jorge -de Altagama- fueron nuestros guías en la vuelta hacia Bogotá en la que nos detuvimos a contemplar lo que fue el enorme rancho de Pablo Escobar, con aeropuerto y zoológico incluidos. Los dos siguientes días se dedicaron a visitar los alrededores de Bogotá y las excursiones a Villa de Leyva, un enclave colonial en perfecto estado de conservación y famoso por sus fósiles, a Zipaquirá -con su catedral de sal- y al pueblo alfarero de Ráquira.

Las motos fueron depositadas en el concesionario oficial BMW de Bogotá apenas tres horas antes de que nuestro avión nos devolviera a España, no queríamos dejarlas, no queríamos que se acabara, pero es el turno de los siguientes pilotos. Si cuentan con la colaboración de tanta gente maravillosa como nosotros encontramos, todo les resultará mucho más fácil. Hemos hecho casi 4.000 Km. de etapa y no estamos cansados.

Gracias a todos los que colaboraron con esta Vuelta al Mundo BMW, que sigue adelante.

RUTA DE LOS EXPLORADORES ESPAÑOLES. Por Jos Martín

“El sol, en su carrera triunfal, se aproximaba a su ocaso dorando con sus ya amortiguados reflejos alguna nubecilla ligera que se sostenía suavemente en el espacio como a impulsos de un suspiro amoroso (…). El silencio se hizo completo, el paisaje era grandioso y solitario y todo, cielo y tierra, incitaba al éxtasis y provocaba el entusiasmo”.

Enrique Tusquets Tresserra

“Los grandes contrastes de un continente”

No hay duda de que estamos ante tres etapas apasionantes. Cruzar el istmo centro–americano y, luego, deslizarse por los caminos que atraviesan Colombia, Ecuador y Perú son experiencias que muestran la belleza fulgente y arrebatadora del Nuevo Continente, como la describía el viajero Enrique Tusquets en 1917. Los descubridores españoles buscaban oro y riquezas en esos nuevos territorios con el mismo ímpetu que otros imperios, el inglés, el francés, el portugués, el holandés, buscaban enriquecerse con las especias, las tierras y los esclavos que en ellos trabajaban sin que ninguno se diera cuenta de que la auténtica riqueza estaba allí, mucho más a mano, en la estética de sus paisajes y en la gente que los poblaba.

La carretera que sale de San José de Costa Rica hacia el sureste transcurre por terreno montañoso y volcánico cuyo punto más elevado es el collado de La Muerte, con 3.491 metros. Nada hay que temer, salvo a la tentación de quedarse allí anclado admirando la hermosura, a veces arisca, otras, generosa, que se contempla. La Carretera Panamericana discurre paralela a la cordillera de Talamanca hasta Paso Real, donde hay que tomar a la izquierda en dirección francamente al oeste hacia la península de Osa. Quien se despiste y tome la línea recta puede acabar en San Vito sin posibilidad de recuperar el buen camino salvo si retrocede hasta el punto inicial. En los Palmares, dos pueblos cercanos que se distinguen añadiendo su situación, norte y sur, y que se llevan como dos buenos vecinos (es decir, mal) la carretera toma ya la dirección sureste que lleva a Ciudad Neyli y a Paso Canoa, el puesto fronterizo con Panamá, para atravesar el río Chiriquí. Desde allí quedan cuatrocientos noventa y un kilómetros a Ciudad de Panamá.

La primera ciudad panameña importante que el viajero encuentra es David, la capital de la rica región agrícola de Chiriquí. Algunos pueblos, como Boquete, fueron poblados en la primera década del siglo XX con europeos procedentes de Suiza, Yugoslavia, Alemania y Suecia, y eso se nota en detalles arquitectónicos y en el estilo social. En otros, los indios chaquiras venden collares artesanos que recuerdan con sus colores, dibujos y ensartado a los de los masai de Kenia. Sobre su costa y hasta la península de Azuero, se suceden playas largas, solitarias y magníficas, como Las Lajas (a trece kilómetros de la Carretera Panamericana), Santa Clara, Farallón o Río Hato, y frente a ella, archipiélagos de enorme belleza que contienen nombres variopintos, como la Isla del Mono, la de Sevilla, Boca Brava, Chalapas, Uvas o Leones, unas diminutas, otras, pequeñas, y algunas grandes como la de Ceiba. Natá de los Caballeros, ciudad fundada en 1522, conserva la basílica de San Mateo (edificada también ese mismo año) y una capilla recoleta y encantadora que formó parte del hospital de San Juan de Dios levantado por fray Juan Burgos en 1670. En el valle de Antón los más curiosos pueden realizar un recorrido sobre las copas de los árboles por medio de cables suspendidos entre ellos.

De aquella Ciudad de Panamá fundada en 1519 por Pedrarias Dávila quedan pocos recuerdos. Los ataques piratas (especialmente el de Henry Morgan y sus mil doscientos hombres en 1671) obligaron a refundarla en 1673 bajo las órdenes de Fernández de Córdoba, aunque más tarde tres incendios ardentísimos acabaron con ella en el siglo XVIII. El descubrimiento de oro en California, la construcción del ferrocarril transoceánico y, al fin, la del canal de Panamá cambió las condiciones de la ciudad y del país entero. Para el viajero que quiere seguir adelante, la Ciudad de Panamá se presenta como el momento de tomar una importante decisión: cómo hacerlo. Si aparta la posibilidad de tomar un avión hacia cualquier aeropuerto sudamericano, dos son las opciones más frecuentes: continuar hacia el sur por el istmo del Darién sabiendo que en un momento la carretera desaparece (exactamente en Yaviza), o acercarse a Cristóbal Colón, ciudad a la que los panameños llaman coloquialmente Cristóbal, para tomar un transbordador (si funciona) o contratar pasaje con un barco carguero que vaya a Cartagena de Indias (Colombia). También hay quien viaja costeando por el Caribe hacia San Blas, luego, a Puerto Obaldia (el último pueblo panameño) y allí negocia el embarque hacia Zapazurro, Capurgana o Acandi, ya en territorio colombiano, para cruzar el golfo de Uraba en cuya orilla oriental ya hay carretera.

El Tapón del Darién está formado por una selva húmeda frondosísima y es uno de los lugares más hermosos, desconocidos e impenetrables de América, por lo que ha merecido la consideración de Patrimonio de la Humanidad. Quien escoge este camino debe saber que de junio a noviembre las lluvias dificultan aún más su tránsito y que allí nadie debe descartar cualquier incidente, de modo que hay que tomar ciertas cautelas. El camino que lleva hasta el mojón que señala la frontera, un bloque de cemento con forma troncopiramidal, se realiza a pie, en mula o a lomos de pequeños y fuertes caballos serranos cuyos andares recuerdan los del paso fino que se cría en las fincas costarricenses y panameñas con sangre de caballos jerezanos. Al otro lado está Palo de Letras, Lomas Aisladas, El Tigre, el río Atrato y de nuevo, la Carretera Panamericana que atraviesa Antioquia hacia la bella y denostada Medellín.

De Colombia se dice que en su territorio guarda todo lo hermoso de Sudamérica: pueblos y ciudades coloniales como Santa Fe (fundada en 1541 por Jorge Robledo) o Cartagena de Indias (por Pedro de Heredia en 1533), Caribe lúdico y sensual en Santa Marta o San Andrés, montañas enormes como los Andes de la Cordillera Occidental, altiplanos como los Llanos del Este, selvas amazónicas en el parque nacional de Amacayacu, y grandes ríos como el propio Amazonas o sus afluentes el Putumayo y el Caqueta. Desde Medellín, la Panamericana transcurre por terrenos montuosos encajonados entre altas montañas y atraviesa Cali, fundada en 1536 por Sebastián de Belalcázar sobre un extenso valle, dominada tanto por el Cerro Tres Cruces como por una fama de fiestera que tal vez le venga directamente de su excelente aguardiente. Conforme el viajero se acerca al puente internacional del Rumichaca, la frontera con Ecuador, el camino se empina y se rodea de volcanes cuyas alturas pueden sobrepasar los cuatro mil metros. En Pasto e Ipiales, los últimos pueblos, hay buena artesanía en trabajos sobre la madera y el barniz, el tejido de paja, las toquillas y la joyería en oro. A pocos kilómetros de Pasto hay que decidir entre tomar el camino viejo o el camino nuevo. Casi todos optan por el nuevo, aunque nunca se sabe, porque la falta de mantenimiento y el clima pueden variar el estado del suelo y la comodidad del viaje.

La Panamericana entra en Ecuador por Tulcán, donde hay mercado los jueves y los domingos y se juntan las dos ramas, vieja y nueva, de la carretera. Desde San Gabriel sólo hay que recorrer doscientos cincuenta kilómetros por carretera tranquila para alcanzar Quito, a 4.794 metros de altitud en la falda del volcán Pichincha, capital del imperio de Atahualpa que representó para Pizarro su primera gran victoria cuando Sebastián de Belalcázar y Diego de Almagro la tomaron en 1533. Si mira desde lo alto de Cerro Panecillo, el viajero entiende que ahora hay dos Quitos: el centro, la ciudad colonial, y el norte, la ciudad actual. En sus dos mitades hay muchas cosas interesantes que cualquier guía turística al uso suele reflejar, aunque todos están de acuerdo en que el recorrido debe empezarse en la Plaza de la Independencia bajo la Catedral.

Dejando Quito hacia el sur, la Panamericana continúa por tierras altas hacia Latacunga, Ambato y Riobamba, ya cerca del volcán Chimborazo, mole de 6.310 metros. Una vez pasado Cuenca, a escasos kilómetros de su centro, hay una bifurcación que señala dos caminos: el que va hacia Loja para atravesar la frontera por Macará, camino más corto, pero intrincado y difícil, y el que lleva a Machala, el más frecuentado, que se dirige hacia Huaquillas, frontera con el imperio de los incas y el antiguo reino del Perú. En este paso se nota que las relaciones políticas entre Ecuador y Perú no suelen ser muy cordiales debido a viejas disputas fronterizas. La cordialidad, la paciencia y el sentido del humor, aunque también la firmeza, la agudeza y la vigilancia pueden ser las mejores armas.

La Panamericana pronto toma el borde de la tierra para transcurrir paralela al mar y no lo deja hasta llegar a Lima. Por el camino, hay ciudades coloniales elegantes como Trujillo, tierras sedientas como el desierto de Sechura, playas desiertas bañadas por un océano Pacífico a veces tan agresivo que da miedo, ruinas incas a sólo unos kilómetros de la carretera y muchas cosas más que no es difícil descubrir. Al fin, aparece Lima con su puerto de El Callao y la música andina suena con su mejor canto.

Bibliografía

–Los grandes contrastes de un continente. Enrique Tusquets Tresserra. Editorial Minerva. Barcelona, 1918.

–South American Handbook. Ben Box. Footprint. Bath, 2001.

–Costa Rica. Gabriel Ureña. Instituto Costarricense de Turismo. San José de Costa Rica, 1985.

–Breviario de Colombia. Carlos Sánchez, María I. Noreña y otros. Panamericana Editorial. Bogotá, 2000.

NOTA DE PRENSA

La Vuelta al Mundo BMW Riders finalizo la travesía de toda Centroamérica llegando a Bogotá (Colombia). Desde Mexico DF conducidas por dos equipos sucesivos que se relevaron en San José de Costa Rica (Costa Rica) las cuatro motocicletas sumaron otros 9.000 Km. por tierras Centroamericanas con lo que totalizan ya 51.500 km.

Los lugares por los que pasaron tras partir de México fueron los estados de Puebla, Oaxaca y Chiapas y a continuación los países de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia, a cuya capital llegaron en la fecha prevista.

El recorrido trazado siguió la carretera panamericana en ocasiones pero también muchos centenares de kilómetros por pistas de tierra, barro y piedra. Rutas por la selva y por la costa, junto a volcanes y ríos, con calor sofocante o lluvias torrenciales, aventura en estado puro. A lo largo de toda la travesía centroamericana se han unido los más destacables parajes naturales y rincones de siete países. Nombres evocadores como Selva de Lacandona y San Bartolomé de las Casas en Chiapas, Lago Atitlán y Antigua en Guatemala, San Salvador, Tegucigalpa, Lago de Nicaragua con su volcán Madera, Reservas de la Biosfera de Costa Rica, la cordillera central y el famoso Canal en Panamá, playas del Caribe y el Pacifico, el estrecho de Darien y Bogota son algunas de las nuevas referencias anotadas en el libro de viaje de la Vuelta al Mundo BMW.

En todos los países los pilotos vivieron inolvidables experiencias, pero sobre todo disfrutaron del contacto humano con los pueblos centroamericanos. Los habitantes de cada pueblo o ciudad siempre mostraron su alegría y curiosidad con el paso de las cuatro motocicletas y los niños fueron el centro de las anécdotas más entrañables. Los pilotos recibieron además y de continuo el cariño de todos los aficionados motociclistas y los clubes de BMW cuyos miembros les acompañaron siguiendo en parte su ruta; unos varios días, otros solo unos kilómetros. El espíritu GS Vuelta al Mundo ha vivido en Centroamérica memorables muestras de amistad sin fronteras.

Los importadores, concesionarios y distribuidores BMW de todos los países han estado muy pendientes del paso de las motocicletas por sus territorios, siguiendo al detalle el viaje y prestando todo el apoyo solicitado por los participantes, de manera rápida y muy eficaz. Un pinchazo y la sustitución de un rodamiento de la transmisión en Guatemala fueron las únicas incidencias reseñadas en las mecánicas de las motocicletas.

Finalizada Centroamérica el equipo numero 12 recorrerá Colombia y Ecuador al completo hasta Quito, desde donde el siguiente equipo continuara la ruta hacia el extremo sur de América. La Vuelta al Mundo BMW Riders en ruta por Sudamérica.