Alberto Torres Benaya «Ato»

Madrileño de adopción y pucelano de nacimiento es ingeniero naval y oceánico aunque se ha dedicado a la consultoría de negocio y al mundo de las startups. Conocido en el mundo motero como Ato, está dando la vuelta al mundo en solitario por etapas en su Harley Davidson Roadking. Este año iba a hacer la Panamericana desde Alaska a Ushuaia pero debido al Coronavirus va a tener que posponer esta etapa. Le podéis seguir en Instagram en @lavidadeato o en su blog .

Por fin iba a cruzar una frontera con luz.

Todo lo que no había que hacer en un viaje, lo había hecho. Por fin me había medio organizado para poder tomarme una cervecita fresca con una copiosa cena que tuviera algo de cerdo después de casi un mes en Turquía. Llegaba la hora de Georgia. 

La noche anterior, en Turquía, había descansado en las orillas del monte Ararat. Era julio así que me sorprendió escuchar español en el parking del hotel en Doğubayazıt a unos seres extraños ataviados con esquís, raquetas, casco y gafas de ventisca, mientras yo estaba en manga corta. Por igual les sorprendió a ellos ver una matrícula española en la escalinata del hotel.

Resulta que el monte Ararat no es un montecillo de excursión de fin de semana. No. De hecho, aquellos seres no pudieron hacer cumbre. Eran de un club de montaña de Cataluña y era su viaje anual. El año pasado estuvieron en Kirguistán en el monte Lenin y consiguieron ponerme los dientes largos con aquel país que visitaría más adelante. Disfrutamos la cena con pan tumaca acompañado de buen jamón y fuet. 

Después de dejar atrás el Kurdistán turco, bordeando la cerrada frontera con Armenia, nos empezamos a adentrar en montañas repletas de vegetación. Se veía venir que ahí había una frontera natural, pues pasábamos de las montañas agrestes kurdas a una vegetación frondosa.

Georgia estaba ya a un paso. Antes tuvimos que pasar algún que otro control turco, con un frío que se las pelaba pese al sol que alumbraba el camino. Durante los últimos tramos turcos tenía el sol completamente de cara con un reflejo en la carretera que no era precisamente lo que me apetecía.

Tras un último repostaje en Turquía para gastar las últimas liras que me quedaban me dirijo por fin a la frontera donde la única persona que estaba cruzando que no fuese en camión, era yo. Llegué con sol, salí a oscuras…Cinco controles en Turquía para que te den el visto bueno para salir, y empiezan los controles georgianos.

_Me gustan_pienso.  Por fin tenía una frontera no controlada por militares, sino por policías o al menos gente no uniformada con camuflajes para apuntarte el número de matrícula en un ordenador. Todo parecía bastante moderno y las primeras impresiones son de un cambio radical de un país a otro.

Pareciese como si no se hubieran empapado absolutamente nada las culturas entre estos países vecinos… y así es.

Pasamos del Islam al Cristianismo. De caras árabes/persas/kurdas machacadas por la dura vida de las montañas turcas y de su sol, a caras blancas con acentos rusos machacadas por la dura vida que han arrastrado los antiguos países soviéticos. Puede que después de la frontera entre España y Marruecos, esta sea en la que más cambio he visto. 

La historia georgiana es una maravilla. Es una de las naciones más antiguas del mundo, mucho más que cualquier nación europea. No han querido nunca expandirse, tan sólo, como dicen ellos, sobrevivir a los ataques continuos del norte, sur y este. Enclavada entre dos grandes cordilleras, un mar y un desierto. Con un alfabeto precioso y único, solo usado por ellos.

Georgia es un país que está haciendo los deberes y nadie que lo visite volverá igual. Pero volvamos a la frontera…

_All good, welcome to Georgia_me dice la persona encargada de estampar el sello en el pasaporte.

_Qué rápido_ pienso, ¿tan sólo una persona me va a pedir los papeles? Dos metros más adelante mi alegría se ve empañada con la realidad.

_Passport please and bike passport. Do you have any drugs?_

_If you mean medicines yes, I have_contesté

_Show me.._

Y ahí empezaron unas cinco tensas horas. Les enseñé el botiquín donde no tenía ninguna caja, tan solo blisters y los prospectos médicos de todas las medicinas que llevaba. Todo lo había comprado en una farmacia española y ninguna de ellas necesitaba receta. Por ello, estaba tranquilo. Pero que algo sea legal en España no significa que sea legal en todos los países.

Aquel policía cogió el blíster de Frenadol. Lo miró por detrás y me dijo con una sonrisa _problem_.

Como llevaba una sonrisa le sonreí igual. Cogió todo el botiquín y me indicó que fuera dentro con él. Me sentaron en una sala que cerraron por fuera mientras que ellos se quedaron el botiquín y se fueron a otro lugar.

Nunca he estado en un calabozo pero supuse que esa era la primera vez. Aquella sala tenía una cama y una manta. Me empecé a preocupar.

Pasada una hora más o menos volvieron a por mí. Empezaron las preguntas con el blíster de Frenadol en la mano.

_Psicotropic_ me decían. A mi me dio la risa.

Estuvimos traduciendo los prospectos de español a inglés y cuando no lo entendían de inglés a georgiano. Pero cada dos o tres blisters diferentes volvían al Frenadol y volvían con la palabra psicotropic. Les estuve enseñando anuncios en YouTube, les decía que salía en la TV diciéndoles que era para cuando te dolía la cabeza. Pero no les convencía.

Llamaron a un médico y empezaron a sospechar entre ellos. Vaciaron todos los comprimidos en una balanza y por fin… me dijeron que no era suficiente para considerarlo tráfico de drogas pero si hubiese llevado tan solo un blíster más sí que hubiera sido tráfico de drogas.

_¡Uff! ¡Me he librado!_ Todavía querían inspeccionar la moto entera donde me hicieron hasta quitar el asiento. 

Era la una de la madrugada cuando me dejaron salir, obviamente aliviado, después de confiscar el Frenadol.

En una caseta, a menos de un kilómetro, me tuve que hacer un seguro para la moto por los días que iba a permanecer en el país y … ¡listo para buscar algún sitio para dormir!.

Así que ya sabéis, ¡cuidado con el Frenadol y su efecto “psicotrópico”!