Hasta otra Marco PoloDurante cuatro semanas seguimos los pasos de Marco Polo en su deambular por China. Hoy de regreso a Xining quedan los recuerdos de sus huellas por los desiertos y los altiplanos entre montañas, desiertos, valles y monumentos milenarios. Es el final de esta aventura por la ruta de la Seda.

La última etapa entre Dulan y Xining empieza con un día radiante. Cielos azules y un paisaje que con más prisa que calma se transforma de seco desierto a húmedo altiplano tibetano. Aparecen las primeras banderas budistas de oración en los pasos de montaña que rezan al viento. La temperatura desciende mientras bordeamos lagos que refulgen al sol matinal. Superamos lo que será nuestro último gran puerto de montaña a mas de 3700 metros de altitud y hace frio. Los yaks, esos prodigiosos animales capaces de resistir los mas gélidos inviernos, pacen tranquilamente en inmensas praderas verdes, casi agobiados por la alta temperatura que a mí me deja tiritando 3 º C. En el horizonte aparece el inmenso lago Qinghai, el mayor de China. Una ligera lluvia empapa la visera y obliga a limpiarla continuamente. No se puede bajar la atención ni un momento pues entre animales y camiones la ruta se llena de emociones, hay que estar muy atento. En un hueco de las nubes podemos disfrutar de los múltiples coloridos del lago; turquesa allá, verde en la lejanía, gris donde las nubes sombrean sus aguas. Son los últimos kilómetros antes de llegar a Xining, y como siempre resultan difíciles de olvidar.

No podíamos despedirnos de la Ruta de la Seda llegando sin más, estacionando las motos, así que decidimos que la mañana siguiente será nuestra despedida oficial de esta ruta mítica.

Amanece en la capital de la provincia de Qinghai un día radiante. Ponemos en marcha las BMW y enfilamos las montañas que rodean esta ciudad sin rumbo fijo. Es verano y aquí sinónimo de color intenso. Los campos de colza de un amarillo chillón, y los de patatas verde oscuro, tapizan las laderas como retales cosidos sobre una manta natural infinita. Es hora de abandonar la gran pista que enlaza pequeñas poblaciones rurales e introducirse entre los cultivos por los senderos que utilizan los agricultores. Pronto me quedo a solas, paro el motor y me alejo de la moto. Al quitarme el casco el zumbido de miles de abejas que liban las flores de la colza ronronean en el ambiente. Desde un alto contemplo el paisaje con calma. Me cuesta decir adiós a esta ruta mágica. Un camino legendario en el que no es de extrañar que Marco Polo encontrara seres fantásticos, animales oníricos y hasta montañas que ardían en el abrasador desierto. Con sus recuerdos finaliza la Ruta de la seda.

En unos días iniciaremos una nueva ruta, en esta ocasión por Tíbet. No será fácil pues las comunicaciones desde el techo del mundo son fáciles, pero intentare tener actualizado el blog lo mas al día posible. Durante el viaje por Ruta de la Seda os he relatado mis impresiones personales, para el Tíbet serán las anécdotas y vivencias de los protagonistas los que quedaran reflejados en los artículos. Un grupo de de indonesios, españoles, chinos y tibetanos con seis motos y un vehículo de apoyo serán los integrantes del equipo al que intentaré mostrar lo mejor de esta fascinante región. Os invito a que participéis preguntando lo que queráis en cualquier momento, lo que os intrigue, los pormenores de la expedición, en suma lo que queráis conocer de este país uno de los más desconocidos e insólitos del mundo que permaneció cerrado a los occidentales hasta hace muy poco tiempo.

Por Face Book o en la web. Intentaremos responderos a todas vuestras preguntas.

Hasta otra Marco Polo, hola Tíbet.