Fecha: 3 a 17 Marzo 2006./ Pilotos: Gerardo Seeliger, Sandra Voskujil, P.S. Schreiber, Jorge Seeliger,Juan Ignacio Torredemer, Jordi Monjo (Sr.), Jordi Monjo (Jr.)Acompañantes. Nicolás Molina y Santiago García
Países: España, Marruecos Sahara Occidental./Longitud: 4.000 km./Entorno: Desierto./Terreno: Asfalto, Tierra, Dunas.
Sábado 4 de marzo, 2006: Tarifa – Marrakech.
Esta jornada la consideramos puramente como “día de travesía” para llegar a nuestro destino, Marrakech, donde se iniciará nuestra etapa. Sin embargo, los que no conocemos Marruecos, empezamos a apreciar los contrastes paisajísticos y culturales, y yo, personalmente, con una gran sonrisa a medida que van transcurriendo los kilómetros. No obstante, no puedo evitar pensar en las pateras que estos días están transportando en pésimas condiciones centenares de subsaharianos que hacen este viaje pero en sentido contrario. ¡Y nosotros en nuestras cómodas R-1200 Adventure!.
Hacemos un cese en Moulay-Bousselham, donde nuestro compañero Santiago dispone de una casa. Se trata de un pequeño pueblo pesquero, pero bastante conocido por surfistas, que disfrutan de las excelentes olas que el Atlántico aquí les proporciona. Degustamos nuestro primer auténtico té a la menta que nos permite proseguir por la un tanto aburrida autopista. Digo “un tanto” porque en realidad no me deja de sorprender todo lo que transcurre alrededor de la autopista: gente cruza los cuatro carriles como si de una simple calle de pueblo se tratase, recogen misteriosas hierbas y las transportan en fajos a sus hogares. Gente, apoyados en los quitamiedos, se divierten al ver pasar el tráfico y nos saludan. Más se hubieran divertido si hubieran visto nuestro encuentro con la Policía de Tráfico. Nuestra velocidad sobrepasaba ligeramente los 120 km/h permitidos. Hacen “la vista gorda” a nuestras seis motos, pero el coche de nuestros acompañantes no tiene la misma suerte, teniendo que parar ante los enfadados gestos del Agente. Georges, el conductor, comenta al Agente la aventura, nuestra prisa por acudir a Marrakech y le convence de que él, tratándose del Jefe del Pelotón, debe de seguir nuestro ritmo y no perdernos de vista. Esta versión surte efecto y sin más rechistar, nos permiten proseguir.
Al llegar a Rabat, Santiago, conocedor de la zona, nos sugiere comer en un centro comercial, predominado por un gran hipermercado. Algo extrañados, le seguimos; francamente no era nuestra idea degustar nuestra primera comida en una cadena multinacional de comida rápida. Sin embargo, gente de poca fe, nos llevamos una muy agradable sorpresa, dado que el lugar escogido es un pequeño restaurante “de casualidad” ubicado en este lugar, con una soleada terraza, donde disfrutamos por primera vez en este viaje, de los exóticos sabores marroquíes: perfumadas ensaladas, el kefta, etc. Un compañero, que decidió buscar alguna alternativa más lugareña, se incorporó más tarde y lamentó no haber comido con nosotros.
Seguimos el viaje y pronto dejamos la autopista. Nos rodean praderas donde abundan llanuras forradas de terciopelo verde, praderas con abundantes flores amarillas, lilas y naranjas. Y estos mares de colores están, a su vez, divididos por grandes hileras de cactus. Nos invade el olor a olivos. Vacas de pelo largo, caballos, burros y ovejas están pastando plácidamente entre tanto verde. Cruzamos pueblos que parecen recién salidos de películas del Far West, donde abundan las antenas parabólicas en los tejados, los talleres, rotulados con letreros en un francés con errores ortográficos y carnicerías higiénicamente mal acondicionadas. Nos da tristeza ver como los vendedores intentan vender sus cosechas a lo largo del arcén de la carretera: a nuestro pasar, nos ofrecen naranjas, peces, ramos de flores y espárragos. En cambio, al mismo tiempo, podemos observar familias haciendo paseos por los campos, algunos de ellos disfrutando de picknick ’s A los neófitos nos sorprende ver coches con hasta 8 pasajeros, camiones con tal carga que circulan con escora, dificultando sumamente su adelantamiento y automóviles Mercedes, de hace al menos 30 años, pintados de color azul cielo. En general, los conductores nos facilitan los adelantamientos y, aparentemente, el mito de que “en Marruecos se conduce muy mal”, al menos hoy, no es aplicable.
A las 7 de la tarde, aproximadamente, llegamos a Marrakech, al Hotel Diwane. Allí nos reunimos con Juan, Jordi padre y Jordi hijo, los tres pilotos restantes que participan en la etapa que mañana dará comienzo y conocemos a Salah, amigo de Santiago. Salah es un singular y polifacético personaje, conocido por su aparición en programas cómicos televisivos y, al mismo tiempo, bien introducido en las altas esferas locales, lo cual nos resultaría a posteriori de gran utilidad. Es simpático, habla un correctísimo castellano y siempre está dispuesto a ayudar a sus amigos.
Cenamos juntos y con cierto cosquilleo en el estómago, repasamos guías, mapas y la ruta que iniciaremos al día siguiente. Concertamos la hora en la que quedaremos la mañana siguiente para cargar nuestros equipajes en la moto y desayunar. Y comienzan las despedidas de los compañeros que hasta este punto me han acompañado.
Domingo 5 de marzo, 2006:
Entregamos cartas explicando el Proyecto de la Vuelta al Mundo, haciendo hincapié en que el primer país visitado es Marruecos y rellenamos documentos de transferencia de vehículo, nombrando como titulares, los nuevos pilotos que ayer llegaron a Marruecos. Dichos trámites se alargan más de lo esperado, principalmente porque hoy es domingo y la Aduana está oficialmente cerrada para este tipo de trámite. Salah contacta con Jefes de departamento, Juan dispone de una carta del Cónsul Marroquí en España, regalamos, sin más motivo que expresar nuestro agradecimiento, una camisa de La Vuelta al Mundo al funcionario en cuestión. Aunque con lentitud, los trámites se van solventando. Esas horas de espera, nos permiten conocernos mejor y, al final, incluso pasar unos agradables ratos de risas y chistes. Una vez finalizados los trámites. Volvemos al hotel y salimos a comer. Salah conoce un pequeño restaurante, donde hacen los mejores pinchos morunos de Marrakech. Nos instalamos en una mesa en la terraza y comenzamos a comer ¡con las manos! Los platos y las servilletas consisten de pedazos rasgados de papel. Los sabores son exquisitos y la cantidad servida, copiosa. Los restos son reclamados por un gato y mendigos. Una vez accedes en darles los restos, éstos los introducen entre dos pedazos de pan y así se preparan una comida que más tarde degustarán. Salah hace lo mismo y se lleva consigo un bocadillo que, dice, luego podrá ser útil. Y así fue: más tarde se lo entregaría a un vigilante de parking, donde dejaríamos aparcado el coche de Salah.
Salah organiza unas visitas a hoteles de alta categoría. Son una maravilla. Jardines, fuentes, piscinas, incienso, chimeneas y cigüeñas por doquier… estamos en medio del cuento de Ali Baba. Algunos de nosotros hemos decidido pasar la última noche en Marruecos en el hotel La Mamounia, como “premio” a nuestros esfuerzos, pero Salah comenta que hay hoteles mucho mejores y a precios sorprendentemente bajos. Pero no nos dejamos convencer: es un deseo a cumplir, especialmente teniendo en cuenta que este año, el día 11 de septiembre, La Mamounia cierra para realizar una completa remodelación. ¡Más motivo para conocer este clásico esplendor! Nos comenta Salah que todos los hoteles de la ciudad, de alta categoría, tienen que prepararse para el Gran Competidor: en breve se inaugurará un hotel que será una réplica del Palacio Real.
Decidimos visitar el zoco. La presencia policial es abundante. Ello es debido a que el Rey llegó ayer a Marrakech. El Rey, comenta Salah, es un gobernante extremadamente activo; pasa una semana en cada una de las principales ciudades para hacer un minucioso seguimiento de cumplimiento de objetivos. El zoco nos despierta una mezcla de sensaciones: agobio, admiración, curiosidad, claustrofobia, hambre, miedo. Sucumbimos a los interesados encantos de los niños y de esta forma perdemos todas las monedas que llevamos encima. Los agresivos vendedores exclaman “Barça – Barça” y aseguran disponer de mejores mercancías que El Corte Inglés y así comienza nuestra primera experiencia con el regateo. Nicolás necesita una prenda de abrigo, y compramos una chilaba corta por 110 dirhams. Teniendo en cuenta que el precio de salida es de 180, no me siento satisfecha con el resultado, pero la desorientación, cansancio y agobio me privan de seguir discutiendo. No veo serpientes, ni a sus encantadores: me hubiese gustado tocar estos reptiles, nunca lo he hecho. Nos sentimos, a pesar de lo insólito que resulta el lugar, bastante seguros. Comenta Salah que a los ladrones y adúlteros, atrapados “in fraganti” son perseguidos, escupidos e insultados en público. Ante esta vergüenza, es difícil que nos pueda pasar algo. Salah se encuentra con el Secretario del Ministro de Asuntos Interiores, y se saludan efusivamente. Nos lo presenta y a pesar de sus cordiales saludos nos mira con cierto recelo, como si tuviera miedo le fuésemos a pedir de subir en su coche. Pero todo se queda en eso.
Y allí, en medio de la noche, se eleva la iluminada Koutoubia. De los edificios religiosos la Koutoubia, minarete y mezquita, es el elemento más conocido de Marrakech, emparentados como originales de donde surgió la Giralda Sevillana. Es la segunda mezquita construida, (la anterior reaparece en excavaciones al otro lado del minarete) y su belleza debió ser obligada ante la decisión de tirar la anterior por su mala orientación en relación con la Meca. El minarete es un faro para orientarse en Marrakech, y el símbolo de la ciudad. Construido antes que la actual mezquita y acabado a finales del XII, en tiempos de Al-Mansur; tiene una disposición de seis salas en altura, enlazadas por rampa válida para caballerías y con el remate de la linternas y de cuatro bolas «de oro puro y sostenidas por los planetas» según una leyenda original y que mataría a quien se atreva a profanar tales bolas, realmente hechas en cobre.
Concluimos la jornada en un restaurante, al mejor estilo lounge que combina la gastronomía Marroquí con la Tailandesa y con nuestras animadas charlas solucionamos todos los problemas políticos a nivel mundial. Salah nos comenta, según él “muy a mi pesar”, que ha comprometido a su hija de 16 años y que por tanto celebrará su matrimonio en breves meses.
A pesar de ser el primer día, nos damos cuenta la importancia que tiene que los pilotos se alojen en el mismo hotel y lleven a cabo (también) las actividades extra-motorísticas de forma conjunta. No solamente por el factor seguridad, si no también por el hecho de conocernos mejor y compartir experiencias.
Lunes 6 de marzo, 2006:
Salimos de Marrakech por la carretera N9. Hace frío, seguramente ha nevado anoche. Nicolás casi atropella a un aturdido pollo; los campesinos aprovechan para intentar vendérselo pero éste alega que en la moto es un tanto dificultoso de transportar. Juan, al adelantar una furgoneta que transporta dos burritos, recibe una lluvia de orines de estos animalitos. Llegamos al puerto de alta montaña Tizi-n-Tichka (2260 m. de altura) rodeados por un imponente paisaje de alta montaña. En los casi inexistentes arcenes, niños nos ofrecen fósiles, minerales y exhiben enormes lagartos, de llamativo colorido, agarrados por las patas traseras. No sé si están vivos, pero Juan comenta que sí, y que el propósito es colocarse uno sobre el hombro, sacarse una foto, y, como no, a cambio de unos dirhams o, mejor aún, Euros. Vemos los primeros dromedarios.
Llegamos a Taddert donde un vado de agua nos da la bienvenida. Nos tranquiliza el hecho de que no hay niños mirando, lo cual nos proporciona la garantía de que no nos caeremos. Unos kilómetros después de Taddert, seguimos por la N9, pasando por Agouim, donde nos sorprende encontrar un gran estudio cinematográfico, y Amerzgane, fuente de minerales y piedras semi-preciosas.
El paisaje nos ofrece todas las tonalidades del color ocre. Decidimos retroceder unos kilómetros para visitar Aït-Benhaddou. Allí nos recibe una fortaleza que evoca escenas al estilo de los cuentos de las Mil y Una Noches. Declarada por la Unesco como Patrimonio Universal, este lugar ha sido escenario de muchas producciones cinematográficas, como por ejemplo secuencias de Sodoma y Gomorrha de Orson Welles, Lawrence de Arabia, de David Lean, El Cielo Protector, de Bernardo Bertolucci o Las Aventuras del Joven Indiana Jones. Comemos un exquisito menú del día y conocemos una pareja de Polonia que lleva aproximadamente un año recorriendo el mundo sobre una GS1200.
Volvemos a la N9 para proseguir dirección Ouarzazate, Puerta del Desierto. A la salida de esta ciudad, cogemos la N10 para ir a Boumalne Dadès, pasando por Skoura y El-Kelaâ M’Gouna, a lo largo del Valle de Dadés. Sorprende la cantidad de escuelas y estudiantes; es como si cada vez que atravesamos un pueblo, coincidimos con la hora de salida. De repente, Jordi padre dice tener que retroceder por haberse olvidado de su mochila en el restaurante en Aït-Benhaddou. Ello causa la división del grupo y un retraso aproximado de 40 minutos para ellos en llegar a Boumalne Dadès. En ningún momento perdemos el contacto: es increíble la buena cobertura de telefonía móvil que existe en este país, ¡ya quisieran muchas poblaciones de la España rural! La mochila es recuperada sin problema alguno.
Boumalne Dadès, apodado “el valle de las mil kasbahs”, a pesar de ofrecer un paisaje árido y desierto, es rica en plantaciones variadas: granadas, almendras, higos, damascos y rosas, plantadas para la producción de la famosa agua de rosa. Cenamos y dormimos en el Kasbah Tizzarouine, que ofrece unas maravillosas vistas sobre el Valle de Dadès. Este Kasbah (cómodo, limpio, silencioso y sus empleados sumamente amables y profesionales) dispone también de habitaciones que denominan “trogloditas”: pequeñas cuevas labradas en la roca, que prometen ser muy frescas en verano pero que a ninguno de nosotros nos atrae por el nivel de cansancio y nuestras exigencias de comodidad. La sensación de espacio es enorme e inspira el “Dolce Far Niente”. Hoy hemos recorrido unos 385 km.
Martes 7 de marzo, 2006:
Antes de partir, y tras el desayuno, admiramos una vez más los paisajes desde el Kasbah, donde admiramos los palmerales y las enormes inscripciones que con piedras blancas han colocado sobre laderas y que rezan “Sahara Marroquí” y “Dios, Patria, Rey”.
Desde Boumalne Dadès, partimos hacia Gorges du Dadès, por la carretera comarcal R704. Predominan las montañas rojas y ruinas de kasbahs que, a veces, a simple vista no se ven, por confundirse con el rocoso paisaje. Pero Nicolás y yo decidimos retroceder, antes de que la carretera se convierta en pista: el pivote de mi palanca cambio se ha partido en medio de una reducción. El resto del grupo, más tarde, también daría media vuelta, por encontrar la pista cerrada, a pesar de haber recibido una información, que les costó un mechero, y que luego resultó falsa. Es una lástima; queríamos haber podido bajar por las Gorges du Todrá, lo cual, luego observaríamos, hubiese sido extremadamente dificultoso por estar también allí la pista cerrada.
Mientras el resto del grupo recorre el camino de vuelta, en dirección Tinerhir, Nicolás y yo aprovechamos para visitar Todrá por la R703. Antes de llegar a Todrá, hacemos una parada para ver unos dromedarios… y sus amos! Pronto estamos rodeados y antes de que Nicolás pueda remediarlo, éste se encuentra situado sobre un dromedario malhumorado, completo con turbante Tuareg. Abdul, el “animador turístico” más agradable de todo el grupo, saca fotos y demuestra un extraordinario dominio de cámaras digitales haciéndose autorretratos y retratos con Nicolás, que prometemos le enviaremos. No quiere dinero; dice estar económicamente bien colocado, su padre es el dueño de un bar. Discretamente nos pide material de propaganda, preferiblemente de BMW, del cual, lamentablemente, no disponemos y que él hubiera intercambiado por un colgante estilo Tuareg. No quiere comentar sobre política: dice que hay “gente muy mala”. Los demás espectadores locales sí quieren dinero; es que, claro, “los caramelos provocan caries”, pequeño detalle en el que no habíamos caído… ¡la próxima vez traemos caramelos sin azúcar!
Una vez llegamos al final de la carretera asfaltada del Todrá, las inmensas gargantas nos engullen. Es un paraje idílico cuyo silencio es interrumpido por, como no, mendigos y vendedores de souvenirs. El constante pedir me hace salir de mis casillas y Nicolás me recomienda arranquemos y prosigamos unos centenares de metros para escapar de los maridos de las enfadadas mujeres a las cuales me he negado dar dinero.
Paramos ante unas preciosas paredes, situadas al lado del río. Ojala pudiesen ver los demás compañeros estas vistas. Admiramos los escaladores que comienzan sus ascensos. El Todrá se ha convertido a lo largo de los últimos años, en un popular destino de escaladores, donde encuentran vías muy bien equipadas combinando cultura, buen tiempo e inéditos paisajes. De hecho, fueron nuestros amigos escaladores los que insistieron no dejásemos de visitar las Gargantas del Todrá. A Nicolás le cosquillean las manos y no puede dejar de hacer ciertos pasos sobre las paredes. Acto seguido, aparecen unos chavales que nos ofrecen información detallada sobre las vías, equipamiento y cuerdas. Les decimos que lo dejamos para otra ocasión. Es curioso ver las camisetas que visten: son camisetas publicitarias del mundo del escalador y es que estos chicos han estado con los mejores escaladores de España, ayudándoles y ahora son unos verdaderos expertos. Esquivando mobil-homes, caravanas, autocares y soldados (suponemos, vigilantes de la zona), damos media vuelta: hemos de encontrar a nuestros compañeros, que están volviendo.
En dirección Tinerhir nos reunimos con los demás. Comemos en Hotel Kasbah L’Amrani, en Tinerhir, en una fresca jaima. La comida consiste en deliciosas tortillas Bereber, pollo al vapor con limón, tajine o couscous. De postre, como casi siempre, unas reconfortantes rodajas de naranja perfumadas con canela. Nos damos cuenta de lo mal acostumbrados que estamos porque, al levantarnos de la mesa, en cierto modo, nos llaman la atención por haber dejado un fondo de agua en una botella. ¿Cómo podemos dejar tal bien preciado? Tras la comida, unas fotos mientras nos explica un empleado del hotel que el “sistema Kasbah” se está instaurando en Marruecos como fórmula hotelera y, al mismo tiempo, solución de restauración para estas históricas construcciones. Proseguimos por la N10 hasta Asrir y tiramos hacia la derecha por la R702 hasta Erfoud, otra Puerta del Desierto donde la guarnición francesa se instaló en 1917. Esta pequeña ciudad no nos llama la atención. Nos estamos quedando sin luz de día, por lo que seguir hasta Merzouga, para ver las dunas, no vale la pena dado que no las veríamos. Decidimos dormir en Kasbah Xaluca. Este gran complejo turístico, ideado por un empresario de Sabadell y su socio marroquí, nos sorprende por su belleza y confort. Ofrece a su clientela servicio de alquiler de motos, 4×4, dromedarios, excursiones, incluyendo alojamiento, para ver la puesta de sol en las dunas, etc. Ideal para aventuras organizadas, tratadas con gusto y sin impactar sumamente sobre el entorno original.
Hemos concluido el día con unos maravillosos 400 km. a cuestas.
Miércoles 8 de marzo, 2006:
Tras un copioso desayuno, partimos desde Erfoud por la N13 hasta Rissani. Allí cogemos la carretera N12 para ir a Tazzarine, pasando por Taguerroumt, Alnif y Aït-Saadane. En Tazzarine cogemos la carretera R108, que nos lleva a Mellal, Imin’Kern y a la altura de Ouaouzagour, escogemos la N9 para recorrer el Valle de Drâa, disfrutando de sus inmensos palmerales y oasis. La verdad es que estaríamos parando cada 500 metros porque cada vista supera en belleza las anteriores. Durante una parada en un oasis, aparece de entre las palmeras una niña, no mayor de 7 años, cargada con su hermanito de corta edad, colgado de unos trapos, a modo de mochila. No se acerca, se nos queda mirando desde lo lejos. Las motos le deben de dar miedo. Nos conmueve que por una vez una criatura no viene a pedir, y entre todos decidimos obsequiarla con caramelos y bolígrafos. Quiero ir corriendo hacia ella pero Santiago me dice que no corra, para no asustarla. Una vez con ella, nos sonríe agradecida y le faltan manos para poder sujetar nuestros regalos y su hermanito, que está plagado de moscas. Nos sacamos fotos y nos despedimos; ella contesta con un tímido “Bye bye”.
Es curioso: vamos equipados con linternas, receptores GPS y teléfono por satélite Thuraya. Sin embargo, hasta ahora, hemos estado viajando cómodamente, insisto, con muy buena señal de teléfono móvil, y con carreteras, por muy precarias que sean, muy bien señalizadas. También es cierto que confundirse es difícil ya que aquella bifurcación que buscas, no tiene pérdida, ¡es la única que existe! Hasta ahora, todo muy bien, y la aventura está controlada. Sin embargo, creemos que la mayor aventura es la propia convivencia. Es algo complejo encontrar un equilibrio adecuado para todos nosotros y coincidir en horarios, gustos, cuando parar a comer o para hacer fotos. Pero lo que todos tenemos claro, es que se trata de una aventura en grupo y prevalece la seguridad y los objetivos que tenemos marcados. A partir de aquí, nos lo intentamos pasar lo mejor posible y todos aportaremos nuestro grano de arroz para el bienestar del equipo.
Llegamos a Zagora, una ciudad de reciente creación, que data de los tiempos del colonialismo francés, cuando fue fundada como un centro administrativo. Me pregunto qué significarán tantas bolsas negras de plástico que vemos a lo largo de la carretera. ¿Será para espantar algún tipo de animal? ¿Señalizará algo? A posteriori resulta que no tiene ningún misterio. Se trata de simple contaminación. Y las bolsas de plástico resultan ser negras porque las blancas son más caras.
Tras comer en el hotel Ksar Tinsouline de Zagora, al lado de la piscina y donde también pasaríamos aquella noche, decidimos visitar las ansiadas dunas, que ya habíamos dejado de ver en Merzouga. Vamos algo escasos de tiempo y nos apresuramos para llegar a tiempo para ver la puesta de sol. Recorremos una carretera en medio de un paisaje lunar. Nos adentramos por una incómoda pista en el poblado de Mhamid, repleto de gente que no se apartaba de nuestro paso y llegamos al desierto, pero sin ver dunas. A posteriori vemos que, una vez atravesado el arco de entrada a la población, debimos escoger una pista de la izquierda y a 6 kilómetros hubiésemos visto las doradas dunas. Pero ya no había luz. Parece ser que estamos condenados a no ver dunas. Excelente excusa para volver. De todas formas, el paisaje que contemplamos nos priva del aliento: nos sentimos como si estuviésemos en el fin del mundo y estamos a punto de presenciar una puesta de sol en el desierto, sobre el cual los anaranjados y rojizos rayos de sol acarician durante pocos minutos unas dunas de arena dura y piedras. Jordi padre y Jordi hijo no pueden evitar coger las motos y acercarse un poco más a ese sol que se está ocultando tras el horizonte. Este conmovedor espectáculo se interrumpe cuando aparece un chico con unos niños. El chico pregunta si somos españoles. Yo le contesto, mirando de reojo, para no perder el espectáculo, con mi mejor holandés “no, no, achtentachtig prachtige grachten” (ochenta y ocho preciosos canales) a lo cual exclama: “Ah, holandés”. Touché!, se ha quedado conmigo, brillante! Charlamos un rato, repartimos tabaco y bolígrafos y nos pide tenerle en cuenta si en el futuro venimos con amigos, para organizar una acampada en el desierto. Los Jordis regresan de su corta vuelta y decidimos volver a Zagora. Se ha hecho de noche y circulamos con precaución, para no tener desafortunados encuentros con animales salvajes cruzando la carretera. Pero no vemos más que dos ratoncillos de desierto. Es algo inquietante no ver animales… ¿Por qué no habra?
De vuelta en Zagora, pasamos por el taller llamado Garage Mécanique, a cuyo mecánico habíamos prometido que pasaríamos para que nos lavasen las motos. Las paredes del taller están repletas de fotografías de amigos que han hecho a lo largo de los años, entre ellos grandes motoristas como Arcarons y Nani Roma, que durante alguna aventura también han ido a parar a este taller, con averías más serias que hacerse lavar la moto! También conocen a Scott, de Iberian Moto Tours. El mundo es un pañuelo. Es una gran fiesta de agua y con gran esmero hacen brillar el rincón más recóndito de las motos. Nos lo pasamos muy bien, hasta que observo que entra agua por las maletas, lo cual ha dañado una de mis cámaras de fotos. En fin, es un mal menor; por suerte tengo otras alternativas.
Se ha hecho bastante tarde, cenamos rápidamente. Hay que acostarse lo antes posible; estamos cansados, hemos hechos 510 km. y mañana queremos salir a las 7 de la mañana…
Jueves 9 de marzo, 2006:
A la hora prevista y desde Zagora buscamos la N12, hasta Foum-Zguid. Antes de comenzar la pista nos hacemos unas fotos delante de un cartel que indica que el camino a Toumbouktu duraba antaño 52 días, sobre lomos de dromedario. La pista se nos presenta algo más dura de lo previsto. Recibimos varias indicaciones contradictorias de pasantes. Uno de ellos, un amable pastor, incluso nos quiere invitar a tomar té, ese deliciosa bebida a que todos nos hemos enviciado, pero no podemos aceptar la invitación porque estamos algo intranquilos. Nos llama la atención que lleva en sus manos unos imanes naturales, que ha encontrado en aquel entorno. Estamos algo confundidos, acalorados y perdemos bastante tiempo intentando ubicarnos. Al final, la mejor manera de orientarnos resulta el método empleado por nuestros compañeros montañeros: fijarnos en el terreno, en los desniveles y los perfiles de las montañas que nos rodean. Una vez retomada la pista, nos encontramos nos pequeñas dunas, mucha arena, tierra dura y guijuelos. Los que no estamos acostumbrados a circular por este tipo de terreno, desde luego, no lo tenemos fácil.
Cruzamos un minúsculo poblado, que parece estar deshabitado y cuyo único bien preciado parece ser un pozo, que un chico vigila. Nos ofrece agua, que no bebemos pero si empleamos para refrescarnos. Vemos agrandar los ojos del chico, y su cara refleja estupor: entendemos que está horrorizado por ver como desperdiciamos el agua, tirándonosla por encima y echándola a perder. Dejamos inmediatamente de hacer estas tonterías occidentales y le mostramos efusivamente nuestra gratitud, además de regalarle unos Euros y bolígrafos tanto a él como otros niños que aparecieron.
Al cabo de unas horas, volvemos a estar, en medio de la nada, ante una bifurcación sin saber qué camino tomar. Jordi padre se va turnando con Jordi hijo para adelantarse e intentar encontrar el camino correcto. Lo encontramos. Pero la pista es cada vez más dura. Se nos encoge el estómago cada vez que pasamos por encima de los afilados cantos de las piedras del camino. Hacia las tres de la tarde nos cruzamos con un todoterreno francés, que nos indica que nos quedan aproximadamente 10 km. de camino malo y después mejora considerablemente. Veo la luz. El espíritu de compañerismo del equipo es destacable: nos esperamos, nos ayudamos mutuamente cuando alguna moto se cae, y durante un tramo, donde me había lesionado, llevan, a turnos, la moto hasta un lugar más cómodo. Predomina el silencio; con las miradas nos lo decimos todo.
Transcurridos estos últimos kilómetros, nos encontramos con el final (o el principio, según como se vea) de la pista. Hemos tardado cerca de 9 horas en recorrer 120 km. Encontramos a obreros que están trabajando en las obras de la carretera. Calculamos que de aquí a unos tres años, existirá una cómoda carretera que permitirá hacer este duro recorrido en algo más de una hora. Junto a los obreros se encuentra un chico con una Yamaha rutera, grande y pesada. Le aconsejamos encarecidamente que no inicie la pista dado que por las pocas horas de luz que quedan y las características de su moto, puede encontrarse con verdaderos problemas. Agradecido por “haberle salvado la vida” nos entrega sus tres botellas de agua que lleva consigo, que tardamos unos tres minutos en bebernos. Este nuevo compañero, Robert, decide dar media vuelta y nos acompaña por la carretera hasta Foum-Zguid, donde tomamos unas templadas Coca Colas.
Evidentemente, nuestros planes se han visto drásticamente alterados y discutimos nuevas alternativas. Decidimos llegar, por la comarcal R111, a Tazenakht, Ciudad triste y muy pobre. Nos alojamos en el Hotel Taghdoute, el mejor, por no decir el único, hotel de la ciudad. Sus instalaciones no son precisamente la más idóneas para descansar tras una dura jornada, pero la hospitalidad y amabilidad lo remedia todo. Incluso habilitan un pequeño espacio para poder guardar bajo llave las motos. El amigo Salah se había encargado de esta reserva e incluso había contactado con la Policía local para que nos escoltara hasta este hotel. Como muestra de agradecimiento, invitamos a cenar al Jefe de Policia de la zona, un alto cargo local cuya compañía hace que nos podemos desplazar por la ciudad sin ser molestados. Mohammed quiere devolvernos la invitación y desea vayamos mañana a su casa a comer couscous. Ello nos representa un contratiempo; apreciamos el gesto, pero francamente, tras el retraso ocasionado durante la jornada de hoy, preferimos seguir nuestro camino. Sin embargo, tanto Santiago como Robert nos llaman la atención y nos piden reflexionar sobre nuestra decisión: sería un gran desprecio no aceptar la invitación. Además, Mohammed accede en amoldarse a nuestro horario y para no causarnos demasiados retrasos, adelanta la hora de comida a las 11 de la mañana. Un gran detalle. A pesar de haber hecho tan solo unos 200 km., caemos exhaustos en nuestras camas.
Viernes 10 de marzo, 2006:
Desayunamos poco: de aquí a pocas horas nos espera un suculento couscous. Nos llama la atención que la gente acude al hotel para desayunar. Incluso lo hacen las mujeres. Tratándose de una ciudad tan pobre, es curioso que se permitan desayunar fuera de casa! Aquí se aprovecha todo: nos llama la atención que los burros, que son utilizados como herramientas de transporte, llevan en la parte trasera un paño que recoge sus excrementos.
Damos una vuelta por la plaza principal y Juan se abastece de cremas diversas para aliviar sus quemaduras solares, causadas por los primaverales rayos de sol del desierto. Yo le ayudo a comprarlas ya que resulta un tanto extraño que un hombre, en este lugar, pida por cremas hidratantes. A las 10:30 nos reunimos con Mohammed en frente del hotel, él con su todoterreno y nosotros con las motos, para simplemente cruzar la calle, donde se encuentra el cuartel y su hogar. Suponemos que esta comitiva es un gran espectáculo para la ciudad. Una vez en su casa, nos presenta a su mujer, que ha estado cocinando desde las 8 de la mañana, a su hija y su hijo, que ya conocimos durante la cena de la noche anterior. Éste nos saluda con un fuerte apretón de manos y cuatro besos a cada uno de nosotros. Nos conceden el grandísimo honor de entrar en el salón-comedor sin tener que descalzarnos. Sin embargo, la familia sí se descalza para entrar en este ambiente. El hijo nos trae una palangana y una tetera con agua para que cada uno nos lavemos la mano derecha. Degustamos, aunque con poca hambre, el magnífico couscous, de la misma fuente, en el que abundaba la carne vacuna. Realmente se habían esmerado en prepararnos este manjar. Incluso los deliciosos postres, a base de hojaldres con frutos secos, habían sido preparados por la esposa de Mohammed. Ni ella, ni los hijos, nos acompañan para comer. Charlamos animadamente, y preguntamos a Mohammed sobre el nivel de criminalidad. Nos dice que ahora ésta es inexistente, que a los contrabandistas de tabaco hay que tratarlos con mano dura y comenta, anecdóticamente, acerca un serio accidente entre dos motos que tuvo lugar cerca de la ciudad durante la celebración del Paris-Dakar. El pobre, mira su reloj: no quiere causarnos retrasos. Finalizamos el banquete con mutuos gestos de agradecimiento y su hijo vuelve a pasar con la palangana para que cada uno nos lavemos las manos. Nos hacemos unas últimas fotos y salimos de Tazenakht. En la gasolinera a la salida de la ciudad, nos despedimos de Robert, que sigue su viaje hacia Ouarzazate solo. También Santiago se separa de nosotros: tiene compromisos en Marrakech y quedamos en vernos mañana allí.
Por la carretera N10 llegamos hasta Agadir-Touksous y allí cogemos la comarcal P1706 hasta Taroudant. Travesamos paisajes que nada tienen que envidiar a Suiza: verdes praderas repletas de flores, cipreses, abetos y almendros en flor. Juan esquiva una tortuga que cruza la carretera y también casi atropella un perro. Jordi padre tiene un disgusto con unos chavales: tras haber bromeado con ellos, y al emprender la marcha, recibe un impacto de una piedra en la parte trasera del casco, que lanza uno de los chicos. Es extraño: durante todo nuestro trayecto los niños siempre se habían mostrado amistosos, siempre nos saludaban efusivamente. En general nos hemos encontrado con gente extraordinariamente agradable, incluso en exceso. Aparentemente, siempre adoptan una postura positiva, contestando Sí a nuestras preguntas y que todo es posible. Choca con nuestra forma de ser, el modo en que aparentan tomarse la vida: tranquilidad y parsimonia, y tomarse el tiempo para pensar, incluso en lo impensable, y ver pasar la vida. Si a lo largo de la historia ha sido siempre ésta la actitud ante la vida, creemos saber de donde salen los ancestrales poemas árabes.
Taroudant, ciudad de rojas murallas, fue el primer territorio de la conquista almorávide, del que hoy es Marruecos, en el 1056, aunque la ciudad cobra importancia en el siglo XVI; fue entonces, cuando los saadies, decidieron convertirla en capital, y fueron ellos los que construyeron la Medina y la Kasbah, poco antes de que decidieran marcharse a Marrakech. El centro neurálgico de la ciudad es la plaza Assarag, y desde aquí se accede a la medina y al zoco. El zoco, al contrario que el de Marrakech, nos resulta agradable y menos agobiante; nos animamos a recorrerlo e incluso a realizar algunas compras. Nos comentan que la plata, y sobre todo las antigüedades que se pueden encontrar en este zoco, mejoran, en cuanto a la calidad y precio, la oferta general que hay en Marrakech. Nos alojamos en Hotel Palais Salam, a pie de las murallas, que dispone de unos preciosos jardines y cómodas habitaciones.
Echamos de menos a Santiago que durante estos días nos ha hecho disfrutar de su magnífico sentido de humor. Nos sentimos algo decepcionados con la cena; ésta resulta demasiado occidental para nuestros paladares que ya se han enviciado con los perfumados aromas autóctonos. Nos invade la triste sensación que esto ya se termina. Se nos ha hecho muy corto; estamos todos enamorados de este país.
Sábado 11 de marzo, 2006:
Test (2092 m. de altura). Realmente es cierto lo que comentan las guias: se trata de una carretera con asfalto muy deteriorado, con baches y gravilla y bruscos desniveles de altura. Es estrecha y hay que tomar mucha precaución por si hay tráfico del sentido contrario. Nos comenta el propietario de un bar, donde paramos a tomar un té, que quince días atrás, esta carretera estaba cerrada por nieve. Damos galletas a un perro, que tiene el morro deformado por cicatrices. Los paisajes que vamos dejando atrás nos muestran bruscos cambios de colores: desde grises de alta montaña, blancos de la nieve, hasta un amplio abanico de rojos y ocres. Retomamos la carretera para descender a los pueblos de Asni y Tahanaoute, poblaciones que lamentamos no poder visitar con más tiempo, porque prometen, ya solamente a simple vista, ser encantadores y con interesante historia. Pero el tiempo nos apremia ya que debemos acudir al aeropuerto de Marrakech, donde hemos quedado con los nuevos pilotos, Santiago y Salah a las 14:30, para formalizar papeles. Es el momento de despedirme de ella. Mentalmente le doy las gracias por los buenos momentos que me ha hecho pasar, los despistes de conducción que me ha perdonado y lo mucho que me ha protegido con su estructura. Estoy segura que mis demás compañeros habrán pensado lo mismo, al entregar sus respectivas a los nuevos pilotos.
Nos dirigimos a nuestros hoteles; tres de nosotros vamos a La Mamounia. Creemos que por ir vestidos de motoristas, la bienvenida es un tanto fría. El clásico esplendor del hotel nos abruma y nos hace sentir como soberanos. Tras un leve descanso y refrescarnos, quedamos en encontrarnos con los demás compañeros para hacer nuestra última cena conjunta. Sentimos ciertos celos de Jordi padre, que se queda una semana más y cuando comentan los planes del día siguiente la sana envidia nos corroe.
Esta etapa de la Vuelta al Mundo BMW, nos ha brindado la oportunidad de conocer este maravilloso país y sus gentes, hacer amigos y aprender, un poco más, a trabajar en equipo, un maravilloso equipo, donde cada uno de nosotros ha aportado bonitos e interesantes aspectos de su personalidad para poder llevar a cabo, lo mejor posible, este sueño.
Sandra Voskuijl
Rutas Sevilla en moto. Rutas Marruecos en moto
RUTA DE LOS EXPLORADORES ESPAÑOLES. Por Jos Martin
El 10 de agosto de 1519, lunes por la mañana, la escuadra, llevando a bordo todo lo necesario, así como su tripulación compuesta de doscientos treinta y siete hombres, anunció su salida con una descarga de artillería, y se largó la vela del trinquete”.
Así describió Antonio Pigafetta la salida de la escuadra al mando de Magallanes para dar la primera vuelta al mundo. Partieron del puerto de Triana, en la orilla derecha del río Betis, frente a la Torre del Oro y con la imagen de la Giralda siempre a la vista hasta que Sevilla desapareció en el horizonte.
La salida debe hacerse precisamente desde Triana
Frente a la Torre del Oro, cruzar el puente de San Telmo y hacer una parada bajo la Giralda*, una de las Tres Hermanas que encontraremos en el camino. Tres alminares construidos en la misma época y con la misma idea arquitectónica: la Torre de Hassan en Rabat, la Kutubia en Marrakech y esta Giralda portentosa, la más noble, esbelta y hermosa.
En el Estrecho de Gibraltar, ese paso cargado de historia e historias, hay tres puntos básicos de interés: el cabo de Trafalgar, a 14 kilómetros de Véjer de la Frontera, en cuyas aguas tuvo lugar la célebre y trágica batalla hace ahora doscientos años; la Punta de Tarifa, donde desembarcó quien le dio nombre, el caudillo beréber Tàrik en el año 711, iniciando la dominación musulmana; y Gibraltar, frente a Algeciras, la antigua montaña Carteya, que también lleva su nombre desde que la llamaron Yabal Tàrik.
Gran Mezquita de Casablanca
Ya en Marruecos, surgen otros puntos sobresalientes: Tánger, ciudad que ha atraído a intelectuales, escritores y artistas como Paul Bowles, Tennessee Williams y Juan Goytisolo; Tetuán, ciudad tan árabe como española; Larache, con un bulevar lleno de buganvillas y su hermosa y porticada plaza de España (que ahora se llama de la Liberación), en la que estaba el edifico central de las Escuelas Españolas en Marruecos. Rabat, con su Torre de Hassan frente al mausoleo de Mohamed V y una acogedora medina levantada por los andalusíes;
Marrakech, con su Kutubia
Dominando la plaza de Yamaa el–Fna llena de un trasiego continuo en el que nunca faltan los aguadores y cuentacuentos que son patrimonio de la humanidad, los puestos de sabrosa comida marroquí y las tiendas del zoco que la rodean. Como contrapunto, el pabellón de la Menara es un remanso de paz que tiene como fondo las cumbres nevadas del Atlas.
La carretera de la costa hacia el sur lleva desde Essauira a pueblos y ciudades con fuerte recuerdo español: Sidi Ifni, Villa Bens (en el cabo Juby), El Aiun, Cabo Bojador o Villa Cisneros (que ahora se llama Dajla). Las playas y el paisaje costero poseen mucho encanto, aunque son peligrosas. El viajero que decida bañarse debe tomar precauciones serias, debido a las corrientes.
A siete kilómetros de la frontera con Mauritania hay que formar convoy para atravesar la línea y bajo ningún concepto hay que desviarse de la ruta, porque la zona está minada.
Ya en territorio mauritano, se llega a la ciudad de Nuadibú. No hay carretera asfaltada hacia Nuakchot, la capital, sino pista que discurre atravesando el parque nacional del Banco de Argüin, bellísimo y en ciertos puntos espectacular. En tierra pueden verse chacales, hienas, lobos y felinos, en las playas, tortugas y cangrejos violinistas, en el mar, focas (si se tiene suerte), mantas raya y peces diferentes, y en el aire y los humedales, palmípedas y zancudas de todos los colores como el pelícano, el flamenco o la espátula también llamada sevilla. Los pescadores negros de la etnia imraguen pescan a veces con la ayuda de delfines.
Históricamente, Mauritania es la tierra de los almorávides, una de cuyas dinastías reinó en media España y dio nombres como Abu Beker o Yusuf ben Tachfin, el caudillo que quiso arrebatar al Cid la ciudad de Valencia.
En suelo mauritano la ayuda española es intensa, especialmente en la reconstrucción arquitectónica de edificios singulares y pueblos de interés, a los que se desplazan asiduamente arquitectos españoles. También hay campañas de salud para evitar cegueras y otros problemas oftalmológicos agudos, muy frecuentes debido a las tormentas de arena y el viento del desierto, y un centro de atención médica vía internet.
Nuakchot es pequeña y poco vistosa. Lo único con cierto lustre aparece en su mercado de alfombras y en la vista exterior de algunas mezquitas, a las que está prohibido entrar si no se es creyente musulmán. Desde la capital, comienza una carretera asfaltada que lleva al río Senegal, que hace de frontera sur.
Saint Louis es una isla que parece un barco. Está unida a tierra por puentes, uno de ellos, el Faidherbe, construido con el fin de atravesar el Danubio, aunque nadie sabe realmente por qué se quedó allí. La tierra contenida en el triángulo cuyos vértices son Ross (en la frontera), Saint Louis y Luga es geográficamente de una belleza sorprendente. El desierto que se adentra hacia el interior de África está cruzado por pistas accesibles y salpicado de oasis.
Dakar, ciudad colorista y bullanguera, no deja a nadie indiferente. En ella vive un amplio muestrario de las etnias del oeste africano, como los wolof, los mandinga o los peul que crearon imperios sobre las arenas del desierto o las orillas de los grandes ríos y que acabaron sirviendo de esclavos en el Nuevo Mundo. Es el final y el comienzo de nuestras dos primeras etapas. Dos lugares deben acaparar la atención: la isla de Goré y el Lago Rosa, llamado oficialmente lago Retba.
Lecturas y libros de consulta
–El camino español. Guillermo Armengol. Boletín de la Sociedad Geográfica Española nº 6. Madrid, 2000. Un viaje de Madrid a Dakar realizado por este profesor de fotografía de la Universidad Complutense y miembro de la SGE.
–Sahara. Gérard del Mármol y Albert d’Otreppe. Guías Azules de Hachette. Madrid, 2004. Una especie de biblia para quienes quieren viajar al Sahara.
–Andalucía, Marruecos y Canarias. Guías Afrodisio Aguado. Madrid, 1952. Libro que se encuentra sólo en librerías de viejo.
–Marruecos. Guías Acento. Madrid, 2002. Una de las mejores guías culturales.
–Usos, costumbres e idiomas en la Región Atlántica (Larache). Comandante García Gracia. Revista África. Ceuta 1930. Interesantísimo librito, joya difícil de encontrar.
–Relatos del Sahara Español. Selección, Ramón Mayrata. Libros Clan. Madrid, 2002. Ramillete de cuentos saharianos que se leen mejor a la luz de las estrellas del desierto.
–Bajo la jaima. Cuentos populares del Sahara. Antonio Jiménez Trigueros. Miraguano. Madrid, 2005. Más cuentos del Sahara.
–Camelladas. Théodor Monodf. Olañeta Editor. Palma de Mallorca, 2004. Un clásico de las lecturas del desierto.
–Las ciudades perdidas de Mauritania. Expedición a la cuna de los Almorávides. Mauricio Pastor Muñoz y Manuel Villar Raso. El Legado Andalusí. Granada, 1995. Libro excelentemente documentado y relatado.
–Ciudades de las caravanas. Itinerarios de arquitectura antigua en Mauritania. José Corral Jam. Fundación El Legado Andalusí. Granada, 2000. Libro de lujo para los amantes de la arquitectura africana.
Mapas
–Mapa de África norte y oeste. Carta 953 de Michelin, 1/4.000.000.
–Mapa de Mauritania. ITMB. Vancouver, 2003.
(*) Los lugares o edificios marcados en negrita son lugares de visita altamente recomendables. Deberéis visitar y fotografiar al menos tres de ellos a vuestra elección.
Nota
La Vuelta al Mundo BMW Riders que comenzó en Sevilla el día 3 de Marzo2006 ha cubierto sus primeros miles de kilómetros demostrando que el trabajo en equipo será una de las características mas necesarias y remarcables de esta aventura. Por diversos motivos profesionales varios de los participantes seleccionados para estas primeras etapas no pudieron a última hora completar su viaje así que los reservas ocuparon las plazas vacantes para disfrutar de los muchos alicientes de las carreteras y pistas norte-africanas.