Ver desaparecer una ciudad antigua es algo difícil de expresar. Acabo de regresar de la vieja ciudad de Kashgar, bueno en realidad solo una de las grandes zonas centenarias que aún quedaban vivas en esta nueva gran ciudad China. Kashgar, Kashi, como les gusta llamarla a los chinos en su idioma mandarín y no el tradicional lenguaje uigur; era, con Venecia, Samarkanda, y Xian, una de las referencias fundamentales de la Ruta de la Seda. Una ciudad milenaria de adobe y madera, viva, como solo pueden estarlo las urbes que entre sus muros atesoran historias de largas sagas familiares. Casas y hogares construidos y reconstruidos una y mil veces pegando la herencia familiar con cada puñado amasado de barro y paja, con cada caña y puerta decorada.

Apenas hace dos años paseaba con mi esposa Chelo y mi hijo Gustavo por las viejas calles de Kashgar, saludando a sus gentes tranquilas, a los jugetones niños, tomando fotos con toda tranquilidad pues este pueblo no pone reparos al extanjero, armado de su sempiterna cámara fotográfica. Hoy esas calles han desaparecido. Con suerte todabía son solo escombros de un reciente derrumbe a base de máquina demoledora. Las que destruyeron con anterioridad han visto levantarse en su lugar modernos edificios, algunos al menos intentan imitar la antigua artuitectura tradicional uigur, la mayoría hoy son solo escombros, a los que se asoman alguna puerta, o la pared aún en pie de una habitación que vivió durante siglos noches de amor, nacimientos y defunciones. Paredes desnudas que hoy agonizan img_8457mostrando su impotencia a la luz del día, sin techos ni protecciones, esperando que la piqueta muerda sus colores, que el desarrollo urbanístico acabe para siempre con su vida. Aun se puede ver por algun agujero producido por el derrumbe de la vivienda colindante a los panaderos amasando y cociendo sus últimos panes, a los artesanos de la madera, el latón, los perfumistas, traficantes de especias, dentistas, comerciantes de todo tipo y artesanos de aun más diferentes profesiones seculares agarrandose entre cascotes a su próxima extinción. China, la moderna China no perdona, y decidió que este núcleo de Kashgar debería desaparecer para siempre, no podía quedar integrado en el desarrollo de la moderna ciudad que se levanta altiva e impersonal, como todas la megápolis chinas, detrás de la última gran estatua del dictador Mao Tse Tung que aun queda presidiendo una gran plaza en el país del dragón.

img_8467Pero no tema el turista de cámara en ristre y floja memoria. Los gobernantes del lejano Pekín también decidieron dejar, por ahora  para el recuerdo y el ingreso de los visitantes un trozo de esta milenaria ciudad en su estado original. Los afortunados uigures que viven el el sector oriental, aún podran seguir rehabilitando sus casas de adobe sus calles estrechas, callejones de techos de madera, ventanas irregulares puertas esculpidas. Eso sí, para visitarla el turista deberá pasar por caja y pagar su boleto de entrada como si de un parque de atraccciones se tratara. La mítica ciudad de Marco Polo, encuentro de oriente y occidente, donde Asia central acaba y empieza el desierto de Takalamakán para dar paso a la China, ya no sera más que un recuerdo.img_8444

Mañana domingo intentaré rebuscar entre los últimos vendedores de camellos, la memoria del que fuera el más grande mercado de animales de toda Asia. Voy preparado; no me sorprenderá que en lugar de robustos camellos bactrianos de orgullosa estampa, encuentre sobre todo camionetas y camiones. Menos atractivos pero sin lugar a dudas más eficientes, contaminantes  y veloces para el trasnporte que los legendarios protagonistas de la Ruta de la Seda.

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