Cada día en China es una aventura y una gozada. Aventura por que nunca sabes que va a pasar y gozada por que todo cambia con tanta rapidez aún en el mismo día, que lo mejor que puedes hacer es disfrutar de cada cosa segun te esta pasando, sea buena o menos buena. Hoy salimos de Zhangye, no sin antes visitar su Buda tumbado gigante, de unos 30 metros. En el corazón de la ciudad toda una manzana llena de templos en los que se respira el místico ambiente de los monasterios budistas. No podía faltar la foto en la puerta, y desde alli emprendimos la ruta de la jornada.

Para empezar un precioso desfiladero por el que se interna la carretera secundaria, a tramos en obras, lo que aún le da más ambiente. Parada y «cafetito», del que llevamos en el coche claro pues en China resulta muy dificil y muy caro encontrar café, asi que sobrecitos que hacen la función y al final hasta te gustan. No las tenía todas conmigo al mirar el cielo y verlo de un gris azulado, pero ya habíamos esquivado las dos primeras tormentas pasando por el medio sin mojarnos, asi que decidimos continuar sin ropa de agua. Claro que a la tercera fue la vencida y empezó a llover suavemente pero con persistencia, justo en ese lugar donde no hay nada para refugiarse en muchos kilómetros. La  temperatura cae hasta los cinco grados y buscamos con la mirada ansiosa tras cada recodo un lugar donde parar y ponernos el traje de lluvia. Al  fin aparece un pequeño pueblo y tomamos la tienda de «abarrotes» como dicen en sudamérica, o sea alimentación, fontaneria, mercería y todo lo  demas junto. Hace frío de verdad y además de los impermeables nos ponemos ropa de abrigo bajo ellos. Osea que parecemos superhombres con todas las capas y protecciones. Arrancamos de nuevo ya con el confort de saber que no te vas a mojar, pues claro, al ratito deja de llover y comienza el calor. Como ya es  la hora de la comida y bien pasada, nada mejor que parar de nuevo quitarse los trastos y de paso degullir unos cuantos platos chinos. Angel y Noelia ya se van apañando con los palillos. El último tramo es una carretera «botosa» que dicen los ciclistas. baches continuos y asfalto deformado invitan a rodar de pie sobre los estribos. La temperatura alcanza su grado perfecto para viajar, es dedir entre 20 y 25 grados, brilla el sol y veo un puesto de sandías. Que mejor lugar detenerse y compartir unos minutos con los agricultores lugareños que buscan el sustento diario vendiendo su producto al borde de la carretera. Que buen rato pasamos, incluso se unieron al postre de la exquisita sandía unos moteros chinos que hacían su viaje de vacaciones recorriendo toda la provincia de Qinghai y Gansú. Sus pequeñas motos chinas no son impedimento para que disfruten tanto como nosotros viajando sobre ellas. Viajar en moto es algo que no distingue entre culturas, nacionalidades o creencias es simplemente algo que nos gusta todos los que lo probamos, y ademas nos une en la gran familia de la moto universal. Hoy llegamos a Jia Ju Guan, mañana la Gran Muralla y seguro que mucho más.

 Angel: Me ha gustado el primer tramo , me recordaba a las rocas del desfiladero de  Todra en Marruecos y algo como Arizona y el segundo tramo como la que llamamos la carretera Interminable, entre Nador y Erfoud, en el desierto del Sahara. Rodeado de desierto por todas partes. Este país es una continua distracción con su gente muy sencilla y amable.