CIUDADES DE ESPAÑA PATRIMONIO UNVIERSAL

El paisaje urbano de España se forma con el quehacer de sus generaciones sobre el correr de los siglos. En busca del tercer milenio ocho ciudades se han ganado el título de Patrimonio Universal. Ayer, hoy y mañana, humildes y ricos, doctos y legos fueron y serán jinetes cabalgando por la Historia.

Las modernas redes de comunicación terrestre, y la velocidad con que por ellas puede circular cualquier moto actual, permiten conectar las ciudades españolas en apenas unas horas. Una semana, es tiempo, aunque muy apretado, para conocer de pasada el profundo legado cultural que atesoran las ocho ciudades catalogadas como Patrimonio de la Humanidad. Lástima que por el camino y entre las viejas piedras de los cascos antiguos queden demasiadas cosas merecedoras de una exclusiva visita. Son tantos los rincones que quedan por descubrir, que uno podría estar dando vueltas toda la vida a la misma ruta y no llegar a conocerlas todas. La situación se multiplica hasta el infinito si además queremos introducirnos en la vida de los personajes que forjaron y construyeron estas ciudades, que recorrieron sus caminos y descansaron en sus posadas. Acompaña a alguno de estos personajes por la España Universal y te sumergirás en el fastuosos mundo de un país de maravillas.

EL ARTISTA

Domenico Theotocopuli, pasaba por el Puente de San Martín saliendo de Toledo. Siempre le producía cierta amargura abandonar esta ciudad mágica, y eso que su madurada juventud, fama y fortuna, todavía no eran campo abonado para las tristezas. El encargo de un retrato en Cuenca le obligaba a cargar los zurrones de su jumento y emprender camino. Una apretada jornada de viaje sería suficiente para alcanzar aquella villa, que decían encaramada entre los desfiladeros de los ríos Huécar y Júcar. Atrás quedaban las mágicas luces y sombras de la capital del Imperio. Muchas obras, brotadas de sus pinceles, ya estaban plasmadas en templos, como los retablos de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, la catedral y la iglesia de Santo Tomé con su entierro del Conde Orgaz. Precisamente esta obra fue la responsable de su creciente popularidad, la que hoy le llevaba hasta Cuenca, merced a un mercantilismo pictórico que nunca hubiera soñado. Al remontar el Tajo por el sur se detuvo un momento a admirar la panorámica que años más tarde fijaría en un lienzo. La capital de la España Imperial desde el altozano del Cerro del Emperador, sin duda el mejor lugar para que algún privilegiado señor levantase en el futuro su cigarral, la clásica residencia nobiliaria toledana. Mas allá se abría el horizonte en La Mancha infinita. Ocaña y Tarancón, ya por entonces grandes y extensos pueblos, vieron el paso del artista. La noche caía cuando la pequeña comitiva penetraba entre las hoces conquenses y remontaba las empedradas calles hacia la Plaza Mayor. Un candil lucía tímidamente tras la ventana de una humilde vivienda. Amadis comenzaba su noche de vela de armas.

EL CABALLERO ANDANTE

“Amadis de la Mancha”, seudónimo tomado por aquel enjuto personaje conquense bien conocido por los vecinos gracias a sus chaladuras, y motivo de risa en todos los arrabales por las inacabables demostraciones de ficticios combates contra gigantes y malvados caballeros, estaba presto a partir. En su mente mil y un pasajes de los libros de caballerías, especialmente esa nueva novela en la que un manchego, tras distintos avatares decidía dar la vuelta en Sierra Morena. Él superaría aquellos miedos, aquellos fantasmas, vencería a malandrines y haría justicia a su paso, aun mucho más allá de los confines meridionales de la Mancha. Sin más premisas y también sin ayudante, pues bastábase solo para servir a su honor y vencer cualquier mal. Quiso el destino que cabalgando sobre escuálido corcel, su ruta pasara por fantásticos lugares. Alarcón, junto a los profundos valles del Júcar, que en su fantasía llegó a imaginar repletos de agua creando un autentico mar que sirviera para solaz del espíritu, pero también sobremanera para regar los campos siempre sedientos de las tierras hispanas. Manzanares, en plena llanura, la de los infinitos campos de vides alineadas hasta un horizonte difuso donde azul, verde y tierra se fusionan en uno. Bien sabía él que en aquellos pellejos atesorados, en lo más profundo de las encaladas casas se guardaban generosos caldos, capaces de calmar la sed al más calcinado de los gaznates. Úbeda, floreciente ciudad de ricos señores y mejores lujos, donde se construían palacios que rivalizaban con las más bellas construcciones del mundo conocido. Jaén, rodeada de olivos y dominada por las dos veces derruidas ruinas de su Alcazaba árabe, ahora castillo de Santa Catalina. Y por fin Córdoba, una ciudad que seguía declinando. De las muchas peripecias que sufrió por el camino habrá largas noches invernales para relatarlo, pero lo último que vino a sus enmarañada mente, fue la idea de que, si hubiera nacido en tiempos de su tatarabuelo seguro habría entablado feroz batalla con algún intrépido guerrero de la dinastía de los Omeyas.

EL CIENTIFICO DEL CALIFATO

Aquel insoportable dolor de cabeza estaba convencido que no era producido por merma alguna en sus facultades físicas. Mas al contrario, la incesante actividad de su cerebro y la falta de soluciones al problema científico que hacía meses le sobresaltaba aun en pleno sueño, era a ciencia cierta el único responsable de la enfermedad. Esa noche había dormido más tranquilo; su decisión de viajar hacia Cáceres a la mañana siguiente le había permitido conciliar el sueño. Tenía que ser muy sencillo. Él, Zirayb III, descendiente del más erudito de los sabios cordobeses, a su vez sabio y laureado científico de la corte califal, no podía seguir con esta duda que le corroía el alma. Temprano subió en su caballo bayo y partió al alba de aquella gran ciudad de más de un millón de almas con sus intrigas y tensiones, sus perfumados jardines y su fantástica residencia palaciega de Medina Azahara. Al Andalus, las tierras del califato, desfilaban ante sus ojos. Ensimismado en sus pensamientos recordando, relacionando y repasando una y otra vez los libros filosofía, astronomía y medicina llegados desde Mesopotamia y Bagdag, que el emir cordobés había requerido para hacer su propia escuela de sabios. Contrastando una y otra vez las formulas físicas tantas veces probadas que ya eran más que un axioma, que habría que convertir en ley, superó Sierra Morena y enfiló la ya por entonces milenaria ciudad de Mérida. Se estaba gestando el nacimiento del vidrio; solo faltaba un toque maestro a cuya búsqueda viajaba a la ciudad de Cáceres. Feliz sería su muerte unos años más tarde cuando, ensayando un artefacto volador, dio con sus huesos en las rocas cordobesas y quebrándose el cuello pasara a la historia. No la de los grandes titulares, la de los pequeños hechos que hacen grande a la humanidad: el laúd de cinco cuerdas, las reglas de un cante que con los siglos se llamaría flamenco, y como no, el vidrio, que sustituyó a las copas de oro de los reyes y los cuencos de latón de los villanos.

EL JUDIO

“Se os ordena a vosotros, familias todas de la casa de Israel, que si os dejáis bautizar y os postráis adorando al Dios de los gentiles, lo mejor de la tierra comeréis, como yo hoy. Habitareis en el país y comerciaréis; pero si os negáis, desobedecéis y el nombre de mi Dios no reconocéis y a mi Señor no servís, levantaos, salid de entre mi pueblo, de las tierras de Sefarad y de Sevilla, Mallorca y Cerdeña, que están bajo mi dominio. Que en el plazo de tres meses no quede nadie que se llame con el nombre de Jacob en ningún estado de mi reino” Edicto del 31 de Marzo de 1492. Selomoh Ibn La Vara de Yehudah.

David Cohen y su esposa Camila emprendían el camino del exilio. Ellos no viajarían con la mayoría hacia tierra portuguesas y después en explosiva diáspora hacia los Países Bajos, el imperio turco y Marruecos, sino hacia levante, a la muy cristiana ciudad de Ávila. A partir de entonces serian criptojudíos, esconderían sus creencias y vivirían como imponían las más poderosas leyes del momento y que el pueblo resumía en una sola frase: “Ante el Rey y la Inquisición chitón”. En la oscuridad de una cubierta madrugada salieron furtivamente de las callejuelas de la vieja judería cacereña.

El camino sería obligatoriamente quebrado, para burlar las pistas, en una transformación de personalidad que llegaba al tal extremo de cambiar el nombre de su propia patria: Sefarad por Hispania. Una de sus escalas sería Trujillo, en cuya plaza un muchachuelo inquieto y revoltoso espantó a sus caballos. Poco imaginaban que aquel mocoso, apellidado Pizarro, llegaría a conquistar todo un imperio allende los mares, en unas tierras a las que tan solo faltaban seis meses para ser hoyadas por el primer navegante occidental. La comarca de la Vera brindaba sus mejores galas primaverales. Flores de árboles frutales enriquecían la vista allá donde esta buscara descanso. Hermosos pueblos y aldeas de piedra y madera engarzadas a los pies de las sierras justo donde las escorrentías comienzan a flojear en su viaje hacia el Tiétar; refugio de familias judías de forzosamente olvidados amigos a los que ya no debería saludar. De poco servían a su afligidos espíritus los prodigiosos paisajes de los puertos de Gredos; tan solo para echar la vista atrás y sentir algo muy parecido a lo que en unos meses padecería el último rey moro tras su abandono de Granada.

EL LEGIONARIO ROMANO

Musculoso, aguerrido respetado por sus tropas, Milenium no era un sargento cualquiera. Desde que hace apenas cinco años entró en la guardia de fronteras, su ambición le seguía empujando y en su mente no cabía mas aspiración que la de gran general en histórico combate contra quién sabe qué ejércitos situados en los lejanos limites del gran Imperio romano. Por ahora sólo tenía que patrullar las sendas de las sierras centrales de Iberia. Cuán lejos de su querida Sicilia, cuan parecida en algunos retazos. La Calzada romana funcionaba con regularidad, las cuadrillas de borricos encargadas de trasladar las cargas por el puerto del Pico habían firmado un próspero acuerdo y vivían un momento de apogeo. Un compromiso complejo entre las familias de los muleros, con el beneplácito del gobernador de la región de Gredos. Había finalizado su trabajo en esta montañosa tierra de amplios páramos donde el invierno era terrible, pero la primavera en la que se encontraba pintaba con el intenso amarillo de la genista. Las tropas estaban tranquilas, no se preveían disturbios populares y por tanto el viaje de reconocimiento concluiría en un par de días. Las montañas de Guadarrama albergaban algunos asaltantes de caminos, pero no pasaban de ser rateros temporales sin organización alguna, pillos y maleantes que debe soportar cualquier imperio por mucho que éste haya plasmado leyes tan equitativas y bien razonadas que estaba seguro se prolongarían durante milenios. Una pequeña escuadra de soldados le acompañaba en su lento patrullar entre inmensos pinares. Caminos de montaña que tocaban el cielo cuajados de fuentes y arroyos de cristalinas aguas. Orgullosos, disciplinados, poderosos los jinetes enfilaban el otro gran vial de las sierras centrales de Hispania. La calzada romana del Puerto de Fuenfría, conducía directa hacia el gran campamento situado a la sombra del acueducto segoviano.

EL PÍCARO

Saltó de la cama, donde entre profundos suspiros de satisfacción yacía la ya deshonrada doncella, al oír los primeros pasos del servicio por la escalera. Ella soñaba y él sabía que su mejor arma en estos momentos era huir tan pronto y sigilosamente como pudiera. ¡Cuantas promesas incumplidas quedarían para siempre en aquel lecho revuelto, testigo de una noche de placer desmesurado!. Regresaba a su ambiente el multitudinario y juvenil bullicio de la Universidad de Salamanca. En una jornada culminaría el viaje, si encontraba algún despistado que no vigilara suficientemente su cabalgadura. Segovia era entonces lugar fácil para tomar prestada alguna montura. Eran muchos los comerciantes y madereros que acudían a traficar con sus mercancías. Tuvo tan buena suerte como mala fue la del vendedor de sedas a quien robó su corcel; al alba estaba camino de Arévalo. Allí un alto en el camino dio con sus huesos en una venta, atendida por una brava moza de turgentes senos. El escote que lucían las pueblerinas era siempre obligado punto de mira de sus ojos. Cómo ingeniárselas para satisfacer su sed y hambre, además de cómo beneficiarse a la mesonera no parecía cuestión de mucho, pues aquel viejo marido y los ojos golosos de la señora lo ofrecían en bandeja. Salióse de nuevo con la suya y, aunque tildado de pícaro y mujeriego, estafador y ladrón él disfrutaba de la vida sin los complejos que a otros aprisionaban.

Se saltó hábilmente el control de entrada en Salamanca. Era mucho mejor hacerse pasar por un estudiante asaltado por el camino, que lloraba la perdida de todas su pertenencias incluido el caballo, al que había dado suelta en los pastizales del Tormes, que intentar pasar en algún carro de paja que los soldados pinchaban con mortal desidia y certera monotonía en busca de fugitivos.

EL PEREGRINO

La fe envolvía cada paso de aquel peregrino con alma de santo. La llamada de Santiago, el Jubileo había que ganarlo a golpe de pinrel, pero también decía la ley que podía ser a caballo, algo mucho más apropiado para su delicado estado de salud. La última gran etapa entre Salamanca y Santiago de Compostela era su postrer reto. No seguía el más internacional de los caminos de Santiago, pero durante este trayecto la muy histórica ruta de la Plata hasta Benavente también ofrecía a sus flancos suficientes ermitas, posadas y descansaderos como para que la vida del peregrino fuera más llevadera. Por Zamora, la que no se gano en una hora, la de los tres asedios en círculos concéntricos, la de las intrigas y añagazas de las cortes medievales castellanas fue su primera escala. Más al norte, Benavente, ya visible desde lejos gracias a la Torre del Caracol, perteneciente al magnífico castillo palacio que mando levantar Fernando II de León. Pronta ya la entrada en Galicia por la comarca del Bierzo y la notable población de Villafranca. Cada vez más próximo su destino final en la Plaza del Obradoiro, ya estaba a pocas jornadas el siempre soñado Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana.

EL HOMBRE DE HOY

De la misma habitación donde el peregrino había curado sus llagas hacia ya más de tres siglos, me desperté el ultimo día de una semana de vacaciones. Había sido muy fácil meterme en la piel de siete personajes durante siete días y sus respectivas noches. Una nación donde a golpe de cabalgadura y sin mayores esfuerzos, se enlazan ciudades catalogadas como patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es sencillamente un escenario perfecto. Introduje la llave de contacto en la motocicleta y partí rumbo al centro. La jungla de hormigón que la otrora pequeña villa de Magerit ofrece a principios del tercer milenio tiene sobrado numero de argumentos para ganarse el titulo de capital de España. También el de nido de gentes de todo nuestro mundo de final de milenio al que realmente pertenezco. Ya no se viaja sobre alazanes, jumentos, o caballos Árabes; apenas quedan, o al menos son de obrar muy distinto, los pícaros, legionarios, peregrinos y científicos, pero a cambio hay muchos más locos, y cuerdos, artistas y gentes de toda raza y condición que se nutren de los espíritus del pasado. Almas inmortales que sobre un territorio de cuento han conformado un país de maravillas, por el que cabalgar ha sido, es y será siempre un privilegio.

Otras ciudades patrimonio de la Humanidad españolas. Alcalá de Henares. Ibiza. Mérida. San Cristobal de la Laguna. Tarragona.

DE INTERES

Toledo.-¿Que visitar?. Catedral- Sinagoga del Tránsito- Museo de Santa Cruz- Monasterio de San Juan de los Reyes- Casa y Museo del Greco- Iglesia de Santo Tomás- Puentes de San Martín y Alcántara.Panorámica de la ciudad desde: Cerro del Castillo.

 

Cuenca. ¿Que visitar?. Casas Colgadas- Conjunto ciudad antigua- Hoces del Júcar y Huécar- Catedral- Museo de Arte Abstracto Español- Museo Catedralicio- Puente Colgante. Panorámica de la ciudad desde: Paseo Hoz del Huécar.

 

Córdoba. ¿Que visitar? Mezquita- Catedral- Judería- Sinagoga- Alcázar- Museo Arqueológico- Medina Azahara. Panorámica de la ciudad desde: Salida de la ciudad por N-432 dirección Badajoz.

 

 

Cáceres. ¿Que visitar?. Casco antiguo amurallado- Plaza de Santa María- Plaza de San Jorge- Palacio Toledo- Moctezuma- Palacios de los Golfines- Barrio Judío de San Antonio- Casa de las Veletas. Panorámica de la ciudad desde: Sierra de la Mosca. Santuario de Nª Sª de la Montaña.

 

Ávila. ¿Que visitar? Murallas- Catedral- Convento de las Madres- Convento de Santa Teresa- Monasterio de la Encarnación- Museo Provincial. Ermita Nª Sª de Sonsoles. Panorámica de la ciudad desde: Los Cuatro Postes (ctra. Salamanca)

 

Segovia. ¿Que visitar? Acueducto romano- Catedral- Alcázar- Plaza Mayor- Casco amurallado- Puerta de San Andrés- Iglesia de San Quirce- Convento de las Oblatas. Carretera escénica circular. Panorámica de la ciudad desde: La Cruces. Salida ciudad por N-110 dirección Ávila.

 

Salamanca. ¿Que visitar?. Plaza Mayor- Catedral Nueva- Catedral Vieja- Casa de las Conchas- Universidad- Casa Museo de Unamuno- Convento de las Dueñas.Panorámica de la ciudad desde: Teso de la Feria.

 

 

Santiago de Compostela. ¿Que visitar? Catedral- Plaza del Obradoiro- Plaza de las Platerías- Plaza e iglesia de San Miguel- Plaza de Quintana- Rua de Franco y Vilar- Convento de San Francisco. Panorámica de la ciudad desde: Monte do Gozo.